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Un monologuista en un local de Pekín

Un monologuista en un local de Pekín / Adrián Foncillas

Adrián Foncillas

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“Mucho se ha escrito estos días pero no hay grandes diferencias entre dedicarse a la comedia aquí y en Estados Unidos. Allá se puede criticar al Gobierno estadounidense. Y aquí también”. “¿Trabajas para el Gobierno? No me grabes, no cuelgues nada en las redes sociales. Todo es legal aquí, me han aprobado el guión”. Abundan las alusiones oblicuas en los pocos espectáculos que aguantan a aquel chiste de semanas atrás en un teatro del centro de Pekín. Li Haoshi, más conocido como House, dijo lo que pensaba al ver un par de perros callejeros persiguiendo a una ardilla: “Una buena ética de trabajo para ganar batallas”. La frase se relaciona con el Ejército de Liberación Popular (ELP) desde que el presidente, Xi Jinping, la pronunciara en 2013. Un espectador llevó su malestar a las redes sociales, el video circuló sin bridas y se formó la tormenta.

A Xiaogou, compañía organizadora del acto y gigante del sector, le cayó una multa de 14,7 millones de yuanes (1,9 millones de euros) y bajó la persiana. House fue despedido y sigue detenido. Xiaogou y House han competido en disculpas y propósitos de enmienda. Una mujer que defendió al humorista en internet también fue detenida. Muchos espectáculos de monólogos han sido cancelados por la eufemística fórmula de la “fuerza mayor”. También conciertos porque en la incertidumbre más vale pecar por exceso. Unos chascarrillos sobre la censura china justificaron el cierre de los canales de Uncle Roger, un humorista malasio con base en Londres, célebre por troncharse de las recetas asiáticas de chefs occidentales. Un editorial en la prensa aclaraba que el 'standup comedy', una manifestación cultural importada, no estaba exenta de las más elementales normas del respeto. “Nunca permitiremos que una compañía o individuo use la capital china como escenario para calumniar impunemente la gloriosa imagen del Ejército”, recalcó la Oficina de Turismo y Cultura de Pekín.

El Ejército no se toca

El ELP carece de un glorioso historial en el campo de batalla. Un empate en Corea es su mejor resultado y cuenta con oprobiosas campañas como la invasión de Vietnam. Pero es imbatible en las tareas de rescate en desastres naturales, tan sacrificado como eficiente, y es una de las instituciones más respetadas en China. A la reacción contribuyeron el escaso sentido del humor de las dictaduras y la sincera indignación de buena parte de la población por ese vínculo de perros callejeros y militares.

El precedente patrio del 'standup comedy' es el 'xiangsheng', nacido dos siglos atrás, en el que un par de cómicos intercambiaban retruécanos por los que se filtraba alguna puya al poder. La versión moderna llega desde Hong Kong en los años 90, se populariza en la década siguiente y alcanza su cénit durante la política de cero covid por la frustración de los encierros. Responde a la lógica: son menos arriesgadas las críticas ante la reducida audiencia de un teatro que en las redes sociales.

Los monologuistas contactados por este diario han rehusado hablar. Sólo han aceptado con el compromiso del anonimato los que actúan en el circuito en inglés, un porcentaje microscópico del sector y por lo tanto inocuo. El espectáculo celebrado esta semana en un pub irlandés revela una temática similar a la de Occidente: sexo, trabajo, familia, clichés regionales… Pongamos que se llama Liu. “Cambia el ritmo del lenguaje, algunos chistes no entran en mandarín. La audiencia china aguanta menos las palabras obscenas y no somos tan explícitos al hablar de sexo o de droga”, resume. Es costumbre que los clubes impongan el envío del guión pero Liu lo desdramatiza. “Es un filtro previo de calidad. A mí sólo me han tachado alguna obscenidad. Nadie te va a echar a patadas del escenario si te desvías pero puedes ponerte en problemas”, señala.

Autocensura

Sobre los tabús más evidentes no hay dudas. Una ley reciente prohíbe faltarle el respeto al Ejército y calcula la multa en función de los ingresos anuales así que House y su compañía sabían el riesgo. El problema surge en el latifundio grisáceo. ¿Están permitidas, por ejemplo, las burlas a la política del cero covid? Escasean los audaces tentando los límites y la incertidumbre alimenta la autocensura.

La prohibición de burlarse del gobierno sobre un escenario es una lástima. Los chinos son afilados, inclementes e hilarantes. Cualquier gobierno, y más una dictadura, facilita la sátira. A cambio se escuchan brillantes chanzas sobre gordos, etnias, minorías sexuales o gremios que la dictadura autoimpuesta de la corrección política ha desterrado en Occidente. Pongamos que se llama Yang. “En todo el mundo hay temas excluidos de la comedia. Aquí te castiga el Gobierno, allá te castigan las redes sociales”.

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