Cambios en el gigante sudamericano
Arranca la transición en Brasil mientras remiten los bloqueos de las carreteras del bolsonarismo
El equipo de Lula y representantes del Gobierno tuvieron este jueves su primera reunión formal para preparar el traspaso
Las protestas de la ultraderecha se han reducido en buena parte de los estados, después de que Bolsonaro llamara a abandonar la protesta
![Protesta de los seguidores de Bolsonaro tras su derrota electoral](https://estaticos-cdn.prensaiberica.es/clip/986a83e8-4be9-465b-9c06-e6b15cddc4a4_16-9-discover-aspect-ratio_default_0.jpg)
Partidarios del presidente de Brasil, Jair Bolsonaro , protestan en la carretera Helio Smidt, en Guarulhos. / CARLA CARNIEL/REUTERS
![Abel Gilbert](https://estaticos-cdn.prensaiberica.es/epi/public/file/2021/0903/16/abel-gilbert-f17f629.png)
![Abel Gilbert](https://estaticos-cdn.prensaiberica.es/epi/public/file/2021/0903/16/abel-gilbert-f17f629.png)
Abel Gilbert
Corresponsal en Buenos Aires
Especialista en América Latina y doctor en comunicación. Ha cubierto los principales acontecimientos políticos regionales durante las últimas dos décadas para El Periódico. Es autor de ocho libros, tres de ellos en colaboración, y se apresta a publicar otros dos.
La transición ha comenzado en Brasil, aunque sobre un campo minado. La primera reunión entre el Gobierno y el equipo de Luiz Inacio Lula da Silva se realizó a puertas cerradas. Se trató, a la luz de las tensiones reinantes, de un mensaje inequívoco del presidente sobre la necesidad de cumplir, al menos en el plano formal, con la Constitución. Después del ambiguo llamado de Jair Bolsonaro a la ultraderecha a abandonar los bloqueos de las carreteras, el flujo del tránsito comenzaba a normalizarse. Aunque Bolsonaro no reconoció de modo explícito la victoria de su oponente, tampoco se quedó con mayor margen para desafiarla. Si bien este jueves todavía se detectaban todavía problemas en los estados más bolsonaristas, entre ellos Mato Grosso, Santa Catarina y Roraima, la llamada "resistencia civil" en Telegram de los grupos radicales que impugnan la victoria electoral de Lula parecía tener las horas contadas. El presidente del Tribunal Superior Electoral (TSE), Alexandre de Moraes, lanzó una enfática advertencia a los intransigentes. "Los votantes, en una mayoría masiva, son demócratas. Aceptaron democráticamente el resultado de las elecciones. Los que no están aceptando y practican actos antidemocráticos serán tratados como criminales". Solo en los dos primeros días de la presente semana fueron retirados del aire más de 4200 videos de la ultraderecha en YouTube, bajo la amenaza de sanciones.
Según Maria Hermínia Tavares, columnista de Folha de Sao Paulo, "el movimiento golpista no tuvo nada de espontáneo ni de inesperado". Creció como consecuencia de "los repetidos discursos contra las instituciones electorales y la demonización de los opositores que promoverían la comunización del país". Sin embargo, el pedido de intervención militar no tuvo eco en los cuarteles. Uno de los primeros indicios de la prescindencia castrense lo ofreció horas atrás el vicepresidente y exgeneral, Hamilton Mourão. "No tiene sentido llorar más, perdimos el juego", dijo.
Durante su campaña, Lula se abstuvo de acercarse subrepticiamente a los altos mandos militares. La situación ha cambiado: ya es mandatario electo y se espera que el equipo de transición que conduce el vicepresidente, Geraldo Alckmin, un exgobernador paulista respetado por los uniformados, en breve establezca las primeras conversaciones. Lula ha recibido de sus asesores una recomendación problemática: su Gobierno debería preservar los beneficios concedidos por Bolsonaro a los militares, entre ellos el aumento de las pensiones, y encomendar mayores tareas en el Amazonía, para no provocar tempranas rispideces.
Ampliar las alianzas
En este contexto de inestabilidad, los ganadores de las elecciones se proponen llevar a cabo una enmienda constitucional que permita aumentar el gasto estatal y, de esta manera, preservar el beneficio dado por Bolsonaro a los brasileños más pobres (unos 120 euros) con estrictos fines electorales. El programa Auxilio Brasil se termina en diciembre.
A la par, los hombres más cercados a Lula diseñan una transición paralela que le permita al futuro Gobierno no solo protegerse de eventuales tormentas, sino de inclusive desastres políticos, en un Congreso dominado por la ultraderecha. Para ganar las elecciones, el Partido de los Trabajadores (PT) tendió la mano al sector de la centroderecha que encarna Alckmin. Tiene ahora dos meses para ampliar su base en el Parlamento con el llamado centro, siempre dispuesto a intercambiar votos por beneficios, e inclusive algunos aliados de Bolsonaro. Uno de los referentes de la bancada evangélica en el Congreso, el diputado Cezinha Madureira ya ha conversado con emisarios de Lula y expresó su disposición de trabajar con el nuevo Gobierno en asuntos puntuales. "Es obvio que no se aprobará ninguna agenda aberrante, como la liberación de las drogas y el aborto. Pero estamos dispuestos a trabajar por temas que ayuden a Brasil. Hablaremos de lo que es importante para el país". En un mensaje sugerente a otros representantes de las iglesias pentecostales añadió: "Bolsonaro tendrá nuestro respeto, admiración y lealtad. Pero eso no significa que vayamos a votar en contra del aumento salarial, en contra de la lucha contra el hambre".
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