Lucha feminista

Libaneses pero apátridas en su propio país

Manifestación feminista del 8 de marzo de 2021 en Beirut.

Manifestación feminista del 8 de marzo de 2021 en Beirut. / Andrea López-Tomás

Andrea López-Tomàs

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Hace unas semanas, Amanda Dufour obtuvo la nacionalidad británica. “Es la primera vez que soy ciudadana del país en el que vivo”, celebra con un deje de ironía. El padre de Amanda es suizo y su madre es libanesa, pero aunque ella vivió en el Líbano hasta la mayoría de edad, nunca ha tenido la nacionalidad del lugar que la ha visto crecer. El país mediterráneo es uno de los 25 estados en el mundo que niegan a las mujeres el derecho a pasar la nacionalidad a sus hijos. “Me consideran extranjera porque mi padre es extranjero; así es como ven a las mujeres, siempre me he sentido al margen de alguna manera”, lamenta.

Sin datos oficiales, se estima que hay unos 100.000 niños apátridas en el Líbano, la mayoría nacidos de la unión entre una mujer libanesa y un hombre extranjero, según la estimación que ofrece el movimiento ‘Mi Nacionalidad, Mi Dignidad’. Como Amanda, estas personas no disponen de un documento que les identifique como libaneses. De acuerdo a la ley, no lo son, con todas las graves consecuencias que eso implica. La reciente decisión del Ministerio de Trabajo de permitir a la ciudadanía indocumentada trabajar en algunos sectores que hasta ahora les estaban vetados ha traído el foco de nuevo sobre este creciente grupo de población.

“Vivimos en un régimen populista y estas iniciativas se quedarán en palabras”, denuncia Lina Abou Habib, directora del Instituto Asfari para la Sociedad Civil y la Ciudadanía de la Universidad Americana de Beirut. Abou Habib lleva 20 años trabajando en la campaña para el derecho a la nacionalidad de las mujeres árabes y ha visto como Algeria, Egipto o Marruecos han reformado sus leyes para enmendar la discriminación. “Aún quedan países como el Líbano donde no hay ningún esfuerzo para, al menos, aliviar la carga de estas mujeres y sus familias en términos de derechos básicos”, subraya.

Los hijos de madres libaneses y padres extranjeros se enfrentan a dificultades en el acceso a la educación y a la atención médica, a la movilidad o a la propiedad. Sin la nacionalidad, no pueden trabajar en profesiones que exigen formar parte de un sindicato como la medicina o la abogacía. Conocedora de este panorama desde pequeña, Amanda optó por abandonar su hogar antes de tiempo. “Me fui a los 18 años, no tengo ningún derecho en este país”, cuenta desde Londres a este diario. “No es sólo el coste financiero sino el coste emocional de ser tratados como extranjeros y ser víctimas del racismo, el ostracismo y la falta de oportunidades”, apunta Abou Habib.

Manifestación feminista del 8 de marzo del 2021 en Beirut.

Manifestación feminista del 8 de marzo del 2021 en Beirut. / Andrea López-Tomás

Ley colonial francesa

Fue durante el periodo colonial en 1925 cuando Francia impuso esta ley en el territorio del Líbano, a semejanza de la que había vigente en la metrópolis. Casi un siglo después, la clase política libanesa mantiene esta ley bajo el argumento de la amenaza de naturalización o reasentamiento de los miles de refugiados palestinos que llegaron al país a mediados del siglo pasado, y los sirios recién instalados. “En 1925 no había refugiados”, denuncia Claudine Aoun, la presidenta de la Comisión Nacional de Mujeres Libanesas. “Su mantenimiento está relacionado con las prácticas y la cultura patriarcal y con el sistema confesional y las leyes que tenemos”, añade.

El temor de romper el equilibrio demográfico que sustenta el sistema político ha sido otro de los argumentos para no reformar esta ley. En el Líbano conviven 18 sectas religiosas, cada una meticulosamente representada en la Constitución y en las instituciones. Pero el sectarismo que sostiene a la política impide la creación de un código civil unificado que sustituya a las 15 leyes sobre el estatuto personal diseñadas por cada comunidad religiosa. Esta ausencia desprotege a las mujeres. Respecto a la nacionalidad, los hombres libaneses sí pueden transmitirla a sus hijos aunque se casen con mujeres extranjeras.

Mejoras por el movimiento feminista

“Se convierte en una forma de sanción por parte de los regímenes patriarcales a las mujeres que se alejan de lo que se espera de ellas; de alguna manera, casarse fuera de tu tribu es un acto de rebelión que merece ser sancionado al retirarle el derecho a transmitir sus nacionalidad”, analiza Abou Habib. La incansable lucha feminista en el país ha conseguido algunas mejoras: los hijos de mujeres libanesas y hombres extranjeros puedan renovar su permiso de residencia cada tres años y no anualmente y lo puedan hacer de forma gratuita. También tienen acceso a la educación pública.

“Se convierte en una forma de sanción por parte de los regímenes patriarcales a las mujeres que se alejan de lo que se espera de ellas; de alguna manera, casarse fuera de tu tribu es un acto de rebelión que merece ser sancionado al retirarle el derecho a transmitir sus nacionalidad”, analiza Lina Abou Habib.

Pero aún queda mucho camino por recorrer en el Líbano y en el vecindario. El país de los cedros se encuentra en la posición 132 de 156 en el Informe Mundial sobre la Brecha de Género del Foro Económico Mundial. Además, la región de Oriente Próximo y África del Norte es la zona del mundo con la mayor concentración de leyes de nacionalidad discriminatorias por motivos de género. La mitad de los 25 países que niegan a las mujeres los mismos derechos que los hombres para transmitir la nacionalidad a sus hijos se encuentran aquí. 

Dos jóvenes protestan durante la celebración del primer aniversario de la revolución libanesa. 

Dos jóvenes protestan durante la celebración del primer aniversario de la revolución libanesa.  / Andrea López-Tomás

Inacción de los gobiernos

Las graves consecuencias políticas se notarán este mismo año con las elecciones legislativas del próximo mayo. “Estas personas no pueden presentarse ni votar en los comicios municipales y parlamentarios; no poder participar en la vida política es frustrante”, insiste Aoun. Pero aunque este tema ha dejado de ser tabú y se ha convertido en una problemática que se discute en los medios, no se perciben mejoras en el horizonte. “Todos los gobiernos sucesivos han sido igualmente horribles en su posición en este asunto, no han dudado en hacer declaraciones racistas o sexistas”, recuerda Abou Habib.

No habrá cambios con este régimen que solo trabaja para sostenerse a sí mismo”, explica esta experimentada feminista desde su oficina frente al mar. “Depende de nosotras permanecer visibles y vocales hasta que este régimen desaparezca”, concluye. Al otro lado del Mediterráneo, y cruzando el viejo continente, Amanda Dufour sigue considerando el Líbano su hogar. 

Aunque la haya expulsado, “siempre será mi hogar”, confiesa. En su libro ‘Extranjera local’, se ha reconciliado con este concepto. “Soñamos con que el hogar sea de donde venimos, pero la realidad es que, con demasiada frecuencia, ese lugar no existe”, escribe esta libanesa suizo-británica.

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