El hambre: uno de los factores decisivos de la protesta en Colombia

Según la FAO, entre 2005 y 2015, el 8,8% de los colombianos, unos 4,5 millones de personas, no accedía a las calorías mínimas

El 1,6% de los niños sufren de desnutrición aguda y el 12,7% sufren de desnutrición crónica

Manifestantes se reúnen en el centro de Bogotá.

Manifestantes se reúnen en el centro de Bogotá. / Manifestantes se reúnen en el centro de Bogotá.

Abel Gilbert

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"¡Aserrín! ¡Aserrán!/ Los maderos de San Juan/ piden queso, piden pan". El poema escrito en el siglo XIX por el colombiano José Asunción Silva Gómez se guarda en la memoria de millones de latinoamericanos. En cada país se ha ido adaptando con leves variantes al transformarse en canción infantil. En sus múltiples versiones, siempre prevalece una idea común, se cante donde se cante: a los que piden hasta la más modesta de las viandas se les corta el pescuezo o reciben un balazo. Esas situaciones han encontrado en Colombia una dramática carnadura durante el estallido social que comenzó a finales de abril y que está lejos de apaciguarse. El Comité Nacional de Paro ha contabilizado un total de 50 muertos y 578 heridos. Las multitudes se movilizaron en un principio porque la reforma tributaria gravaba la poca comida que comen el 42,5% de una población considerada pobre por el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE). El presidente Iván Duque retiró su proyecto de ley. Lo que perdura es el estómago vacío.

"La protesta no es el problema, es el síntoma", señaló María Teresa Ronderos, columnista del diario bogotano El Espectador. "Bajémonos del ovni: a los indígenas no los manipulan los cocaleros; a los estudiantes no los maneja la izquierda; ni a la izquierda la guerrilla; ni a la guerrilla los rusos. La gente tiene pensamiento propio. Los muchachos que están en las calles tienen neuronas suficientes para notar que en Colombia el desempleo está desbocado, la clase media arruinada y 2,4 millones de familias se acuestan con hambre", sostuvo en esa misma publicación Gloria Arias Nieto.

Un flagelo que viene de lejos

Según la FAO, entre 2005 y 2015, el 8,8% de los colombianos, unos 4,5 millones de personas, no accedía a las calorías mínimas. La pandemia, con su secuela económica, agravó una crisis estructural. En las ventanas de las casas de las familias más vulnerables se colocaron trapos rojos para indicar que no se estaban alimentando. Juan Daniel Oviedo, director del DANE, aseguró que en las 23 principales ciudades se ha pasado de tener un promedio de 90% de la población que podía consumir tres comidas diarias, a solo un 70%. "Esto significa que apenas 7,3 millones de hogares de los ocho millones existentes pudieron comer tres veces al día". Además, "un cuarto de la población pasó a consumir solo dos raciones de alimentos al día, y 179.174 hogares se alimentan una sola vez al día". A esto hay que sumarle, de acuerdo con la oenegé Dejusticia, 891.000 migrantes venezolanos en las mismas condiciones. Juan Carlos Buitrago, de la Red de Bancos de Alimentos de Colombia (Abaco), ha presentado otros números: el 1,6% de los niños sufren de desnutrición aguda y el 12,7% sufren de desnutrición crónica.

El cuerpo avisa

Mariana Aranda Correa, una psiquiatra de Manizales, una ciudad conocida por su festival internacional de Teatro, a unos 290 kilómetros de Bogotá, ha revelado que recibe cada vez con mayor frecuencia a pacientes que consultan por cuestiones relacionados con el hambre. “Los motivos son variados. Mareos, desmayos, disminución de peso y, en salud mental, síntomas depresivos y fallas en la memoria". Si bien muchas enfermedades podrían causar esos trastornos, “nos damos cuenta de que lo que hay es un déficit de vitaminas".

La dinámica de la protesta ha añadido otros factores que profundizan las dificultades alimentarias. En virtud de los bloqueos de carreteras, las provisiones escasean en los principales centros urbanos. Pero el hambre estaba allí antes que se cierren las vías de acceso.

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