Crisis social
Cali: el centro del estallido colombiano e imagen de lo que le espera al país
La tercera ciudad del país ha vivido los choques más intensos desde que empezó la protesta contra la reforma tributaria
La urbe es un cóctel explosivo de narcotráfico, venta ilegal de armas y contratación de sicarios y refugio de miles de migrantes venezolanos
Abel Gilbert
Corresponsal en Buenos Aires
Especialista en América Latina y doctor en comunicación. Ha cubierto los principales acontecimientos políticos regionales durante las últimas dos décadas para El Periódico. Es autor de ocho libros, tres de ellos en colaboración, y se apresta a publicar otros dos.
Colombia arde y es en Cali, la capital del departamento del Valle de Cauca, a unos 450 kilómetros de Bogotá, donde el estallido social ha alcanzado su punto más álgido. "Hoy Colombia es Cali", dijo el exministro de Hacienda Juan Carlos Echeverry. El presidente, Iván Duque, viajó de urgencia a esa ciudad en la madrugada del lunes con la promesa de un "máximo despliegue" policial y militar para retomar el control del orden público.
"Si los ciudadanos sienten angustia, no sienten protección, eso se traslada a desespero y ese desespero, en cualquier momento, se puede convertir en violencia", dijo Duque, antes de regresar a una Bogotá también con sus zonas de convulsión. Duque se preparaba para iniciar "reuniones exploratorias" con los organizadores de las manifestaciones. Nelson Alarcón, del sindicato docente, puso como condición para levantar las protestas que el Gobierno desmilitarice los centros urbanos y garantice el derecho a la protesta. "Por el momento, la huelga no cesa". Y eso presagia mayores tensiones, especialmente en Cali. Allí se ha registrado el mayor número de víctimas mortales en estas más de dos semanas. Las autoridades pusieron en duda la existencia de 47 víctimas fatales. Las oenegés Indepaz y Temblores dieron a conocer sus nombres y precisaron: 39 de ellos fallecieron por acciones de las fuerzas de seguridad.
A Cali la llaman la capital de la salsa, pero es mucho más que eso. De hecho parecen coexistir dos ciudades a la vez: la que protesta y la que se siente sitiada. En 2019, antes de que comenzara la pandemia, ocupó el puesto 26 entre los centros urbanos con mayor tasa de homicidios. Cali es un punto nodal de la actividad del narcotráfico y es, también, un mercado de la venta ilegal de armas y la contratación de sicarios, refugio además de miles de migrantes venezolanos y de quienes huyen de otros territorios asolados por paramilitares. "La violencia que está viviendo Cali parece anticipar el siguiente ciclo de violencia que podría vivir todo Colombia", señaló la revista digital La silla vacía. La ciudad "es receptora de muchos problemas sin resolver de todo el país", entre ellos, el de la pobreza extrema.
Un alcalde sobrepasado
El alcalde, Jorge Iván Ospina, se ha visto sobrepasado por los acontecimientos. En la práctica, ha dejado a Cali en manos del ministro de Defensa, Diego Molano, y los más de 10.000 uniformados que patrullan las calles. Antes de que llegaran las tanquetas, se incubaban algunos de los trastornos que se han hecho visibles con las movilizaciones contra la reforma tributaria. La alcaldía desactivó algunos de los programas de contención de expandilleros y exintegrantes de las FARC que entregaron las armas en 2016. De acuerdo con La silla vacía, unos 50.000 jóvenes no trabajan ni estudian.
El departamento de Valle de Cauca ha cerrado las fronteras. Los bloqueos de las entradas a Cali provocan trastornos, desabastecimiento y una inflación galopante. La zozobra se respira en cada esquina. Abundan las estrategias individuales de supervivencia. También el uso indiscriminado de las armas, como pudo comprobar el Defensor del Pueblo, Carlos Camargo. Francisco Maltés, de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), considera que Duque se equivoca al no condenar la violencia de grupos civiles en Cali. En la tarde del domingo, personas parapetadas detrás de sus camionetas dispararon contra la de una comunidad indígena.
"El país se desmorona ante nuestros ojos, pero no por cuenta de las marchas legítimas de jóvenes, desempleados y familias afectadas, mayormente, por la pandemia", sostuvo Luis Carvajal Basto, columnista del diario El Espectador. El diario conservador El Tiempo pidió a Duque más severidad. "De no poderse avanzar por el camino de los acuerdos y la persuasión, generando así un escenario de mayor escasez, el Gobierno tiene la obligación de acudir a las herramientas que para garantizar la prevalencia del interés general le otorga la Constitución". Como el expresidente Álvaro Uribe, solicita que contemple la posibilidad de decretar el estado de conmoción interior (alarma).
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