Juicio por el caso Floyd

EEUU: una nación al filo de la navaja

El país aguarda con ansiedad y preocupación el veredicto del policía que acabó con la vida de George Floyd

El jurado delibera recluido en un hotel de Mineápolis los tres cargos que se imputan a Derek Chauvin

El presidente Biden "reza" para que el jurado popular adopte la decisión "adecuada"

George Floyd

George Floyd

Ricardo Mir de Francia

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El presidente Joe Biden se dirigirá a la nación cuando se conozca el veredicto, previsto para las 22.30 0 23.00 hora peninsular española (las 15.30-16.00 horas de Mineápolis). Su Administración sopesa desplegar a los militares de la Guardia Nacional en los 50 estados del país en función de lo que decida el jurado. Facebook ha declarado a Mineápolis ciudad “de alto riesgo” y anuncia que eliminará los mensajes que inciten a la violencia o celebren la muerte de George Floyd. Y, mientras, millones de estadounidenses aguardan con ansiedad y preocupación el desenlace de un juicio donde se dirime algo más que la justicia por la muerte de un hombre negro. La brutalidad policial se sienta en el banquillo, así como el racismo estructural que sigue permeando la vida estadounidense, incapaz de romper con su pasado más truculento y equilibrar la balanza que perturba su multiculturalismo.

Esta vez la decisión no está en manos de las instituciones, sino de la docena de hombres y mujeres que forman parte del jurado, recluidos en un hotel de nombre desconocido y aislados del mundo hasta que sean capaces de dictar un veredicto sobre los tres cargos que se imputan a Derek Chauvin, el policía blanco que acabó con la vida de Floyd tras hincarle la rodilla en el cuello durante nueve interminables minutos en mayo del año pasado. Su perfil se asemeja al del país que aguarda su dictado. Son cuatro mujeres y dos hombres blancos; tres hombres y una mujer negra; y dos mujeres multirraciales. Sus edades oscilan entre la veintena y la sesentena. Y han conseguido ponerse de acuerdo unánimemente respecto a cada uno de los cargos. De otro modo, el juicio podría haberse declarado inválido. 

El más serio de los cargos imputados contra Chauvin es el de asesinato en segundo grado, que implica una pena de hasta 40 años de cárcel, aunque las reglas sobre las sentencias en Minnesota reducirían muy probablemente esa pena a 12 años y medio de internamiento penitenciario. La ley no obligaba a la fiscalía a demostrar que Chauvin tuvo intención de matar a Floyd. Les bastaba con demostrar, más allá de cualquier duda razonable, que sus acciones causaron la muerte del sospechoso, una tesis avalada por varios de los médicos y expertos policiales que testificaron durante las tres semanas de juicio. El problema es que pocos creen que las calles vayan a conformarse con un veredicto parcial de culpabilidad. La paz social está en juego. 

Advertencias de los líderes negros

Rezo para que el veredicto sea el adecuado. En mi opinión, no deja lugar a las dudas. Y no diría esto si el jurado no estuviese recluido en estos momentos”, dijo el martes Biden evidenciando la trascendencia del caso. Los líderes negros, que han participado en las vigilias y manifestaciones de las últimas semanas en Mineápolis, han advertido que la frustración latente está llamada a desbordarse si el veredicto no cumple con las expectativas. “No podemos condonar a esta América inhumana, no podemos condonar la maldad que presenciamos en el vídeo del arresto”, dijo el domingo Benjamin Crump, el abogado de los derechos civiles que representa a las familias de Floyd y Daunte Wright, el veinteañero negro y desarmado abatido la semana pasada durante un control policial en un suburbio de Minneapolis. 

Crump dejó claro que las protestas continuarán si no se hace justicia, una idea en la que redundó la diputada demócrata Maxine Waters al pedir a la ciudadanía que adopte una postura “más beligerante” y “activa” si el veredicto no está a la altura de las circunstancias. Esas declaraciones han levantado polvareda, tanto que el juez al frente del juicio sugirió que podrían servirle a la defensa de Chauvin para apelar el caso.

Con la navaja en el cuello del país, ninguna ciudad camina tanto sobre el alambre como Mineápolis, blindada con alambradas y muros de hormigón, y tomada por vehículos acorazados y miles de militares armados y con fatigas de camuflaje. El gobernador de Minnesota pretende evitar que se repita el pandemonio que desencadenó la muerte de Floyd en mayo, una explosión de saqueos y destrucción que dejó una factura de 350 millones de dólares (291 millones de euros)

Pero muchos ciudadanos han comparado el despliegue con una ocupación militar en toda regla, que no ha hecho más que exacerbar la tensión y el miedo. Una percepción acentuada por los centenares de arrestos acometidos durante las protestas por la muerte de Wright, dispersadas con munición antidisturbios.