ADIÓS A FELIPE DE EDIMBURGO

El fin de una era obliga a la monarquía británica a confrontar su pasado y a mirar al futuro

La reina no tiene intención de abdicar, pero el funeral de su esposo es el preámbulo a la llegada inminente de una etapar más incierta

Las nuevas generaciones multirraciales ven en la institución monárquica a un perpetuador del orgullo del Imperio y el "doloroso" pasado colonial

Controles de policía hoy sábado, en el castillo de Windsor, donde se celebrará el funeral de Felipe de Edimburgo.

Controles de policía hoy sábado, en el castillo de Windsor, donde se celebrará el funeral de Felipe de Edimburgo. / MOLLY DARLINGTON

Begoña Arce

Begoña Arce

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El adiós a Felipe de Edimburgo ha abierto el último capítulo del reinado más largo en la historia de Gran Bretaña. Isabel II, ahora viuda, cumplirá el próximo jueves 95 años. El entierro en Windsor, de quien fue su esposo durante siete décadas, tiene algo de ensayo general. Era inevitable verlo como el preámbulo hacia una nueva era en la monarquía británica que no tardará en llegar. Un tránsito en tiempos convulsos, cuando la crisis de la pandemia aún no está resuelta, con el país diezmado económicamente, aislado de Europa y con los Windsor enzarzados en nuevas guerras y escándalos familiares. De cómo responda la institución a esos desafíos dependerá su futuro.  

Sin intención de abdicar

Isabel II retomó la agenda y participó en un primer acto oficial en Windsor sólo cuatro días después de la muerte de su esposo. El motivo fue la jubilación de William Peel, su Lord Chambelán. Además de mostrar gratitud hacía quien estuvo a su servicio durante 14 años, la soberana mandó una señal muy clara de que continúa en su puesto a pesar del duelo. 'The Time's asegura que sigue recibiendo las cajas rojas con documentos del gobierno.

Historiadores y reporteros reales coinciden en que no tiene intención de abdicar. “Aunque la pérdida del príncipe Felipe es devastadora para ella personalmente, no creo que vaya a tener un impacto en su papel como monarca” afirma Joe Little, director ejecutivo de Majesty Magazine. “Va a seguir siendo básicamente ‘business as usual’”.

Confrontar el pasado imperial

La popularidad de la reina es indiscutible, pero esa querencia altamente sentimental hacia su persona, no se trasladará necesariamente a la institución, ni a su heredero, el príncipe Carlos, de 72 años. El país es ahora muy diferente al que fue después de la Segunda Guerra Mundial, pero la monarquía no ha cambiado tanto. Tras el desastre con Diana de Gales, el nuevo fracaso a la hora de incorporar a la recién llegada Meghan Markle ha resultado un signo más de la rigidez e inflexibilidad de la 'Firma'. En el caso de Markle, hay que sumar además el debate nunca confrontado del racismo en el seno de la institución.

Durante los largos años ‘isabelinos’, una narrativa bélica e imperial se ha mantenido como la forma inatacable de patriotismo. Los demagogos del Brexit han utilizado esa ciega nostalgia sin pudor.  Hoy, la sociedad británica, mucho más diversa en origen, color de piel y credos, cuestiona el pasado. “Hay un debate sobre cómo Gran Bretaña debe mirar a su historia”, señala el columnista Daniel Finkelstein. “Nos movemos hacia una comprensión más rica de nuestro pasado, que incluye errores y no simplemente éxitos gloriosos”. A muchos de los miembros de las nuevas generaciones, la Corona no les representa. Peor aún, ven a la institución como perpetuador del orgullo del Imperio.

Glorificación del colonialismo

“El sistema de honores británico sigue glorificando el dolor que sienten los sobrevivientes del colonialismo y sus descendientes”, pone como ejemplo en 'The Guardian' Afua Hirch, escritora, periodista, abogada, hija de padre británico y de madre nacida en Ghana. “Ese sistema, dos generaciones posteriores al príncipe Felipe aún nos pide que aspiremos a ser “miembros”, “oficiales” o incluso “comandantes” del Imperio Británico, en un doloroso acto de traición a nuestras historias”.  Para Finkelstein, “el argumento de que debemos considerar la esclavitud y los puntos álgidos del Imperio como parte de nuestro legado político”, es básicamente, “el paso natural del tiempo que proporciona una perspectiva diferente”.   

Es hora de que la institución monárquica cambie también de perspectiva, porque si bien la república sigue siendo una opción minoritaria, entre los menores de cincuenta años abundan los monárquicos indiferentes y pasivos. El príncipe de Gales y su hijo Guillermo deberán pilotar la transformación. Misión complicada cuando algunos de esos cambios contradicen la esencia y razón de existir de la monarquía.  

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