CITA CON LAS URNAS

Polonia acude a votar sumida en la polarización

Sebastian Kaleta, diputado del PiS, haciendo campaña en las calles de Varsovia.

Sebastian Kaleta, diputado del PiS, haciendo campaña en las calles de Varsovia. / periodico

Andreu Jerez

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Andrzej Duda Rafal Trzaskowski escenificaron esta semana dos imágenes idénticas: los dos candidatos a la presidencia de Polonia organizaron sendos actos de campaña en los que había un atril vacío con el nombre de su contrincante. No hay imagen que ilustre mejor la enorme polarización en la que está sumido el país. Los equipos de ambas candidaturas fueron incapaces de acordar las condiciones para un último debate televisado. Una incapacidad que también responde al miedo a errores fatales: la <strong>segunda vuelta de las elecciones presidenciales</strong> de este domingo apunta a una 'foto finish' que probablemente se decida por un estrecho margen de votos.

Estos comicios vienen marcados por la narrativa de las dos Polonias.  Duda, candidato del gobernante y ultraconservador Partido de Ley y Justicia (PiS), representa los valores tradicionales, fervientemente católicos y nacionalistas especialmente populares en las zonas rurales y agrícolas. Trzaskowski, actual alcalde de Varsovia, es el candidato de la opositora Plataforma Cívica (PO), de posiciones liberal-conservadoras, más cosmopolitas y proeuropeas, y predominantes en zonas urbanas.

Tras cinco años de Gobierno de PiS, estos comicios son algo más que la simple elección de un jefe de Estado; servirán para confirmar el rumbo autoritario, social y ultraconservador de los ultraconservadores o para darle la presidencia de la república a la oposición liberal y más cercana a los deseos de Bruselas. Ello supondría un palo en las ruedas a los planes del actual Gobierno del primer ministro, Mateusz Morawiecki, que algunos consideran una simple marioneta de Jarosław Kaczyński, exjefe de gobierno polaco y todavía presidente del PiS.

Tensión entre votantes

El diputado nacional del PiS Sebastian Kaleta aprovecha las últimas horas de la campaña para repartir propaganda electoral a las puertas del popular mercado de Hala Mirowska, en el centro de Varsovia. Pese a la necesidad de una segunda vuelta, se muestra seguro de la reelección de Duda. “Obtuvo más de un 40% de los votos en primera vuelta y eso que tuvo al resto de los candidatos en su contra. Si comparamos los resultados de esta primera vuelta con la de las últimas elecciones presidenciales del 2015, Duda incluso los ha mejorado”, dice a EL PERIÓDICO el diputado de PiS antes de ser interrumpido a gritos por un ciudadano que le acusa de estar mintiendo. Un simpatizante oficialista se enzarza a voces con el espontáneo. El cierre de campaña mantiene la nota predominante las últimas semanas: la actual polarización es la mayor que se recuerda en décadas.

“El problema es que no hay diálogo”, dice Agnieszka Wądołowska, editora de la web de análisis político 'Notes from Poland'. “Hay muy poco espacio para el debate. Y eso está creando una enorme brecha. Los ciudadanos simplemente no reciben los mismos hechos a través de diferentes medios. No es que sus interpretaciones difieran, sino que simplemente reciben informaciones opuestas. Cuando lees o miras un medio estatal, recibes una versión completamente diferente a la de medios críticos con el oficialismo, que a veces tampoco explican los logros alcanzados por el actual gobierno”, analiza la periodista.

“Esta es una batalla de dos visiones opuestas del futuro de Polonia”, dice Ireneusz Krzemiński, catedrático de sociología de la Universidad de Varsovia. “Se trata de elegir entre democracia y por un Gobierno controlado por la ciudadanía, o un sistema de partido único y autocrático que controle todas las instituciones del estado”, agrega. El profesor Krzemiński apunta una realidad cada vez más incontestable y que algunos han descrito como la 'orbanización' de Polonia - en referencia a la autocracia construida por Víktor Orban en Hungría -: el PiS tiene la presidencia, buena parte del Parlamento y quiere controlar el poder judicial con su controvertida reforma de la Justicia. La Comisión Europea la considera incompatible con la separación de poderes y el estado derecho, y ha abierto un expediente a Polonia por ello.

“Ley natural”

Duda ha basado su campaña en dos ejes principales: la denuncia de presuntos intentos de interferencia extranjera en el resultado electoral --con denuncia incluida del Gobierno contra el tabloide polaco 'Fakt', participado por una empresa alemana, por publicar que el presidente Duda levantó la condena de alejamiento contra un hombre que había abusado de su hija-- y los <strong>ataques contra el colectivo LGTBI,</strong> al que el oficialismo ultraconservador ha convertido en su enemigo interno número uno.

“Que parejas del mismo sexo se puedan casar o adoptar niños es pretender que el colectivo LGTBI acceda a privilegios”, dice Przemysław Barański . Llama “privilegios” a lo que activistas en favor de la igualdad consideran simples derechos. “Solo un hombre y una mujer deberían poder adoptar menores. Así es como nos ha creado la naturaleza. Es algo basado en la ley natural, simplemente porque sólo hombres y mujeres pueden procrear”, añade. Przemysław preside la Fundación Republicana, un 'think tank' cercano al Gobierno.

Es un exponente del ultraconservadurismo moral representado por el PiS. Przemysław Antas, abogado, empresario y vicepresidente de The Freedom Institute --otro 'think tank' próximo al oficialismo--, no ve “razón práctica alguna” por la que parejas del mismo sexo debieran tener el derecho a casarse en Polonia: “Las leyes están basadas en la protección de la familia y de los menores”.

En la otra cara de la moneda está Emi Barabasz, abogada lesbiana y activista de Radio Kapital. La primera radio comunitaria de Polonia es “un espacio de izquierda, libre de homofobia, racismo y lenguaje de odio”, como la describen Ola Szkudłapska y Vlad Blyzniuk, dos de sus activistas. Los tres votarán por Trzaskowski, más por inercia que por convencimiento. Elegirán el “menor de los males”, dicen. Aunque gane Duda, Emi se niega a bajar los brazos y abandonar Polonia, como llegó a plantearse con su esposa para huir de la homofobia galopante: “Lucharemos mientras podamos, pero tengo que reconocer que estoy muy cansada. Es muy difícil sentirse parte de este país”.