crisis del coronavirus
"Enfermeras llorando y con ataques de pánico", el drama en los hospitales de EEUU
Ricardo Mir de Francia
Periodista
Especialista en política internacional y reportero. Fue corresponsal en Washington durante una década, donde cubrió las presidencias de Obama, Trump y los inicios de Biden. Antes estuvo otros seis años en Oriente Medio. Licenciado en Periodismo por la Pompeu Fabra y con estudios de posgrado en Derecho Internacional, se ocupa actualmente de la guerra en Ucrania. Interesado también en temas de investigación, geopolítica de la energía, cambio climático y economía.
Ricardo Mir de Francia
El martes por la mañana un grupo de enfermeras se concentró frente a la Casa Blanca para protestar por la desprotección con que afrontan su trabajo en los hospitales atendiendo a los pacientes de covid-19. Separadas escrupulosamente por la distancia de seguridad y cubiertas con mascarillas, blandieron fotografías de sus compañeros muertos y recitaron uno a uno los nombres de medio centenar. Como ha sucedido en otros países, las carencias de equipos de protección personal y estrictos protocolos de seguridad ha convertido a muchos hospitales de Estados Unidos en focos de contagio de la epidemia. Más de 9.000 trabajadores sanitarios se han infectado, un drama que se conjuga con el que contemplan cada día en unos hospitales donde los pacientes luchan sin sus familiares contra la ferocidad del virus.
Cada día pesa como un saco de piedras. Y Sarah King ha perdido la cuenta de los días y las lágrimas que ha derramado. Trabaja en el servicio de emergencia del Medstar Washington Hospital Center, el mayor centro sanitario privado de la capital del país, con más de 900 camas. Al volver a casa cada día, se pasa parte del trayecto llorando y muchas noches se despierta con pesadillas pensando que ha contraído el covid-19. “En el hospital es diferente porque estoy siempre ocupada, pero al salir arrastro esta tristeza que no me deja y que por momentos me paraliza”, dice esta jovencísima enfermera tras manifestarse frente a la Casa Blanca. King está asustada. Sus compañeros se están contagiando en números considerables y al menos uno ha muerto.
Falta de material
“No tenemos suficiente protección. El hospital se ha quedado sin mascarillas N95 y las están substituyendo por otras de peor calidad”, dice la enfermera. También les han quitado la protección de los pies y las cofias. En otros hospitales se pide a los profesionales que reutilicen durante días las mismas mascarillas, según el National Nurses United, el principal sindicato de enfermeras del país, organizador de algunas de las protestas que en las últimas semanas han recorrido varias capitales del país.
Los números en la capital dibujan una situación relativamente estable: 2.800 contagios y 96 muertes entre una población de 700.000 personas. Pero lo cierto es que en muchos casos solo se está haciendo la prueba a los pacientes que necesitan hospitalización. “El número de contagios es engañoso”, asegura Daniel Smith, médico de familia en una clínica de Washington sin ánimo de lucro. “Por mi experiencia diría que son hasta tres o cuatro veces más altos”. También las voces que salen del mayor de sus hospitales describen un panorama bastante más angustioso. “Las UCIS están llenas. Tenemos a pacientes graves en los pasillos y las salas de espera. Los supervisamos, pero no entran hasta que están muy enfermos. Estamos teniendo que elegir”, dice Coleen Ransahoye, enfermera en la unidad de cuidados intensivos.
También se está atendiendo a pacientes de covid-19 en habitaciones sin presión negativa (estancias con un sistema especial de filtrado de aire) y ni siquiera hay suficientes pruebas de diagnóstico para los sanitarios y los empleados del hospital. “A nosotras no se nos hace la prueba hasta que tenemos síntomas, cuando deberíamos ser la prioridad. De otro modo no podemos proteger a los pacientes ni a nuestras familias”, añade Ransahoye enfadada.
Máximo estrés
Para médicos y enfermeras la distancia de seguridad es un lujo imposible. “¿Cómo vas a mantener la distancia cuando tienes que resucitar a un paciente?” El coste emocional es inmenso. “Vivimos bajo una ansiedad y un estrés extremo. Cada día ves a enfermeras llorando y con ataques de pánico. Algunas tienen que aislarse de la familia cuando vuelven a casa; otras no pueden porque son madres solteras”, cuenta Ransahoye.
El sindicato al que pertenecen ha pedido al presidente Donald Trump que recurra a la llamada Ley de Producción de Defensa para alistar a las compañías privadas en la fabricación de equipos de protección personal. Hasta ahora solo la ha aplicado a cuenta gotas para producir respiradores, mientras presume en sus delirantes ruedas de prensa de que nada falta en los hospitales o que EEUU tiene el "mejor sistema de diagnóstico del mundo". “La gestión está siendo horrible. Dice unas cosas que no tienen nada que ver con la realidad”, afirma King.
Las enfermeras están furiosas con sus dirigentes. “Ni un solo político ha entrado en los hospitales”, dice Ransahoye. “Me encantaría que se pasaran 12 horas conmigo en la UCI, con los mismos equipos de protección que nosotras. A ver si siguen con la misma cantinela”.
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