CRISIS EN EL PAÍS SUDAMERICANO
Guaidó no puede con Maduro
Abel Gilbert
Corresponsal en Buenos Aires
Especialista en América Latina y doctor en comunicación. Ha cubierto los principales acontecimientos políticos regionales durante las últimas dos décadas para El Periódico. Es autor de ocho libros, tres de ellos en colaboración, y se apresta a publicar otros dos.
Abel Gilbert
El 23 de enero tiene resonancias especiales en Venezuela. Ese día de 1958 se puso fin a la dictadura de Marcos Pérez Jiménez en medio de un <strong>alzamiento cívico y militar. </strong>Sesenta y un años más tarde, en otro 23 de enero, el diputado Juan Guaidó se autoproclamó "presidente encargado" y, al amparo del peso simbólico de la efeméride, ofreció una salida a las penurias que, según le dijo a la multitud que le arropaba, sería de cumplimiento inmediato. "Cese de la usurpación, Gobierno de transición y elecciones libres", dijo para alborozo de miles y miles de caraqueños hastiados de Nicolás Maduro, quien había iniciado su segundo mandato pocos días antes con el desconocimiento de las fuerzas opositoras. Un año después, nada de eso se ha hecho realidad.
Guaidó era el 2019 un legislador prácticamente ignoto de Voluntad Popular (VP), el partido de Leopoldo López. En cada acto de masas repitió su consigna una y otra vez a coro con sus seguidores. Con los meses, el mantra perdió eficacia: dejó de ser escuchado como una promesa. Deseos y realidad no se reflejaban en el mismo espejo de la crisis y la desolación. Las movilizaciones comenzaron a menguar. Guaidó comprobó que la historia nunca se repite de igual manera, y mucho menos los 23 de enero venezolanos.
Por eso, 365 días después de augurar el fin inexorable del madurismo, el "presidente encargado" parece atrapado en un laberinto que incluye rebeliones en la misma oposición que lo encumbró. Todavía puede exhibir el enfático apoyo de Estados Unidos y 54 gobiernos que lo consideran la autoridad legítima de su abrumado país. Sin embargo, a Guaidó no le ha alcanzado con Donald Trump, Boris Johnson, la UE y casi toda Sudamérica, para forzar los cambios pregonados con insistencia publicitaria.
Fracasos sucesivos
La oposición más intransigente que gira alrededor de López y su delfín no imaginaba un balance tan magro. Guaidó creía que era posible quebrar el frente militar que sostiene a Maduro. Pero el 23 de febrero del 2019 fracasó el intento de abrir un corredor humanitario en la frontera con Colombia. Lo mismo ocurrió a finales de abril con el intento de golpe de Estado. Maduro mantuvo de su lado a la cúpula castrense y el poder represivo del Estado. Y llovieron las sanciones económicas de EEUU contra Caracas.
Proliferaron los apagones eléctricos, la escasez de agua, alimentos y medicinas. Se publicó un informe lapidario de la ONU sobre violaciones de los derechos humanos. Los meses corrieron, las avenidas se fueron despoblando y el palacio de Miraflores se mostró inmune hasta a los efectos de la debacle económica. Maduro hasta tuvo quien lo aplaudiera. Fracasaron también los esfuerzos de Noruega, México y Uruguay de sentar en una mesa de negociaciones a los enemigos.
Si algo faltaba para ahondar el pesimismo social era una fractura en la oposición. El diputado Luis Parra, de la intransigente Primero Justicia, imitó el gesto de Guaidó y se autoproclamó presidente de la Asamblea Nacional (AN) con el guiño del Gobierno. Existen en estos momentos dos Parlamentos, uno de ellos declarado en desacato por el Supremo y el otro en el limbo. Además, una Asamblea Nacional Constituyente que se desempeña como poder legislativo para darle a la excepcionalidad venezolana un toque absurdo.
Hora del balance
Para el analista Andrés Cañizales, el "año Guaidó" está plagado de "luces y sombras". Sigue siendo "la principal referencia de liderazgo democrático para la mayoría de venezolanos" pero "sin duda ha decaído la expectativa de que ocurrirá un cambio a corto plazo". Según Cañizales, "el respaldo foráneo, por sí solo", no alterará las relaciones de poder. Otro analista, Simón García, estima que la estrategia defendida por Guaidó fue derrotada por el madurismo. El consultor Luis Vicente León opina que "si no hay algo distinto que genere cambios, al final lo que termina ocurriendo es que vuelves al punto de origen".
La fortaleza de la que se jacta el Gobierno tiene algo de sobreactuación. Aunque se han encarcelado varios legisladores del círculo de Guaidó no puede por ahora arrestar al "presidente encargado". Contra lo que predicen las encuestas, Maduro cree incluso que ganarían las elecciones parlamentarias si se celebraran este año. Cerrada la vía del diálogo, debilitada la capacidad movilizadora, la oposición aún espera que Washington termine por inclinar la balanza a su favor. "Creo que a Venezuela le irá muy bien. Solo observen", dijo Trump en Davos, donde Guaidó fue recibido como un héroe. Alrededor suyo aguardan esas señales milagrosas y determinantes que no terminan de llegar.
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