EL DRAMA DE LA INMIGRACIÓN
"Hay una deriva xenófoba en toda Europa alimentada por los políticos"
Frente al cementerio de Ventimiglia hay un gran párking en el que un grupo de chavales juega al fútbol. Otros siguen el partido sentados en el murete que rodea el aparcamiento. De vez en cuando, un coche de policía o de Carabinieri pasa y echa un vistazo. A eso de las ocho de la tarde llega una furgoneta blanca.
Todos los chicos corren hacia ella y empiezan a formar una fila. Los que salen de la furgoneta también son jóvenes. Sacan una mesa desplegable y van poniendo encima perolas con arroz y verdura. En el suelo colocan las cajas con manzanas y plátanos.
Empieza el reparto de comida de la asociación Kensa Niya a los migrantes. Cuando terminan de cenar, algunos se arremolinan en torno a Pierrete, una jubilada parlanchina que les ofrece tabaco de picadura. "La Unión Europa no está haciendo bien su trabajo", suelta.
Hasta el párking se han acercado Berta, una psicóloga de 24 años, y María, aparejadora de 29. Dejaron Barcelona hace un mes para echar una mano en Ventimiglia. Con otra amiga abogada han creado el proyecto Solidary Wheels y ahora se preparan para auxiliar a los refugiados que siguen la ruta de los Balcanes.
"Nuestro objetivo no es solo ayudar, también queremos denunciar esta situación. Lo primero que habría que hacer es cumplir las leyes. Todo el dinero que se invierte en cerrar las fronteras podría dedicarse a reubicarlos. No cuesta tanto", dice Berta.
Una realidad distorsionada
El del cementerio no es el único sitio de distribución de comida. Christian Papini, responsable de Cáritas, lo hace por las mañanas en la calle de San Secondo próxima a las vías del tren. El año pasado hubo días en los que llegó a repartir 600 raciones. Ahora son casi la mitad. Las cifras demuestran que el flujo de migrantes ha descendido pero el mensaje sulfurado de la Liga, que en Ventimiglia logró en marzo un 30% de votos, distorsiona la realidad.
"Hay una deriva xenófoba en toda Europa sin razones reales porque, en términos numéricos, los inmigrantes no son tantos. Es un miedo alimentado por los políticos”, sostiene Papini. Admite sentir “vergüenza” del ministro del Interior, Matteo Salvini, a quien recuerda que los italianos también emigraron por razones económicas. “Yo no quiero que mis hijos crezcan en un Estado fascista”.
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