ESPECTACIÓN EN EEUU
Trump: "Nunca hubo un momento mejor para vivir el sueño americano"
Ricardo Mir de Francia
Periodista
Especialista en política internacional y reportero. Fue corresponsal en Washington durante una década, donde cubrió las presidencias de Obama, Trump y los inicios de Biden. Antes estuvo otros seis años en Oriente Medio. Licenciado en Periodismo por la Pompeu Fabra y con estudios de posgrado en Derecho Internacional, se ocupa actualmente de la guerra en Ucrania. Interesado también en temas de investigación, geopolítica de la energía, cambio climático y economía.
Ricardo Mir de Francia / Washington
Donald Trump ha afrontado esta madrugada su primer discurso del estado de la Unión con la intención confesa de unir a Estados Unidos, un país donde la fractura social y política no ha hecho más que acentuarse desde que el magnate neoyorkino llegó al poder. En su comparecencia antes las dos cámaras del Congreso, el líder estadounidense ha aparcado temporalmente la retórica incendiaria y sombría de muchas de sus intervenciones para tender puentes a sus rivales demócratas y dirigirse al país como un todo. “Todos nosotros, juntos, como un equipo, un pueblo y una familia americana”, ha dicho el mandatario republicano.
El discurso del estado de la Unión es el mejor escaparate que tienen los presidentes para glosar sus logros del último año y perfilar la agenda del ejercicio entrante. Trump no ha ahorrado adjetivos para presumir de los buenos resultados que está mostrando la economía. Ha presumido de su “masivo recorte fiscal” para las empresas y las rentas más altas, definiéndolo como la “mayor rebaja de impuestos de la historia americana”. Y ha dicho también que su Administración ha eliminado más regulaciones que ninguna otra en los más de 200 años de historia del país para concluir con una visión más que optimista del futuro del país. “Este es nuestro nuevo momento americano. Nunca hubo un momento mejor para empezar a vivir el sueño americano”.
Durante la semana sus asesores han insistido en que el presidente se disponía a ceñirse al guion para adoptar un tono presidencialista, algo que Trump solo ha conseguido hacer en un puñado de discursos señalados. Pero ese tono moderado y conciliador no ha impedido que el discurso estuviera impregnado del populismo nacionalista que conforma su identidad política. “Finalmente, América ha dejado atrás décadas de prácticas comerciales injustas que sacrificaron nuestra prosperidad y provocaron la marcha al extranjero de nuestras empresas, nuestros empleos y nuestra riqueza”. También se ha felicitado de haber cumplido con sus promesas respecto a los combustibles fósiles, que viven una nueva época dorada ante el desdén de Trump hacia el cambio climático y su alineamiento con los intereses de la industria.
“Hemos acabado con la guerra contra la energía estadounidense y con la guerra contra el carbón limpio”, ha dicho repitiendo lo que es un oxímoron. “Ahora somos exportadores de energía al mundo”. El republicano también ha aprovechado su discurso, televisado por todas las grandes cadenas del país, para vender las prioridades legislativas de su agenda. Por un lado, un plan de infraestructuras por valor de 1.5 billones de dólares, que deberían sufragar principalmente los estados y los municipios, con la ayuda de iniciativas público-privadas desde el Gobierno federal. Por otro lado, una reforma inmigratoria, que si bien podría abrir la puerta para regularizar a 1.8 millones de indocumentados, exige a cambio 25.000 millones para financiar el muro con México, así como medidas para restringir la inmigración legal.
“Pido a ambos partidos que unan fuerzas para darnos la infraestructura segura, rápida fiable y moderna que nuestra economía necesita y nuestro pueblo merece”. Aunque no se descarta que los demócratas puedan ayudarle en ese sentido, mucho más difícil será que respalden su plan inmigratorio. De hecho, cuando se hizo público la semana pasada muchos lo dieron inmediatamente por muerto.
Trump afronta este segundo año de mandato como el presidente más impopular de la historia moderna de EE UU. Un líder al que dos de cada tres estadounidenses acusan de haber ahondado la división social con sus continuos ataques a los inmigrantes, las mujeres, la prensa o los musulmanes. Ese rechazo a sus políticas estaba previsto que quedara patente en el hemiciclo. Una docena de legisladores demócratas anunciaron que se ausentarían en protesta por su comportamiento. Otros decidieron vestir de negro en solidaridad con el movimiento que denuncia el acoso a las mujeres, y del que Trump es uno de sus exponentes.
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