Las elecciones peruanas
Así es Keiko Fujimori, la niña mimada que quiere restablecer el honor de su padre
La exprimera dama, favorita en las encuestas, califica de simples "errores" los crímenes y delitos comeditos por su padre entre 1992 y 2000
Abel Gilbert
Corresponsal en Buenos Aires
Especialista en América Latina y doctor en comunicación. Ha cubierto los principales acontecimientos políticos regionales durante las últimas dos décadas para El Periódico. Es autor de ocho libros, tres de ellos en colaboración, y se apresta a publicar otros dos.
ABEL GILBERT
“Vamos Keiko vamos, hasta presidenta no paramos”. La misma música, las mismas apelaciones. No cabe duda: es la hija de Alberto Fujimori. En las fraudulentas elecciones del año 2000, él se contoneaba grotescamente al compás de “el baile del 'chino'”, como se le llamaba en el país. Quince años más tarde, como el remedo de aquella vieja película, ella repite la misma coreografía. Es, lo dice otra de las canciones proselitistas, el indetenible “ritmo de Keiko”. Es, en definitiva, la que sigue hablando en nombre del padre, como el padre. “Tengo los pantalones bien puestos para acabar con los delincuentes, los mandaremos a prisiones a 4.000 metros de altura”, dijo, como un eco de esa voz en la que se entrevera el japonés y el castellano.
A los 40 años, Keiko Sofía Fujimori Higuchi ha cumplido todos los lugares asignados por el mandato paterno. Era una adolescente cuando el presidente se divorció en términos escandalosos de Susana Higuchi, y tuvo que convertirse en una Primera Dama adolescente. El 'Chino' huyó del país y la hija quedó como su representante. Cuando lo extraditaron de Chile lo defendió a capa y espada. Como heredera política ocupó un asiento en el Congreso y fundó Fuerza Popular, el partido que reúne al rancio fujimorismo. Keiko fue candidata a presidenta en el 2011 y perdió en la segunda vuelta ante Ollanta Humala. “Estamos entre el cáncer y el sida”, ironizaron entonces muchos peruanos. Detrás de esa sonrisa aniñada se esconde una mujer pertinaz, decidida, a la que se quiere y se teme como todo pasado oscuro que amenaza retornar.
Tiempo atrás, cuando los Fujimori (el ingeniero Alberto, la dedicada Susana y sus cuatro hijos) representaban ante los medios la tierna comedia de una familia ejemplar, Keiko, la primogénita, cursaba sus estudios en el Colegio Sagrados Corazones Recoleta. Después se fue a estudiar Economía a Estados Unidos. Su capacidad adquisitiva, propia de un príncipe saudita, le permitía materializar cualquier deseo. “Manejaba una tarjeta de crédito de una empresa offshore que se creó en Panamá. ¿De dónde provenía ese dinero? Del Servicio de Inteligencia Nacional (SIN)”, recordó Matilde Pinchi Pinchi, quien fuera secretaria de Vladimiro Montesinos, el 'Rasputín' de Alberto Fujimori desde el autogolpe de 1992 hasta su caída, ocho años más tarde.
INDULTO ESCONDIDO
Desde 2009, el padre cumple una condena de de 25 años por las matanzas de 25 personas Barrios Altos (1991) y La Cantuta (1992), y por el secuestro de un periodista y un empresario en 1992. A lo largo de la campaña, Keiko reiteró lo que parece ser su credo personal: en caso de acceder a la presidencia, no cometerá los “errores” políticos que han manchado a su apellido. Y es el momento en el que los antifujimoristas apelan a la memoria y a los pronunciamientos judiciales. Y le recuerdan que lo que ella llamar “errores” fueron “crímenes”. Keiko insiste y jura que “nunca más” sucederán esas cosas si ganara. Pero muchas personas que estaban con 'papá' ahora rodean a la niña más mimada. La que, advierten, viene con el indulto escondido para restablecer, al menos en parte, el honor familiar.
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