Convulsión en la red

Así funciona la ciberguerrilla

<b>EL PERIÓDICO</b> ha entrado en contacto con siete de los 21 gestores del grupo clandestino Anonymous. A través de una entrevista colectiva en un chat que ellos consideran blindado, explican que las empresas que censuraron a Wikileaks siguen siendo sus objetivos. Afirman que su política actual no es atacar a gobiernos y que solo lo harán como último recurso «para denunciar la falta de libertad de expresión».

El grupo Anonymous ataca webs en nombre de la libertad en internet

CATALINA GAYÀ / Barcelona

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La escalera está a oscuras y me tropiezo con el quinto escalón. Entro en un piso de Barcelona con la condición de que no revelaré ni dónde ni con quién estoy. El objetivo es contactar, a través de un sistema informático que mi intelocutor considera seguro, con varios gestores de Anonymous, una plataforma a la que se ha llamado ciberguerrilla. Es una cita a ciegas: no sé cuántos serán y ni siquiera sé si son miembros de Anonymous. He llegado 20 minutos antes y, en la acera, he repasado lo que he leído sobre ellos. La sonrisa inmortal de Guy Fawkes, el personaje popularizado en el cómic y la película V de Vendetta, lo que supongo es su forma de comunicarse con el mundo, inunda la red. Por este personaje, he sabido que este grupo de cibernautas crean operaciones, bajo el nombre de Anonops (Anonymous Operations), que tienen como objetivo ataques digitales contra las entidades que han querido censurar internet.

El 10 de septiembre empezaron la operación Payback (operación te la devuelvo) contra la Asociación Americana de Cinematografía. Le devolvían el ataque que estos, según Anonymous, habían hecho contra sitios web en nombre de la antipiratería. La primera semana de diciembre, cuando las empresas Amazon, Visa, Mastercard, Paypal y Postfinance empezaron a retirar sus servicios a Wikileaks, los convirtieron en su objetivo en otra operación, que bautizaron Avenge Assange (Venguemos a Assange). En cuestión de horas dejaron inoperativas las páginas corporativas de estas empresas. La operación, revelan durante la entrevista, aún está en marcha.

En tres días locos de búsqueda aparecen y desaparecen en todos los rincones de la red. He encontrado sus manifiestos (en todas las lenguas) en Facebook, en Twitter, y hasta en un blogspot. En Youtube, Guy Fwakes explica por qué existen: «Estamos haciendo campañas pacíficas a favor de la libertad de expresión en todas partes. No somos hackers, hacemos acciones simbólicas». También en Youtube aparecen los manifiestos de Anonymous. En estos explican el objetivo del ataque, la dirección web y la hora de inicio de la operación. En muchos foros tecnológicos, se dice que tienen pasado -y quizá futuro-de hacker, pero ahora son otra cosa: una ciberguerrilla en forma de enjambre. En realidad, han puesto en marcha una operación sencilla: miles de usuarios se conectan al mismo tiempo a una página hasta que la dejan inoperativa.

La información publicada en la prensa apuntaba a una web (4chan.org), pero ahí solo he encontrado chicas desnudas y rarezas de la vida digital. Por este camino voy mal.

Ahora subo estas escaleras a oscuras y me siento torpe. Mi acompañante ni me mira. Mientras subimos me aclara que «no son hackers» porque nadie dejó de poder utilizar la Visa mientras su página corporativa no funcionaba. Lo que dice me recuerda que en muchos foros se habla de «protesta digital». Recuerdo las palabras de Guy Fawkes: «Tenemos un pasado negro». Anonymous reivindicó el asalto del correo personal de Sarah Palin en septiembre del 2008. ¿Serán los mismos?

Hago como si supiera más de lo que sé y le pregunto si la conexión será segura. Se ríe. Llegamos a la habitación. Huele a cerrado y a cenicero sucio. El ordenador se conecta a algo que, a mí, me recuerda a Matrix. De repente, el cursor se mueve y leo: «Hello (Hola)». Estoy conectada a un chat en el que hay cinco, no, siete, personas. La entrevista será colectiva, como, explicarán, es Anonymous. Cada cual marcará en un color su intervención hasta que se cree una respuesta consensuada entre todos. Ellos están acostumbrados a hacerlo. Yo, al principio, solo veo colores: azul corrige a verde; marrón añade información.

Pierdo el hilo varias veces. Entiendo que no luchan solo por Julian Assange; su guerra, dicen ellos, es para que internet sea sin censuras. Les pregunto si creen que el establishment no les entiende y habla de hackers porque hay demasiada diferencia de edad. No dudan: el vacío generacional existe. Rezo para que Orange o Telefónica o el operador que tenga el ordenador al que estoy conectada no se cuelgue y que los otros, aunque no tenga claro quiénes son, no aparezcan. Llevo cuatro meses sin fumar, pero ahora me acabaría un paquete. Nadie aparecerá, pero la comunicación se colgará varias veces. La entrevista ha acabado y tengo más preguntas que antes. Algo me queda claro: la operaciones Payback y Avenge Assange siguen en marcha y Paypal, Mastercard y Visa siguen siendo su objetivo.

-Hello (Hola)