Guerra en Oriente Próximo

Israel se enfrenta en Líbano a los fiascos de su pasado: medio siglo tratando de crear sin éxito una zona de seguridad fronteriza

Netanyahu anuncia que Israel se prepara una "acción poderosa" contra el Líbano

Los intentos israelíes de alejar a las milicias libaneses de la frontera no aportaron más que soluciones temporales que acabaron estallando tarde o temprano

Un soldado israelí examina los restos de un bombardeo de Hizbulá en la localidad de Moshav Shtula, en el norte de Israel.

Un soldado israelí examina los restos de un bombardeo de Hizbulá en la localidad de Moshav Shtula, en el norte de Israel. / KOBI WOLF / BLOOMBERG

Ricardo Mir de Francia

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Los múltiples conflictos de Oriente Próximo raramente pueden escapar a su propia historia. Salvo la paz entre algunos de sus principales actores, todo se ha intentado antes, aportando en el mejor de los casos soluciones temporales que no han resuelto las raíces del problema y han acabado estallando tarde o temprano. Ese es el dilema que vuelve a enfrentar Israel en su frontera con el Líbano, donde libra una guerra de baja intensidad con la milicia libanesa de Hizbulá desde el 8 de octubre, cuando esta última decidió abrir un frente en el norte “en solidaridad” con sus aliados palestinos de Gaza. El Estado judío está obligado a pacificar la frontera para permitir el regreso de los desplazados israelíes a sus hogares en el norte. Un plan que pasa por alejar a las milicias rivales de su frontera creando allí una “zona de seguridad” una idea que lleva casi medio siglo persiguiendo sin demasiado éxito.

La probabilidad de una guerra total entre ambos contendientes crece con el paso de las semanas. El primer ministro israelí, Binyamín Netanyahu, anunció hace unos días que la “fase de intensos combates” contra Hamás en Gaza “está a punto de acabar”, lo que permitirá a sus militares liberar a parte de sus efectivos en el sur para trasladarlos a la frontera norte. El tiempo corre en su contra. Netanyahu prometió a los 65.000 desplazados del norte de Israel que podrían regresar a sus casas antes de que comience el curso escolar en septiembre. Pero los esfuerzos diplomáticos que lideran Estados Unidos y Francia para tratar de alcanzar una solución negociada no están dando frutos. Israel exige que Hizbulá retire a sus fuerzas de las inmediaciones de la frontera, pero la milicia chií insiste en que no aceptará un acuerdo hasta que haya un alto el fuego en Gaza.

“El Ejército israelí quiere destruir el poder militar de Hizbulá, o al menos, sus unidades militares en el sur del Líbano para restablecer la disuasión y devolver la calma a la frontera”, explica el politólogo israelí de la Universidad de Bar Ilan, Menahem Klein, quien fuera asesor en los procesos de paz de principios de los 2000. “Hay grupos de presión en el establishment, el Ejército y los desplazados de la sociedad civil que están empujando a Netanyahu para que vaya a la guerra”, añade a este diario. Conscientes de los riesgos que implica, ninguna de las partes quiere un conflicto a gran escala, pero algunos lo consideran inevitable.

Río Litani: objetivo estratégico

Y es que degradar las capacidades militares de la milicia proiraní, que cuenta con un arsenal muy superior al de Hamás con 150.000 misiles balísticos, cohetes y drones, solo le serviría a Israel para comprar tiempo. No necesariamente bastaría para alcanzar el objetivo estratégico ambicionado por sus dirigentes desde hace décadas y expresado en diciembre por el ministro de Defensa, Yoav Gallant. “Nuestra pretensión es reinstaurar la seguridad para los residentes (del norte) mediante un acuerdo internacional que empuje a Hizbulá más allá del río Litani, en consonancia con la resolución 1.701 de la ONU”, dijo antes de añadir que, si la diplomacia falla, tendrá que imponerse por medio de la fuerza.

El pequeño río Litani delimita el sur del Líbano, una región de valles agrícolas y montes escarpados que se adentra 32 kilómetros al norte de la frontera israelí en sus puntos más alejados. Con una población mayoritariamente chií, hoy es uno de los bastiones de Hizbulá junto al valle de la Becá (en el este del país) y algunas zonas de Beirut. Del sur emanan el grueso de sus ataques, como lo hicieron hasta los años 80 los ataques de las milicias palestinas establecidas en el Líbano. Desde entonces Israel ha tratado de ‘limpiar’ la zona para crear una franja de seguridad, pero no ha logrado más que parches pasajeros.

Dos invasiones y una guerra

En 1978 lo intentó por primera vez con la 'Operación Litani', iniciada después de que una incursión palestina militantes palestinos atravesaran la frontera y masacraran a 38 civiles israelíes tras secuestrar un autobús. Después de una semana de invasión militar, Israel logró expulsar a las milicias de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) del sur del Líbano, donde se habían establecido tras ser expulsadas de Jordania durante los acontecimientos del Septiembre Negro de 1970. Para tratar de preservar el nuevo estatus quo la diplomacia internacional creó la Fuerza de Interposición de Naciones Unidas en Líbano (FINUL), pero no funcionó.

Israel volvió a invadir el Líbano en 1982 para expulsar a la OLP del país, complicando un poco más la brutal guerra civil libanesa (1975-1990). Tres años después retiró a sus tropas al sur del Litani, donde estableció una “zona de seguridad” controlada con la ayuda de sus aliados cristianos, financiado y armados desde Tel Aviv. Así comenzaron sus 15 años de ocupación de la región, una época sin gloria que se cerró con la “humillante retirada” ordenada por Ehud Barak en 2000 tras años de hostigamiento y bajas provocadas por Hizbulá, que acabó ocupando el vacío de las milicias palestinas en el sur y erigiéndose en el autoproclamado garante de la soberanía del Líbano. La ocupación israelí de las Granjas de Sheba, una pequeña zona que pertenece al Golán sirio anexionado por Israel, pero que Líbano reclama como suyo, le ha permitido dar legitimidad a su estatus como movimiento de resistencia en el país de los cedros.

Y así hasta los 34 días de guerra en 2006, cerrada en tablas, pese a la masiva destrucción infligida sobre el Líbano. Al final de la contienda, la resolución 1.701 de la ONU dictó que la retirada israelí debía ir acompañada de la desmilitarización del sur del Líbano, donde solo podrían operar la FINUL y el Ejército libanés. En paralelo, ordenó el desarme de Hizbulá. A la postre, sin embargo, ninguna de las partes acabó cumpliendo. “Los iranís y los sirios presionaron al Gobierno libanés para que se enfrentara Hizbulá e Hizbulá aprovechó la debilidad del Gobierno libanés para quedarse en el sur”, asegura Hilal Khashan desde la Universidad Americana de Beirut. De la otra parte, Beirut acusa al Ejército israelí de violar su soberanía con incursiones regulares en su espacio aéreo y marítimo.

Zona de nadie junto a la frontera

De modo que no hay soluciones fáciles en el entuerto que ambas partes enfrentan, como demuestra la historia. Israel ha amenazado con “devolver al Líbano a la Edad de Piedra” si una guerra a gran escala acaba tomando forma. Y en paralelo, de acuerdo con el ‘Financial Times’ estaría tratando de crear una zona de nadie en el sur del Líbano a base de hechos consumados. “Los bombardeos casi diarios, los ataques con artillería y con químicos incendiarios de fósforo blanco han dejado buena parte de los cinco kilómetros al norte de la Línea Azul inhabitables”, sostiene el diario británico. La Línea Azul es la frontera provisional reconocida por la ONU entre ambos países.

Para Hizbulá tampoco hay salidas exentas de riesgos existenciales. “Si acepta un acuerdo para retirarse de la frontera, estará implícitamente renunciando a liberar los territorios ocupados del Líbano. Y si lo hace, sufrirá una enorme presión de los sectores libaneses que llevan años reclamando su desarme para acabar con su dominio de la política nacional”, dice el politólogo Hilal Khashan.

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