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Will Smith visita Madrid para promocionar la nueva entrega de la película 'Bad boys: ride or die'

Will Smith visita Madrid para promocionar la nueva entrega de la película 'Bad boys: ride or die' / JJ Guillén

Natalia Araguás

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Casi treinta años después de que Will Smith (Filadelfia, 1968) se licenciara como héroe de acción corriendo descamisado por Miami en ‘Dos Policías Rebeldes’, de Michael Bay, vuelve a la palestra con la cuarta entrega de la saga. ‘Bad Boys 4: Ride or Die’, en los cines desde este viernes, demuestra que el torso del actor aguanta el embate de tres décadas. Queda por ver si también resiste el aura de tipo alegre y encantador que le acompaña desde que se diera a conocer en los 90 con ‘El Príncipe de Bel-Air’, donde interpretaba a un chico del oeste de Filadelfia que rapeaba, en una especie de ficción de sí mismo.

Dos años después del mítico bofetón a Chris Rock en los Óscar, que empañó que luego ganase la estatuilla al mejor actor por ‘El método Williams’ y le supuso la prohibición de asistir a la gala durante una década, Will Smith se enfrenta al verano de su redención. “Era el niño pequeño que veía como su madre pegaba a su padre”, trató de explicarse en ‘The Daily Show’ en 2022 para justificar “la decisión horrible” de cruzarle la cara al cómico por bromear sobre la alopecia de su mujer, Jada Pinkett. Casados desde 1997, fue ella quien mejor descifró el episodio en su autobiografía, dejando de paso claro que la pareja, abanderada del poliamor en Hollywood, llevaba separada desde 2016 aunque sin ninguna intención de divorciarse. “Destruyó la idea romántica de que, si logramos la suficiente, estamos exentos de la oscuridad”, reflexionó Jada Pinkett en ‘Worthy’: “También fue perturbador ver un conflicto de esa naturaleza entre dos hombres negros sobre un escenario blanco, al igual que lo fue ver como un hombre negro insulta a una mujer negra sobre ese mismo escenario. Una vez más”.

Silencio y discreción

Desde entonces, Will Smith se aplicó la máxima borgiana de callar, si no puedes mejorar tu silencio. Solo protagonizó una película, ‘Hacia la libertad’, y redujo sus apariciones públicas. El que fuera uno de los actores más prolíficos y rentables de Hollywood, con un valor neto de 350 millones de dólares según Celebrity Net Worth, se tomó un respiro.

El punto de inflexión tuvo lugar en el último festival de Coachella, al que Will Smith había acudido junto con Jada Pinkett en principio para apoyar a su hija Willow, que actuaba junto a Jon Batiste. También rondaba por allí su otro hijo, Jaden, de marcha con Justin Bieber, pero el actor no había ido a controlar a sus populares vástagos. Subió al escenario con J. Balvin, quien se abrazó a él antes de dejarle cantar ‘Men in Black’, vestido de negro y con las gafas de sol correspondientes.

Una aparición de perfil tan alto anunciaba lo que ahora viene: el retorno de Will Smith al 'blockbuster'. El actor se está empleando a fondo en la promoción ‘Bad Boys 4: Ride or Die’ y ha estado en España con visita incluida este miércoles a ‘El Hormiguero’, donde pudo practicar su castellano. Will Smith se enfrenta a un momento refundacional y no es el primero. También él escribió una autobiografía, ‘Will’, donde explicaba que, en sus inicios como rapero, llegó a vender tres millones de discos.

Tomó entonces otra mala decisión: evadir impuestos durante dos años y medio, hasta que le pilló Hacienda con 22 años. Grabó un nuevo disco, pero fracasó, y tuvo que empeñarlo todo –su casa, los cuatro coches– y pedirle prestados 10.000 dólares a un amigo suyo traficante para pagar la deuda y mudarse a Los Ángeles. Allí conoció al productor Bennie Medina, que le ofreció trabajo en ‘El Príncipe de Bel-Air’, una oferta que no se tomó en serio hasta que Quincy Jones lo convenció. De aquel fraude fiscal emergió un príncipe. Que ahora pugna para seguir siéndolo.

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