Larga ausencia por el covid
Carles Francino: "Que en la uci del Clínico de Madrid se escuchara el ruido del botellón en la calle no tiene nombre"
El periodista de la SER ha reflexionado, en su regreso este lunes a 'La ventana' (SER), sobre la devastadora enfermedad y los comportamientos irresponsables
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GENTE REGRESO DE CARLES FRANCINO AL PROGRAMA DE RADIO LA VENTANA DE LA SER
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Inés Álvarez
Periodista
Periodista de televisión. Antes trabajé en revistas especializadas y colaboré en el 'Diari de Barcelona'. En 'EL PERIÓDICO de Catalunya' he pasado por las secciones de Cosas de la Vida, Gente, Dominical, Opinión, Edición y Televisión/'Teletodo'. Jurado de los Premis Zoom 2019 y Zapping 2021, 2022 y 2023.
Inés Álvarez
Perdió seis o siete kilos, masa muscular y la voz, algo que si ya es preocupante para cualquier ser humano, para un periodista radiofónico resulta una tragedia. De ese modo se había cebado el covid en Carles Francino. Pero en esos 47 días no solo perdió, también ganó. Cariño, mucho cariño. “Si el cariño fuera una hipoteca, yo estaría pagando plazos lo que me queda de vida”, confesaba, entre lágrimas, este lunes a su regreso al programa 'La ventana' de la SER. Un sentido discurso en el que la emoción también daba paso a la indignación: la que le provocan las pésimas condiciones en las que trabajan los sanitarios y la insensata despreocupación de quienes se arremolinaron este fin de semana a celebrar el fin del toque queda. "Que en la uci del Clínico de Madrid se escuchara el ruido del botellón en la calle no tiene nombre”, se quejaba.
Había pasado un mes y medio desde que abandonó el programa por precaución, porque había estado en contacto estrecho con un positivo (en la calle y con mascarilla). Según el periodista, cuando le mandaron a su casa, se fue "cabreado como una mona". "Pensaba que era muy exagerado, que llevaba un año tomando precauciones, con controles muy seguidos, que soy deportista, que estoy fuerte y que a mí no me podía tocar".
Pronto se dio cuenta de su error. Sobre todo cuando a los cinco días tuvo que ingresar de urgencias. En 48 horas su estado empeoró. "Incluido un ictus del que, afortunadamente parece que no me ha quedado ninguna secuela". También perdió peso, masa muscular y la voz. Y aún se puede considerar afortunado. “Un contacto estrecho, familiar muy próximo, perdió la vida en abril. Y otra se recupera lentamente”. Su mujer y sus hijos pequeños también lo han sufrido, “aunque con menor virulencia", decía un Francino emocionado, pero también indignado. Porque él ha vivido en primera persona, no como periodista, sino como enfermo, la situación de los sanitarios.
"Pensaba que soy deportista, que estoy fuerte y que a mí no me podía tocar”
“¿Dónde han quedado aquellos aplausos a las ocho de la tarde? ¡Es que no paran! Y eso que hay momentos en los que les notas cansados, asustados también… y cabreados”. Y esto le lleva a una amarga queja: “¿Cómo no van a cabrearse los enfermeros que me atendieron con lo que se ha visto este fin de semana? Que en la uci del Clínico de Madrid se escuchara el ruido del botellón en la calle no tiene nombre”. Para el colectivo "mayoritario, por suerte, que no ha visto el covid de cerca las alusiones a muertos, a contagiados, a hospitalizados… pues como que ya sobran, molestan, ¿no?", ironizaba.
Decisiones erróneas
“Claro que determinados discursos políticos o decisiones erróneas fomentan esos comportamientos. Pero hoy no quiero entrar en eso”, decía evitando incendiarse el también colaborador de EL PERIÓDICO, porque solo quiere quedarse con lo poco bueno de esta terrible experiencia: el cariño recibido. “Ha sido abrumador. Si el cariño fuera una hipoteca, yo estaría pagando plazos lo que me queda de vida”.
Y acababa con una última reflexión de alguien que ha visto cómo la vida se le escapaba. “Quizá deberíamos invertir más energía en las cosas importantes de la vida, las que tienen que ver con los sentimientos nobles, con cuidar a las personas a las que queremos, con intentar que este mundo sea un poquito mejor… Y no perder el tiempo en peleas absurdas y otras gilipolleces”, aconsejaba, admitiendo que, además del covid, quizá le habría picado “el virus de Paulo Coelho”.
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