El poder, en cinco personas

El Girona, triunfo de una gestión moderna

Girona, el laboratorio del éxito de un club pequeño que desafía a Barça y Madrid

Los secretos del Girona: Míchel y Quique, los líderes del líder

Pere Guardiola, accionista principal del Girona (2020)

Míchel, Pere Guardiola, Delfí Geli, Ignasi Mas´Bagà y Quique Carcel.

Míchel, Pere Guardiola, Delfí Geli, Ignasi Mas´Bagà y Quique Carcel. / .

Marcos López

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Es un club pequeño (tiene 13.000 socios) y que habita en viejo y pequeño estadio (Montilivi fue inaugurado en agosto de 1970 con capacidad para 14.624 espectadores), pero que tiene una gestión moderna y estable, con propietarios que no abandonaron la entidad en los momentos de máxima dificultad. La relación es casi horizontal entre los cinco núcleos de poder que van de Pere Guardiola (presidente del consejo de administración del Girona) a Míchel, el técnico que ha liderado tal poderosa transformación, sin olvidar a los otros tres pilares.

El trabajo de Delfí Geli (exjugador, leyenda del club y ahora presidente) para coser el hilo emocional con la afición, unido a la astucia y clarividencia en el mercado que proyecta Quique Cárcel, el director deportivo que ha obrado el cambio, junto a Ignasi Mas-Bagà, el silencioso pero eficaz director general que ha pilotado el cambio desde los despachos supervisando la construcción de la ciudad deportiva ubicada en Vilablareix (Girona), con una inversión estimada de 25 millones de euros. Se espera inaugurar a finales de esta temporada.

Pere Guardiola, el presidente del consejo de administación del Girona, en Montilivi.

Pere Guardiola, el presidente del consejo de administación del Girona, en Montilivi. / Aniol Resclosa

Pere Guardiola, presidente y copropietario (2015)

Pere Guardiola, presidente y copropietario (2015)

Estuvo asesorando en la primera venta del Girona (2015), cuando el club estaba en la miseria, incapaz de pagar incluso las nóminas a sus jugadores. Desde entonces, su influencia en el club ha ido creciendo, convertido en 2017 en copropietario junto al City Football Group, abriendo tres años más tarde la entrada a Marcelo Clauré, el tercer inversor.

Pere Guardiola es un presidente ejecutivo, conectado, de forma permanente, a Quique Cárcel, su otra voz en el campo. Y además proyecta sus excelentes conexiones en el fútbol al equipo abriendo puertas, que parecían casi inaccesibles, como los fichajes de los ucranianos Tsygankov y Dovbyk.

Delfí Geli, el presidente del Girona, durante una entrevista.

Delfí Geli, el presidente del Girona, durante una entrevista. / Efe

Delfí Geli, el rostro y la voz (2015)

Delfí Geli, el rostro y la voz (2015)

Es un club moderno y, a la vez, familiar. Todo el poder se concentra en muy pocas manos. Gelí, nacido en Salt hace 54 años, empezó (1987) y acabó su carrera en el Girona (2005) tras pasar por la cantera del Barça, Albacete, Atlético –estuvo cinco temporadas- y Alavés.

Es la voz institucional de la entidad, con un discurso tan cuidadoso como respetuoso. Asumió esta función de presidente en 2015 rescatando su conexión sentimental con el aficionado, al tiempo que proporcionaba a la propiedad el profundo conocimiento del club. Y también de la ciudad. 

Ignasi Mas-Bagà, director general del Girona, en Montilivi.

Ignasi Mas-Bagà, director general del Girona, en Montilivi. / Marc Martí

Ignasi Mas-Bagà, el disco duro del club (2015)

Ignasi Mas-Bagà, el disco duro del club (2015)

Lleva más de ocho años en las oficinas de Montilivi. Aunque su figura, tremendamente discreta ante los micrófonos, no le confiera en público la trascendencia que tiene en privado. Entró en el club cuando se produjo la salida del concurso de acreedores voluntaria que se impulsó en julio de 2012.

Tras trabajar seis años en Media Sports Marketing, una de las filiales de Mediapro donde coincidió con Pere Guardiola, Mas-Bagà (Nacho, como se le llama en el club) pasó también por LaLiga (2014) antes de recalar en Girona.

Ahí, y desde 2015, tiene el club en la cabeza. Y en su ordenador diseñando una política austera evitando el despilfarro, resurgiendo, tanto a nivel comercial como económico, tras el impacto que dejó la pandemia, dotando de recursos a la obra deportiva que construyen Quique Cárcel y Míchel.

Quique Cárcel, el director deportivo del Girona, en Montilivi.

Quique Cárcel, el director deportivo del Girona, en Montilivi. / Sport

Quique Cárcel, la idea por bandera (2014)

Quique Cárcel, la idea por bandera (2014)

El director deportivo es quien más tiempo lleva en el Girona. Está a punto de cumplir 10 años en tan delicado y estratégico cargo, algo inusual en este volcánico mundo de fútbol. Ha hecho varias revoluciones, y con éxito, en esa década donde ha dotado de una idea futbolística absolutamente reconocible al equipo, además de ser un polo de atracción para jugadores que desean disfrutar con esa propuesta. Eric García, sin ir más lejos.

Tenía el central del Barça ofertas mucho más poderosas, pero eligió al Girona por su manera de entender el fútbol. Ha pasado Quique Cárcel de la revolución con Pablo Machín, el primer técnico mediático de la institución, a Míchel, el entrenador de moda de la Liga. Y del fútbol español. El mismo a quien apoyó cuando hace dos años, y por estas fechas, estaba camino de la Segunda B.

Tiene un talento especial para descubrir jóvenes (Sávinho es el más evidente ahora mismo) y una capacidad singular de desempolvar futbolistas que parecían perdidos para la elite (Stuani, sin ir más lejos) y elevarlos a otra dimensión, como ocurre con Aleix García. Venía del L’Hospitalet, donde ejerció de secretario técnico. Criado en el anónimo y modesto fútbol se ha consagrado Cárcel en la creación del ‘modelo Girona’, un modelo que será estudiado dentro de unos años. Tiene contrato hasta 2027.

Míchel se dirige a los aficionados del Girona tras el triunfo en Pamplona sobre Osasuna (2-4).

Míchel se dirige a los aficionados del Girona tras el triunfo en Pamplona sobre Osasuna (2-4). / Afp

Míchel, el técnico de la revolución (2021)

Míchel, el técnico de la revolución (2021)

El Huesca lo despidió en enero de 2021. Nadie le volvió a llamar entonces. Estaba sin trabajo. Y en aquel verano, ya todos los clubs, tanto de Primera como Segunda, habían elegido a sus entrenadores. Pero el Rayo eliminó al Girona del play-off de ascenso y subió a Primera. Entonces, Cárcel cogió su móvil y tecleó el número de Míchel, ya de vacaciones en Ibiza con la familia, preparándose para un año sabático por obligación. Esa llamada cambió todo.

Vino a Montilivi, se buscó vivienda en el centro de Girona, en pleno casco histórico. Se empapó primero del equipo, a quien llevó a Primera en su primer año, luego del club y, por supuesto, de la ciudad. Orgulloso como está siempre de su origen –es de Vallecas, barrio obrero de Madrid, la gran capital del país- se integró al instante.

No solo porque quiso hablar catalán desde el primer día –así hace sus comparecencias ante la prensa en la previa de cada partido- sino porque se siente un gironí más. El primer año vivía solo, refugiado cada viernes por la noche en aquellas cenas con tortilla que disfrutaba junto a sus vecinos. Ahora ya tiene a su mujer y a uno de sus hijos, que juega en el filial del club.

De vez en cuando. Míchel baja a Barcelona para sentarse de forma anónima en uno de los taburetes del Kiosko Universal del mercado de la Boqueria. En uno de esos días, David Torras, jefe de comunicación del club, pactó una comida entre Pep Guardiola y él. Desde entonces, la sintonía entre ambos no para de aumentar.

Técnico extremadamente exigente y camaleónico, que no tiene dogmas intocables, se mete en la piel del jugador con un discurso auténtico y cercano. Auténtico, cercano y duro, aunque ahora ya no tire enojado tantas botellas de agua al césped. Señal de que el Girona va de maravilla. Tiene contrato hasta 2026.