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Muere Fabián O'Neill a los 49 años, el mejor futbolista con el que Zidane compartió vestuario

El excentrocampista uruguayo de la Juventus maravilló al francés pero una vida llena de excesos frenó en seco todo su potencial

Fabián O'Neill

Fabián O'Neill / JUVENTUS

Eloy Carrasco

Eloy Carrasco

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Zinedine Zidane fue un día el número uno del mundo y tiene credibilidad, sabe de lo que habla. O eso parecía hasta que, siendo entrenador del Madrid, dijo que Cristiano Ronaldo era el mejor jugador de la historia del club blanco. Sin ir más a fondo, como mínimo se acababa de ventilar a Di Stéfano. El muerto al hoyo y el vivo al bollo. El obligado masaje de un entrenador al ego de su estrella debería tener un límite.

El mismo Zidane también dijo hace unos años que el mejor futbolista con el que había jugado en toda su carrera era Fabián O’Neill. Casi nadie sabía quién era Fabián O’Neill cuando dijo eso, pero a Zidane lo deslumbró de tal manera que siempre ha hablado de él en términos superlativos. El exfutbolista uruguayo falleció este domingo en Montevideo a los 49 años tras haber sido ingresado de urgencia en un Centro de Tratamientos Intensivos y una vida de excesos.

O’Neill coincidió con ZZ en la Juventus. Solo una temporada, la 2000-01. Era un centrocampista uruguayo ciertamente heterodoxo. Espigado (1,86), astutísimo y con una muy poco común habilidad para golpear maravillosamente el balón con las dos piernas. En un partido, solo por joder, le hizo tres caños a Gattuso. Era un fenómeno. Tras cuatro temporadas de esplendor en el Cagliari lo fichó la Juve de Ancelotti en el banco y Del Piero y el propio Zidane en el campo. Pero había un problema. O’Neill bebía demasiado. Apenas resistió un año el rigor del gran club turinés y empezó a ir de capa caída.

El día que compró 1.104 vacas

Antes de cumplir los 30 ya se había retirado a su paraíso rural, Paso de los Toros, un pueblo a 250 kilómetros de Montevideo donde hasta el domingo, fondón y abotargado, pasaba las horas en los boliches, con un whisky en la mano. De vez en cuando lo llamaban para una entrevista, para que volviese a explicar alguno de sus muchos desmanes, para que contase de nuevo aquellas veces que Zidane proclamaba que él era el mejor futbolista que había tenido a su lado.

Con simpleza de barra de bar, O’Neill recordaba sin rencor sus años de excesos. "Caballos lentos, mujeres rápidas y no quedó nada", resumía su desdicha, cimentada en el gusto por las carreras en las que tanto dinero quemó y en las tormentosas relaciones conyugales. "Plata y miedo nunca tuve". Siempre con un trago de sobra.

Muchas de sus desventuras constan en 'Hasta la última gota', biografía que fue un éxito en Uruguay. Para hacerse una idea de la dimensión de sus pasotes, los autores del libro, Federico Castillo y Horacio Varoli, narran que una mañana el Mago Fabián fue a una subasta de ganado, sin dormir y mamado hasta las trancas. Mientras en un monitor desfilaban los rebaños, él iba levantando el brazo, como un robot, activando así la transacción. Al final le tuvieron que decir que acababa de comprar 1.104 vacas, 250.000 dólares del ala.

Criado por una abuela

O’Neill tuvo una infancia muy poco convencional, por decirlo suavemente. Sus padres se desentendieron de él y lo crio una abuela. Durmió en la misma cama con ella hasta los 14 años, a los 9 vendía salchichas a la puerta de un burdel y ya bebía. Tampoco Cristiano Ronaldo fue un niño plenamente feliz, marcado por un padre alcohólico. Sin embargo, al revés que O’Neill, Cristiano se convirtió en un competidor inmenso, en un titán obstinado en alcanzar todas las metas que estaban por encima de sus posibilidades, seguramente inferiores a las de aquel Fabián que jugó con Zidane.

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