Opinión | Política y moda
Experta en comunicación no verbal.
Patrycia Centeno
Experta en comunicación no verbal.
¿Saludo masón o borbón?
Dos besos y una reverencia. Hasta ahí, el saludo habitual de la infanta Elena a su padre. Pero cuando su hija aún se estaba incorporando de la genuflexión, el rey emérito alzó su mano sobre la cabeza de su primogénita y le dibujó en la frente una cruz con el pulgar. Ella emuló el gesto de protección. Tras el saludo protocolar y la incorporada bendición; la cosa siguió, dejando a todo observador patidifuso e incluso planteando la incógnita de si aquel ritual de despedida respondía a un ceremonial masónico, borbónico o esperpéntico....
Chocar las palmas, cerrar el puño, encaje de dedos, agarre por la muñeca y dos golpes sobre el pecho. Cualquier saludo corografiado pretende manifestar un sentimiento de pertenencia. De hecho, a muchos se les antojó comparar el que hicieron el emérito y la infanta con el de compadreo que se dedican algunos jugadores de la NBA. Sin embargo, siempre que políticos y empresarios hacen algún gesto raro o poco habitual en el saludo surgen teorías conspiranoicas sobre su vinculación con los masones y los Illuminati. No se han librado de tales insinuaciones Simon Bolivar, Winston Churchill, Salvador Allende, Justin Trudeau, Barack Obama, Donald Trump o más recientemente Javier Milei. Por lo poco que se sabe, hay dos señales que podrían identificar su pertenencia a la que se conoce como la sociedad secreta más extensa del mundo. Pero si bien los dos últimos gestos del ritual borbón coinciden con el masón (tomar por el antebrazo en vez de por la mano y los golpes en el pecho); no se aprecia el supuesto triángulo que deberían conformar el dedo índice, anular y pulgar en el apretón de manos.
Es conveniente señalar que el asombro ante tal despedida entre la infanta y el emérito viene porque ese saludo no se había visto nunca antes entre ellos. Tal vez lo habían practicado en privado, pero no frente a decenas de cámaras de televisión que aguardaban en la entrada de un restaurante madrileño a que salieran los invitados a la comida de cumpleaños organizada para festejar el 60 aniversario de la Infanta Elena. Es decir, sabían perfectamente que el saludo traería cola. Y ahí, quizá, comos siempre, la pregunta más interesante: ¿por qué ahora? ¿Qué trataban de acallar o eclipsar con ese intercambio gestual? ¿Pretendían evitar que Letizia fuera de nuevo la protagonista de la jornada o simplemente respondía a un gesto cariñoso de complicidad entre padre e hija para que los monárquicos y ñoños en general se enternecieran?
Horas más tarde, aunque en el interior del recinto, también se captó como la infanta Cristina se despedía de idéntico modo de uno de sus hijos. Según apuntan algunos, se trataría de un gesto arraigado entre padres e hijos dentro de la la familia real desde tiempos de Alfonso XIII. De hecho, algunos sostienen que Juan Carlos ya lo hacía con su madre, Maria de las Mercedes de Borbón y Orleans (aunque he tratado de buscar algún documento gráfico que corrobore esta información y no la he encontrado).
Seguimos de momento con muchas dudas acerca del saludo borbónico, pero al contemplar la escena sólo pude acordarme de una afirmación muy fina que emplea mi sobrina de 20 años para explicar ciertos comportamientos y que aquí considero que encaja a la perfección: "sus antepasados, como poco, eran primos".
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