OBSESIÓN ANIMAL
Tom, el dálmata humano de 32 años
En el Reino Unido unos 10.000 hombres disfrutan disfrazándose de perros en su tiempo libre
Laura Estirado
Periodista
LAURA ESTIRADO / BARCELONA
'Mi vida como un perro' ('Mitt liv som hund') es un drama costumbrista sueco de 1985. Hurga en la novela de Reidar Jönsson sobre la historia de un Ingemar, un chaval cuya madre cae gravemente enferma y tiene que ir a vivir con sus parientes. Las pasa canutas, pero un perrillo y sus amigos le bastan para superar las adversidades.
El título de aquel filme es una alegoría, un juego de palabras, pero hay personas a las que les ocurre de verdad, que disfrutan poniéndose en la piel, literalmente, del mejor amigo del hombre. Este es el caso de Tom, un técnico de iluminación de 32 años que vive en Tring (Hertfordshire), aficionado a enfundarse en un traje de látex blanco con manchas negras. Él es uno de los 10.000 hombres que en el Reino Unido disfrutan disfrazándose de perros en su tiempo libre.
Cuando hace esto -en varios momentos durante la semana- prefiere que le llamen Spot, su nombre perruno. Su historia centra esta noche el programa de la tele británica 'La vida secreta de los cachorros humanos' (Channel 4).
PARAFILIA SUAVIZADA
En el día del Orgullo Friki, los telespectadores conocerán a un chucho muy peculiar. Lo que comenzó como BDSM -'Bondage', Dominación-Sumisión; Sadismo y Masoquismo- ahora es, de una forma muy suavizada, una forma de vida para algunos individuos. "No se trata de sexo, es una forma de evadirse de la realidad", explica otro compañero canino en el reportaje.
El dálmata humano Tom -recientemente nombrado 'Señor perrito del Reino Unido'- nunca tuvo un perro de pequeño. La afición le llegó de mayor. Su primera novia no lo aceptó, pensó que era gay, explica en el documental de la tele. Pero con su actual pareja ha llegado, incluso, a perfeccionar sus juegos.
Y es que Spot es un perrito muy "juguetón".
TALCO Y LÁTEX
Su obsesión requiere de mucho talco para ponerse y quitarse el látex. En los modelos y accesorios, como la caseta gigante donde se echa siestecitas, lleva gastados más de 5.000 euros (tiene diferentes trajes, para casa, para salir a correr al parque...).
No todo el mundo entiende el 'hobby' de Tom, aunque confiesa que sus amistades más cercanas han aceptado el juego y que incluso le traen chucherías cuando vienen a verle con el disfraz.
En el avance del programa el hombre-cachorro explica que disfruta cuando le lanzan juguetes y le dicen aquello de "buen chico". Dice que cuando se quita el traje, y vuelve a la normalidad humana, siente su mente más clara y es más feliz.
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