FRANCIA-BÉLGICA (1-0)
Francia vuelve a necesitar un autogol, el segundo, para avanzar a cuartos
Un remate mordido de Kolo Muani lo desvía Vertonghen, despistando a Casteels a cinco minutos del final
Joan Domènech
Periodista
Periodista. Título de Entrenador de fútbol nivel A. Deportista vocacional. Tras retirarme como futbolista, empecé a trabajar en Mundo Deportivo (12 años, 1988-2000). He asistido a cuatro Mundiales y cuatro Eurocopas. Coautor de varios libros. Miembro del colectivo ‘Periodistes Solidaris’ y 'Amics de Johan'.
Con la visión limitada por la máscara, hasta cinco dice haberse probado, Kylian Mbappé ha perdido la precisión del remate y Francia no chuta fino. Necesitó un autogol para ganar a Austria, un penalti para empatar con Polonia y otro autogol para vencer a Bélgica.
De rebote pasó a cuartos Francia, con un tiro medio mordido de Kolo Muani que rebotó en la pierna de Vertonghen y despistó a Casteels. A cinco minutos del final, sin que Bélgica tuviera tiempo de reaccionar. Lo había tenido antes y lo desperdició. Se limitó a dejar pasar la vida hasta que la perdió. Vuelve a casa y Francia irá a Hamburgo para disputar el viernes los cuartos de final ante el vencedor del Portugal-Eslovenia.
Celebró más la hinchada francesa el triunfo que el equipo después del estallido de alegría por el gol clasificatorio. Continuará el gallo cacareando en Alemania, desafinado y desagradable, necesitado de ayuda ajena, con un par de rebotes y un penalti. La ceguera de Mbappé es la de Francia, incapaz de calibrar el punto de mira en un espacio delimitado por tres postes. Es la de Tchouaméni, empeñado en chutar a la grada, la de Thuram, la de Kolo Mouani, ayudado.
Koundé, el MVP
Tampoco lo ve claro Griezmann, que volvió a la titularidad para ejercer de extremo derecho, en la plaza de Ousmane Dembélé, reservado para la necesidad, para suscitar la agitación en el supuesto de un mal resultado, no como un integrante para ejecutar el plan de partido.
Con el jugador del Atlético en la banda, y Mbappé en la otra, las acciones francesas tendieron a convergir hacia el centro, sobreocupado y fácil de contener para Bélgica. Por casualidad se coló Koundé por el exterior una vez, y Francia halló ahí una salida. El lateral se equivocó la primera vez con un mal centro, pero se descubrió una vía, aunque no se aprovechara. Bastante hacía Koundé con llegar a centrar con el duelo que mantenía con Jérémy Doku. Le valió la abnegación para ganar el MVP.
A distinta velocidad iba la defensa francesa respecto a su delantera; en realidad respecto a Mbappé, que arrancaba en cada ocasión. Pero ese problema se repitió en Bélgica. Hubo una notable preocupación por sacar el balón desde atrás, como si tuvieran que ejecutar una fórmula nuclear.
Hasta cierto fue ridículo porque enfrente no hubo presión ni mucho menos agobio. Todo sombreado; en caso de duda, balón atrás, y reiniciar la fórmula. Nunca intervino en ella Amadou Onana, el mediocentro del Everton y presunto objeto de interés del Barça.
Se cansaba el pobre muchacho senegalés (22 años) de pedir el balón con la mano tendida, por favor, pasádmela alguna vez, sintiéndose excluido de ese procedimiento en el que solo era un eslabón. Si no tiene ni medio papel en Bélgica, no debe ser tan fabuloso.
Quien manda ahí es De Bruyne, que por algo es el capitán, pero la ubicación le vulgarizó. Allí no hizo ningún daño, con pases sencillos e inofensivos. Cuando chutó a puerta, Maignan la rechazó con los pies y con las manos; cuando miró lejos, colocó a Carrasco en carrera hacia Maignan. Theo Hernandez igualó la velocidad y desvió el tiro, que celebró y celebraron los demás, casi como un gol. Hasta aquí hemos llegado.
Que no pase nada
Jugó De Bruyne en una zona que no le corresponde, replegado como todos, hasta que entró Mangala por Openda y Tedesco adelantó su posición. Bélgica se propuso que no sucediera nada -nada lesivo como un gol- y confió en que Doku desbordara a Koundé o que Lukaku y Openda aguantaran lo suficiente el balón mientras llegaban refuerzos.
Algo raro se detecta en esta Bélgica en cuanto a las reacciones de los futbolistas entre ellos; el mal rollo con la hinchada quedó en evidencia en el último partido de la liguilla con los pitos. Contra Francia, uno de los enemigos principales, se produjo la reconciliación en el calentamiento, con saludos y besos lanzados desde el césped y apoyo constante desde la grada.
Huyeron del riesgo los dos equipos hasta que tuvieran que verse en una situación desesperada, algo que solo la iba a provocar el resultado adverso. Entonces, asaltarían las prisas. A Francia no le convenía nada el ritmo de Bélgica y Mbappé trataba de alterarlo con sus galopadas, de fuera hacia dentro, con esa potencia en la arrancada que le convierte en incontenible. Otro asunto es la decisión en la acción determinante. Fallón en todo el torneo, a Francia le falta el gol de Mbappé que le tienen que marcar los demás.
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