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Lo que estamos viviendo estos días en política es de lo más frustrante

Miembros del Gobierno y diputados guardan un minuto de silencio por las víctimas del coronavirus, el 29 de abril en el Congreso.

Miembros del Gobierno y diputados guardan un minuto de silencio por las víctimas del coronavirus, el 29 de abril en el Congreso. / CONGRESO

El debate político siempre me había parecido poco constructivo, poco edificante, demasiado cargado de odio y negativismo. Quien haya seguido antes del covid-19 alguna sesión parlamentaria pocas veces habrá sido testigo de algún diputado iluminando con sus palabras una idea o una propuesta que permitiera vislumbrar un clavo al que agarrarse para avanzar incluso pocos centímetros. Pero lo que estamos viviendo estos días en plena crisis del coronavirus es de lo más frustrante.

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No hay partido que aporte algo, ningún debate añade, ningún vocablo parece encaminado a construir, no escuchamos prácticamente nada de valor añadido que permita concluir que las sesiones parlamentarias, tan críticas en estos días, nos ayudarán a salir mejor y más rápido de esta pandemia. Son debates plenos de energía, sí, pero absolutamente encarnizados, sangrantes, que buscan hacer daño al oponente y, lo más grave, que dejan entrever que la mente sigue estando en ganar o salvar los votos del futuro, los escaños y los puestos en las poltronas del poder político.

Ahora es cuando toda España; toda la sociedad; todas las autonomías y regiones; todos los ancianos, mayores y jóvenes; todos los sanitarios; todos los sectores de imprescindible necesidad; todas las fuerzas del orden ya sea nacionales, regionales o locales; todos los bomberos e integrantes de la UME; todos los profesionales que esperan la reapertura de sus negocios, seamos del color ideológico que seamos, esperamos más de nuestros políticos.

Estamos absolutamente en sus manos durante este prolongado estado de alarma. Políticos, diputados, gobernantes, no provoquéis una amplia desafección política, porque esta podría causar un seísmo capaz de hacer tambalear nuestros pilares democráticos. Épocas de graves y profundas crisis dan suculenta carnaza a peligrosos vuelcos políticos. Tan solo a la historia, y no tan lejana, deberíamos dirigir nuestra atención.

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