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Carta de un lector: "Dejándome llevar por la nostalgia me trasladé al sur y, a su vez, a mi juventud"

Panorámica de la ciudad de Huelva.

Panorámica de la ciudad de Huelva.

JORDI QUEROL PIERA

Después de más de medio siglo, esta es la primera vez que veraneo en Barcelona, y como el motivo por el que ha ocurrido así no es agradable, no hace falta contarlo. Y al querer evitar los calores insensatos de mi ciudad, me paso casi todo el día junto al ordenador, y el aire acondicionado de mi despacho. Sin embargo, esta parte de nuestro cerebro que siempre está trabajando, el otro día me trasladó a Huelva, la provincia donde yo conocí a mi mujer. Después de casarnos, siempre veraneábamos en aquella deliciosa parte de España.

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Ya con Huelva en mi cerebro, no tuve más remedio que parar de trabajar unos minutos. Dejándome llevar por la nostalgia me trasladé al sur y, a su vez, a mi juventud: un viajé con el tiempo y el espacio a mi favor. En la Huelva de aquellos años también hacia mucho calor, sin embargo, temprano por la mañana, era fresca y silenciosa, y yo disfrutaba andándola sin prisas con mi cuñado, Juan Machuca, un onubense de pura raza que hoy ya no está.

Nos gustaba visitar, recién abierto, o sea, muy temprano, el desaparecido Mercado del Carmen y tomar un café en el Central. Otras veces nos dirigíamos al antiguo barrio marinero de Huelva, y concretamente en el bar Joselito de la plaza de las Niñas tomábamos otro café, y yo lo escuchaba embelesado. Cuando Juan hablaba de sus historias onubenses, uno tenía que callarse. Su espontaneidad y gracia andaluza, y su especial sentido de la amistad, daban a nuestros tempranos recorridos urbanos un significado inolvidable. Era una experiencia única. Después, de retorno a casa, al llegar a la ría del Piedras, nos parábamos en el mirador para ver los colores procedentes de un sol aún muy cercano al horizonte atlántico y, sin hablar, meditábamos silenciosos. Este agosto, en Barcelona todo es muy distinto.

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