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Parece que ya no han vuelto a llover votos a raudales hacia Mariano Rajoy. E imagino que esta vez sí sabrá exactamente por qué no ha caído tanta agua del cielo como él quería. Su partido es el que ha salido vencedor de las elecciones generales, sí, pero el bajón anímico que ha sufrido no le permite saborear el agrio triunfo. Ha estado bien eso de aguar la fiesta al que te cae mal, pero ha faltado el empujoncito final. Había que botarlo.
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Ante este limbo de incertidumbre, sólo queda esperar el momento de los pactos. Unos pactos que no se antojan nada fáciles, y más teniendo en cuenta los rifirrafes -tanto verbales como a nivel de propuestas- entre Sánchez, Rajoy e Iglesias. Pero hay algo que me perturba en caso de que el amigo pesado vuelva a ser el centro de atención: espero que no se olvide de apuntarse las 'pequeñas' cosillas que le han hecho retroceder. Con letra grande y clara, no vaya a ser que no la entienda y vuelva a quedarse atascado al responder. O, peor aún, que atasque la vida de los demás.
Y los que me inquietan aún más son aquellos que gozan siendo azotados con el látigo de los recortes. Con las cadenas de la Ley Mordaza. Y siguen pidiendo a gritos que quieren más y más. Pues oye, si alguno de ustedes es masoquista estaría encantado de recibir la receta del dolor placentero.
Pero, eh, nada de correo electrónico. Yo soy más de lo tradicional.
Cartas. En sobres. Que a mí también me gustan.
Debajo os adjunto la dirección de mi casa, que por suerte todavía no me han echado.