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"El Espanyol hizo que papá olvidase su alzhéimer el día de su cumpleaños"

Miquel Jaques, antiguo socio del Espanyol afectado de alzhéimer, con Raúl Longhi, a la izquierda, embajador del RCD Espanyol, y Jaume Martínez, del Área Social.

Miquel Jaques, antiguo socio del Espanyol afectado de alzhéimer, con Raúl Longhi, a la izquierda, embajador del RCD Espanyol, y Jaume Martínez, del Área Social.

Alguna vez leí, y estoy convencida, segura, de que es cierto, real, pura verdad, que una carta al director significa 10.000 opiniones idénticas. Es decir, que por cada carta al director que se hace pública (y ojalá esta vea la luz), hay, como poco, 10.000 personas, lectores, ciudadanos, vecinos que coinciden con esa reflexión, con ese pensamiento y, en mi caso, en nuestro caso, con mi agradecimiento.

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Porque sí, esta es una misiva de agradecimiento. Enorme. Inmenso. Agradecimiento (lo siento) en primera persona a mis padres, a Miquel y Adelina, por ser lo maravillosos que son y por haberme dado la fuerza que me han dado. Y, a continuación, al RCD Espanyol de Barcelona que, aun siendo propiedad de un rico chino, sigue manteniendo, incluso en mayor medida que el Barça (lo siento, o no), la vitola de ‘més que un club’.

Papá acaba de cumplir 80 años y su alzhéimer (aquí entra, ¿verdad?, esa parte de la carta que arrastra a 10.000 queridos lectores más; es decir, hay muchos, muchos, barceloneses que sufren alzhéimer; sin ir más lejos, nuestro maravilloso alcalde Pasqual Maragall, el ‘hombre milagro’ del 92) empieza ya a ser muy, muy, notable, pero… eso, pero nosotros, mamá y mis hijos Martina y Arnau, queríamos brindarle, ahora que aún se entera un poquito (¿suficiente?, nunca lo sabremos) el mejor de sus recuerdos, que no homenaje, algo que tuviese color blanquiazul.

Y escribí al Espanyol y, boba de mí, lo siento, pensé que esa carta (como esta ¿no? ¡No!) iría a la máquina de triturar documentos. Todo lo contrario. Aquella misiva revolucionó al club de papá, Miquel Jaques, futbolista del Girona, Lloret, Palafrugell, Palamós, Sant Sadurní y Sitges y, aunque no se lo crean, autor de 17 goles en un partido. Papá fue socio del Espanyol durante 34 años, hasta que le atacó la enfermedad del olvido. Así que pedí un recuerdo para él. “¿Un recuerdo?”, me contestó, de inmediato, el bueno de Jaume Martínez, del Área Social perica. “Pide, Adelina, y serás atendida”.

Y papá vivió su día de gloria. No me atrevo a decir de recuerdo, ¿verdad?, sería demasiado soñar, pero se le notó el ser más feliz de la Tierra al visitar su estadio. “Yo he jugado aquí”, decía. Aquel hombre, que había sobrevivido con multitud de trabajos (representante de Chupa Chups, donde ganó el ‘Chupachup’ de plata por tantas ventas; distribuidor de elementos para kioscos; empleador de CIRSA; del textil…), se sintió arropado por Martínez y Raúl Longhi, un ser encantador y atento donde los haya, embajador del RCD Espanyol.

Ahora tratamos, continuamente, de mostrarle las fotos que le hicieron en aquella visita al cumplir los 80, para que trate de valorar la fiesta, el homenaje, el privilegiado encuentro con su amado club, al que nos trató de arrastrar, a lo largo de su vida, a toda la familia, sin demasiado éxito porque, quieras o no, el Barça tira mucho, demasiado. Él es y será ‘perico’ y poco le importa (o nada) vivir rodeado de culés. A él su club le ha abierto las puertas de par en par y eso, puede, no sé, espero, lo considera el mayor de los regalos.

Es por eso que quiero que esta carta sirva para que todos tengamos la sensación de que con poquito podemos hacer mucho. No quiero decir con ello ¡por Dios, ni mucho menos!, que a su querido Espanyol le costaba muy poco hacer feliz a papá, qué va, qué va. Quiero decir que pensemos que, a menudo, aquello que pedimos con cariño y ahínco pero, sobre todo, con amor, se puede cumplir, sobre todo si detrás hay un club con sensibilidad y gente de la talla y diligencia de Jaume Martínez y Raúl Longhi.

Esas fotos, esas imágenes, ese trato, forman parte de los recuerdos de mamá y de todos nosotros. No me atreveré a decir que forman parte de los recuerdos de papá, pero sí quiero decirles, una vez más, incluso al dueño chino del Espanyol, ¡gracias, gracias, gracias!, nos han hecho muy felices.

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