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"Si Europa quiere ser ilusionante deberían tomarse todas las decisiones colectivamente"

Archivo - Banderas de la Unión Europea.

Archivo - Banderas de la Unión Europea. / Michael Kappeler/Dpa - Archivo

Me temo que la UE se haya convertido en un trasunto fiel del 'Godot', de S. Beckett, personaje absurdamente esperado por unos protagonistas que se repiten en cada acto, sin moverse del mismo escenario. El pacto social que nos proponen desde la derecha política los actuales gestores de la 'res publica' europea, manteniendo la apariencia de democrático, se va reduciendo a cuestiones demasiado genéricas.

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Otorga derechos formales muy extensos -libre circulación de personas, mercancías y capitales-, pero no hace referencia a los elementos menos formales como serían la realización efectiva de esos derechos, ni a ideas como las de aceptación o eficacia social de los mismos.

La UE, sin Tratado Constitucional, carece de intencionalidad política, no es percibida como un proyecto colectivo que pueda llevarse a cabo según el “propósito” de sus actores, sino más bien como un producto precipitado, naturalmente, ajeno a las voluntades individuales y sociales e impuesto a las mismas por la fuerza de los hechos económicos y del mercado.

La Unión Europea hasta ahora ha promovido la sustitución de la política por la economía, vendiéndonos a los ciudadanos la inevitabilidad de los recortes sociales; pero si Europa quiere ser ilusionante, debería articular nuevas formas de representatividad para que se tomen colectivamente todas las decisiones, las económicas también. Porque de todos los valores a compartir por los europeos, la eficacia económica tal vez no sea el más importante.

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