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Un brindis por la historia

Hoy es día de fiesta y celebración. Cava fresco en la nevera y copas sobre la mesa, para dar la bienvenida al nuevo año después de medianoche. Entonces será el momento de descorchar la botella y hacer chinchín.

Mujeres brindando en Bescanó (Girona), en 1963.

Mujeres brindando en Bescanó (Girona), en 1963.

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Xavier Carmaniu Mainadé
Xavier Carmaniu Mainadé

Historiador

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Los afortunados que hoy puedan celebrar el Fin de Año en compañía (desde aquí un recuerdo a los confinados y positivos de covid), una vez hayan conseguido superar el reto de tragarse las doce uvas a toque de campana, tomarán las copas para brindar haciéndolas tintinear y desearán un 2022 lleno de cosas buenas (que no sería pedir demasiado, con el inicio de década que llevamos). El acto de brindar es uno de esos gestos que aprendemos por imitación, sin necesidad de demasiadas explicaciones. Simplemente, cuando celebramos algo, levantamos las copas y las hacemos tocar con las de los demás. Si esta noche quieren hacer callar al cuñado de turno, pueden contarle la historia de esta costumbre tan universal.

Empecemos por la cuestión del alcohol. Desde la noche de los tiempos, todas las civilizaciones han tenido y tienen su propia bebida fermentada, tanto por una razón de seguridad alimentaria (las bacterias no crecen como lo hacen en el agua) como por los efectos que provoca en el metabolismo humano, ya que se consideraba que permitía 'conectar' con las divinidades de turno. En el mundo mediterráneo esto ocurría con el vino. Los griegos, por ejemplo, se servían de él para honrar a Dionisio, pero también a Zeus. De hecho, organizaban unas celebraciones llamadas simposios, que siempre comenzaban con tres brindis dedicados a invocar la protección del Dios de todos los dioses del Olimpo y a honrar la memoria de los héroes. Pero no se imaginen a gente haciendo tocar las copas. Tampoco lo hacían los romanos, que no estaban para tanto ceremonial vinícola.

Aunque algunos digan que todo habría empezado en la Edad Media, cuesta creerlo porque durante los banquetes los comensales compartían los utensilios: el plato, la servilleta y también la copa. En definitiva, es difícil saber con certeza cuándo se fue más allá de levantarla. Un gesto que, por cierto, todavía se mantiene en los brindis protocolarios. Y hablando de brindar...

La historia no solo se esconde en los hechos cotidianos, sino también en las palabras. La etimología es una de las disciplinas más fascinantes y que más sorpresas ofrece a quienes se sumergen. ¿Cómo se explica que en catalán, castellano, italiano y portugués se brinde mientras que, por ejemplo, en inglés se llame 'toast' y en francés 'trinquer'? La respuesta está en 1527.

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En mayo de ese año, los mercenarios de tierras germánicas que habían luchado en las guerras de Italia contratados por el emperador Carlos V se subían por las paredes porque no habían recibido la paga prometida. Cansados de esperar, decidieron cobrárselo por su cuenta saqueando Roma. Y, de paso, vengarse del papa Clemente VII, que había cambiado de bando dejándolos en la estacada para aliarse con Francia, Milán, Florencia y Venecia. Se dice que aquellos mercenarios, llamados 'lansquenetes', después de arrasarlo todo y asesinar a unas 8.000 personas, celebraron la victoria con grandes cantidades de vino. Embriagados por la euforia -y por el alcohol- cada vez que bebían exclamaban “Ich bring dir's!”, que podría traducirse como “yo te lo ofrezco”. Quizás hacían referencia a que ofrecían Roma al emperador Carlos V, quien sabe. Hay que decir que hay dudas de que fuera en ese preciso instante cuando nació la expresión. Ahora bien, se está de acuerdo en que 'brindar', efectivamente, viene de esa frase germánica.

Lo divertido del caso es que en alemán al brindar se le llama 'prost', que viene del término latino 'prosum' (traducible como 'aprovechar' o 'ayudar'). Es una palabra que pusieron de moda los estudiantes universitarios del siglo XVIII. Y es que al igual que ahora cuesta seguir las conversaciones de los adolescentes porque utilizan palabras incomprensibles para los adultos; en las tierras germánicas, hasta mediados del siglo XIX, la juventud tenía su propia jerga formada por latinadas, palabras en francés (que era la lengua internacional de la época) y expresiones jocosas. Aquel registro coloquial, conocido como 'Burchensprache', se utilizaba sobre todo cuando las pandillas salían de juerga y donde es fácil imaginar que el alcohol tenía un papel destacado. Lo que no sabemos es si chocaban las copas (o las jarras de cerveza) y también decían chinchín.


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Chinchín chino

Si el origen de brindar es rocambolesco, aún más sorprendente es el de la expresión chinchín. La importaron los mercaderes y misioneros europeos de China. Es una adaptación de 'qing-qing' (por favor), que formaba parte del ritual tradicional del brindis chino. Seguramente, la similitud con el ruido del tintineo de las copas ayudó a popularizarlo.

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