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¿Se va apagando el canto de las aves?

El canto de las aves habrían perdido intensidad y variedad en el último cuarto de siglo, según una simulación basada en grabaciones y datos de abundancia reales. Menos contaminación acústica, más verde urbano y una agricultura más amable son necesarios para restaurar una experiencia básica de conexión con la naturaleza. 

La bonita e inquieta curruca capirotada, aliada del campo

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Michele Catanzaro
Michele Catanzaro

Periodista

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La experiencia de escuchar una polifonía de pájaros en plena ciudad fue común durante el confinamiento de la primavera de 2020. Varios estudios confirmaron que en efecto las aves cantaron más cuando el trasiego humano paró, llegando a emitir sonidos que no se habían escuchado en décadas. 

¿Qué pasa, entonces, en condiciones normales? Un reciente estudio ha dado una inquietante respuesta: la intensidad y variedad de los paisajes sonoros conformados por el canto de las aves se habría reducido sistemáticamente durante los últimos 25 años.

El trabajo, publicado en Nature Communications por un equipo internacional con participación española, se enmarca en el auge de la bioacústica. La abundancia de dispositivos baratos para grabar la naturaleza ha orientado esta disciplina hacia el ambicioso objetivo, aún por alcanzar, de utilizar los paisajes sonoros como una herramienta para diagnosticar indirectamente el estado de salud de los ecosistemas.

¿Cómo se reconstruye el canto de las aves?  

Esa facilidad de grabación no existía hace un cuarto de siglo. Sin embargo, sí existen censos de aves, muchos de ellos mantenidos por voluntarios entrenados, que a menudo operan en las primeras horas de la mañana, en primavera. También existen bases de datos de grabaciones de cantos de aves. El reciente estudio ha cruzado los datos de abundancia del North American Breeding Bird Survey y del Pan-European Common Bird Monitoring Scheme con las más de mil grabaciones de la base de datos Xeno Canto

Eso ha permitido simular los paisajes sonoros de más de 200.000 localizaciones en Europa y America del Norte durante los últimos 25 años. Cada simulación emplea los sonidos correspondientes a las especies registradas en un sitio por el censo de un año determinado. Por cada ejemplar registrado se suma un clip de 25 segundos de esa especie sacado de la base de datos, con una distribución azarosa del volumen para simular la mayor o menor lejanía de los ejemplares.  

¿Se va apagando el canto de las aves?

¿Qué información aporta el paisaje sonoro?

El resultado no es una traslación sencilla de la abundancia de cada especie. “No todas las especies aportan lo mismo al paisaje sonoro. No es lo mismo una cotorra que hace un crac-crac monótono que un pájaro con un canto melodioso”, explica Sergi Hernando, investigador del Centre de Recerca Ecològica i Aplicacions Forestals (Creaf) y coautor del artículo. “Si en una orquesta quitas a un violín, apenas lo notarás, pero si eliminas la única trompa tienes un gran impacto”, explica Simon Butler, ecólogo de la Universidad de East Anglia y coordinador del proyecto. 

La simulaciones suenan muy realistas, pero esa no es su finalidad. Un paisaje sonoro real cambiaría mucho a lo largo del día y del año, e incluiría otras clases de animales. Tampoco hay datos fidedignos sobre cada cuánto y durante cuánto tiempo canta cada individuo. “Estamos produciendo una especie de paisaje sonoro promedio. Lo interesante no son sus rasgos absolutos, sino estudiar cómo ha evolucionado en el tiempo”, explica Butler. 

¿Cómo ha cambiado la polifonía de los pájaros?  

Los investigadores han medido la variedad e intensidad de los paisajes sonoros simulados. Tanto en EEUU como en Europa, estas han ido bajando, a la vez que la homogeneidad aumentaba. “Este resultado encaja con mi experiencia de persona que lleva 30 años grabando sonido de la naturaleza. Al menos en los últimos 15 he notado que cuando salía de primavera, el sonido se iba empobreciendo”, comenta Eloisa Matheu, colaboradora de la fonoteca del Museu de Ciències Naturals de Barcelona. 

Según Matheu, eso se nota más en los espacios abiertos, como los secanos de Lleida, donde ha sido más intenso el cambio de uso del paisaje, hacia la agricultura intensiva y el uso de pesticidas. Pero incluso en zonas donde el territorio tiene aspecto de “mosaico”, como el Vallès, el ruido de los pájaros se habría reducido.

El estudio pone de manifiesto, a través de la señal acústica, la reducción de abundancia e diversidad experimentada por las aves en el mismo periodo. En línea general, los paisajes sonoros más degradados son aquellos donde también se ha perdido más biodiversidad.

Eso es más que un problema estético. “Las aves hacen servicios como polinizar y dispersar semillas. Cuando a un ecosistema empiezan a faltarle piezas, se genera un problema de largo plazo para su funcionamiento”, observa Daniel Gil, investigadores del Museo Nacional de Ciencias Naturales, no implicado en el estudio. “El declive de la biodiversidad es uno de los ingredientes de la emergencia de virus”, añade Pablo Salmón, biólogo de la Universidad de Glasgow, tampoco implicado.

¿Qué se puede hacer?

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Tomarse en serio la conservación de la biodiversidad es la solución más importante al problema. En lo referente al canto de aves en particular, la reducción de la contaminación acústica es otra acción importante. Ante niveles bajos de ruido, los pájaros reaccionan cantando más fuerte, pero encima de un umbral reducen drásticamente sus emisiones, apunta Hernando. Además, la mayor o menor resistencia de las especies a esta agresión hace que los ecosistemas se desequilibren, observa Gil.

En cuanto a la abundancia y diversidad de los pájaros, muchos de los expertos consultados apuntan a la agricultura intensiva. “Los campos de monocutivos grandes, llenos de insecticidas [que eliminan la principal fuente de alimentación de los pájaros] y sin márgenes dotados de una vegetación rica son muy negativos para las aves”, observa Josep Del Hoyo, ornitólogo y editor, no implicado en el trabajo, que también apunta el dedo contra la ampliación del aeropuerto de Barcelona. Otro ámbito crucial son las ciudades, en las cuales Del Hoyo quisiera ver más naturaleza urbana. “La conexión con la naturaleza está perdiendo calidad. La pandemia ha puesto de manifiesto cuán necesaria es”, concluye.