Entrevista

Maria Teresa Cabré: "Hay que recuperar la idea del catalán como lengua de prestigio"

Primera directora del Termcat, el órgano que adapta los últimos neologismos a la lengua catalana, Maria Teresa Cabré es la primera presidenta de la Secció Filològica del Institut d'Estudis Catalans desde Pompeu Fabra que es elegida para presidir la institución. Especialista en Lexicografía y Lingüística Aplicada, es catedrática de la Universitat Pompeu Fabra.

Maria Teresa Cabré, presidenta del Institut d’Estudis Catalans.

Maria Teresa Cabré, presidenta del Institut d’Estudis Catalans. / Joan Cortadellas

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Ernest Alós
Ernest Alós

Coordinador de Opinión y Participación

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En las últimas obras de referencia del IEC se ha tendido a evitar la dicotomía correcto/ incorrecto para señalar qué usos son adecuados en un contexto determinado. ¿Esto ha despistado al hablante, que busca referencias más seguras e inequívocas?

No confundamos dos cosas. La normativa hoy en día no se puede concebir al margen de lo que es el estándar. Y el estándar lo hace el uso, y lo hacen los hablantes. Una obra normativa es una selección de los usos que pasan a ser normativos. ¿Por qué una selección? Porque el estándar ha de ser eficaz en la comunicación, y no puedes abrir la mano a todos los usos que se hacen de la lengua, y menos en una lengua como la nuestra, en situación minorizada, en la que has de dar una orientación. Los hablantes, especialmente los profesores y estudiantes, necesitan saber si un uso es de referencia o no es de referencia, correcto o incorrecto en términos más antiguos. Por eso, después de la Gramàtica grande, que es un mucho más amplia, hemos pasado más directamente en la orientación en la Gramàtica bàsica i d’ús. Hay quienes consideran que el IEC ha abierto demasiado la mano y defienden un modelo (sobre todo de léxico) más conservador. Y gente que les sigue. ¿Eso cuestiona la autoridad normativa del IEC?

Cualquier institución siempre puede ser cuestionada, y hay criterios que pueden ser discutidos. Pero yo no lo percibo. La necesidad de una lengua como la catalana de ser orientados precisamente no pone en cuestión la autoridad normativa. Sí hay personas que piensan que la lengua del futuro debería estar lo máximo de anclada al pasado. Y otras que piensan que la lengua es viva y va modulándose, sin que eso signifique que le entren excesivas interferencias porque si no puede perder su fisonomía. Encontrar este punto de equilibrio es precisamente la manera de pensar que corresponde a una institución como el IEC.

A los que nos ha cogido mayores, la nueva lista de 15 acentos diacríticos se nos resiste.

Es lo normal, a mí también me pasa. Cuando he de escribir soc me paro. Está muy fijado en la mente. Pero los niños que aprenden una lengua parten de una tabla rasa. Un cambio ves que tiene éxito cuando todos los colectivos que difunden y hacen de portavoz de lo que es una lengua adecuada lo cumplen. Y desde el 1 de enero de 2017 todos los medios se pusieron de acuerdo en usar esta nueva normativa en lo que se refiere a los acentos. Todo el altavoz escolar y mediático parece que ha confluido en esta normativa unitaria. Y ahora saldrá el documento, ya aprobado por el Institut d’Estudis Catalans, la Acadèmia Valenciana de la Llengua y la Universitat de les Illes Balears (tras la declaración conjunta que hicimos el año pasado) en que nos decantamos por una ortografía unitaria para todo el territorio lingüístico. Ante un fenómeno que pueda tener más de una alternativa miramos de ver cómo lo representamos: por ejemplo, en catalán central el nombre de las letras (ela) de acuerdo a nuestra pronunciación siempre se ha escrito acabado en a. En valenciano, siempre se ha escrito y pronunciado acabado en e. Cuando hay un escollo en que no podíamos ponernos de acuerdo en una forma única se dan las diferentes alternativas, pero hay muy pocas.

¿Y cómo queda establecida la relación entre las tres partes? ¿Pasamos a una autoridad normativa ‘confederal’?

No, vamos a otra cosa. Desde el punto de vista del objeto de trabajo, el IEC por historia, tradición y composición pone la mirada sobre la totalidad de la lengua. Y en cambio otros organismos, como la AVL, se ocupan de la variedad valenciana del conjunto denominado lengua catalana.

¿Vamos hacia una denominación dual de la lengua, catalán/valenciano?

No sé, estos intentos han de salir de abajo y generalizarse mucho para que triunfen. ¿Cuando hablamos de catalán hablamos de la variedad catalana de la lengua catalana o de toda la lengua? Valenciano se ha acuñado como sinónimo de catalán en el País Valencià. Pero también es la variedad valenciana. Tenemos ahora una ambigüedad voluntaria. Si no buscamos malas intenciones tras un adjetivo como como lengua catalana, global, habría suficiente. Quizá si pusiésemos un sustantivo delante, y hablásemos de lengua valenciana y variedad valenciana, y de lengua catalana y de variedad catalana, habríamos resuelto la ambigüedad.

Parece que crece la preocupación por el grado de uso del catalán. ¿Retrocede realmente o lo que sucede es que no se cumplen las expectativas?

Los primeros pasos de la normalización se dieron contando con que el paisaje sería siempre el mismo. Si solo miro números es cierto que respecto a los 90 hay un porcentaje más bajo de uso del catalán (como en el patio de las escuelas), y un número más bajo de personas que se identifican con el catalán como lengua primera. Pero los contextos no son comparables. Se habían proyectado unas expectativas y por eso hay una decepción enorme. En términos de eficacia y actuación, eso significa que la política lingüística que debería haber en este país debería incidir sobre aquellos sectores de la población que tienen más efecto multiplicador. Los jóvenes, básico. Asociacionismo en barrios. Colectivos de recién llegados que se reúnen por motivos de identidad de origen. Deberíamos cambiar la política lingüística porque las mismas acciones de los años 90 ya no tienen el mismo resultado. Hay que trabajar mucho sobre el prestigio de la lengua. Cómo recuperar la idea de que el catalán es una lengua de prestigio. En los años 90 era fácil, se decía que el catalán era necesario para ganarte la vida. Ahora no.

¿Optimista o pesimista?

 Se tiene que matizar mucho. Yo no soy pesimista porque pienso que las acciones, si están bien enfocadas, pueden dar resultado. Tenemos que actuar en un nivel simbólico en los colectivos jóvenes.

Si miramos exclusivamente a los catalanohablantes de los 90 y sus descendientes, ¿en este colectivo hay retroceso en la transmisión intergeneracional, en el uso...?

Hay retroceso en un aspecto. Que el catalanohablante de origen cede y usa otra lengua por una idea de comunicación más eficaz. Es un elemento psicológico que se debería trabajar mucho, también en las escuelas, no como un factor de imposición sino como necesidad de que el catalanohablante se mantenga en el uso de la lengua para esta no retroceda. Siempre y cuando no transgreda el mínimo principio de comunicación, que no de cortesía.

¿En el resultado global lo que cuenta más quizá es que los nuevos catalanes no se han incorporado al catalán en el grado que lo hicieron anteriores llegadas?

Sí, es más lento. Se les ha de hacer llegar la idea de que integrarse en este país también pasa por la lengua. Primero de forma pasiva, y después activa. Y que para sus hijos es un motivo de prestigio, promoción e integración social. Como un bien a conseguir, atractivo.

¿Que puedan asociar el catalán a un determinado proyecto político puede haber creado un cierto distanciamiento?

Entonces esto debería ser en los últimos años, y ya sucedía en una etapa política anterior.

Aunque nunca tuvimos un porcentaje tan alto de diputados contrarios al consenso sobre la normalización lingüística como en 2017.

Algún populismo consigue votos. Es perverso utilizar la lengua como un arma arrojadiza. Una persona lo que espera, sea de origen de un territorio o recién llegada, es vivir en el mayor bienestar y armonía posible. Esos movimientos han creado tensión.

En función del interlocutor, parece que hablemos de realidades alternativas. ¿La inmersión en la práctica docente existe o se ha disuelto?

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A los pobres maestros los estamos mareando de tal manera que les ponemos en sus manos un papel que no deberían tener. Deberían tener más serenidad y posibilidades de actuar ante los estudiantes sin presiones. El modelo de inmersión lingüística –que los estudiantes habían de salir con un buen conocimiento del catalán y el castellano pero entrar en una sola lengua evitaba lo que había sucedido por ejemplo en el Québec, que había dos comunidades lingüísticas separadas- ha dado buen resultado. Este bien preciado, el de la cohesión social, es el que el nuevo populismo ha roto. Si no se actúa recomponiendo el orgullo de tener una lengua que nos una a todos porque es la propia del territorio, vamos por mal camino. Yo creo mucho en el respeto lingüístico, pero creo también mucho en la claridad de si ha de haber o no una lengua territorial vehicular que garantice la cohesión social. Si no, cada vez hacemos comunidades cada vez más alejadas las unas de las otras y por lo tanto con más posibilidades de enfrentamiento.