EL RADAR
Tronistas, refugiados y el último desnudo de Kardashian
A pesar de su gran audiencia, las críticas a la telebasura se hacen oír más que los elogios
La conversación pública es muy plural. Por eso es muy arriesgado hablar en nombre de la gente
Imagen del programa ’Mujeres y hombres y viceversa’ /
Los (y las) tronistas han tomado esta semana Entre Todos al asalto. La carta de Núria Carreras (administrativa de Banyoles) 'Cómo puede cobrar más un tertuliano o un tronista que un médico' logró eso que se llama incendiar las redes y convertirse en el artículo ciudadano más leído de la semana. Núria deploraba el ejemplo que dan los programas de máxima audiencia: "Difamación, crueldad y actitudes claramente machistas centrando muchas veces sus ataques contra las colaboradoras por su edad, físico o condición sexual..." Basándose en la pregunta de Núria, Ramon Burniol, desempleado de Barcelona, profundizaba en la crítica: "¿Para qué clavar codos, pelearte con otros aspirantes en duras oposiciones si los tronistas o los tertulianos ganan más que un médico y no dan un palo al agua?" Y acababa la carta de forma lapidaria: "Tenemos lo que nos merecemos".
La crítica a la llamada telebasura es recurrente en la conversación pública. Abundan las denuncias por su bajo nivel y los lamentos por sus altas audiencias ("La televisión española es así porque las audiencias somos así", escribió Paula Ramisa, estudiante de Sant Cugat del Vallès). Se la critica por su contenido, porque canibaliza la parrilla televisiva y se la denosta porque permanece impertérrita incluso cuando la actualidad requeriría que dejara paso a las cosas de verdad trascendentes: "‘Hermano Mayor’, en Cuatro; ‘Sálvame Deluxe’, en Telecinco; ‘Equipo de Investigación’, en La Sexta, y ‘Tu cara me suena’, en Antena 3. Este fue el reprobable panorama de las televisiones privadas, incapaces de interrumpir su programación para informarnos de la noche más dramática en Francia desde la segunda Guerra Mundial", escribió Albert Roche, estudiante de periodismo de Santa Coloma de Gramenet, con motivo de los atentados de París del pasado noviembre.
EL ESTÓMAGO Y EL CEREBRO
Llama mucho la atención la presencia en la conversación pública de tanto fiscal y tan poco abogado defensor, dadas las cifras de audiencia de las que gozan los programas de la llamada telebasura. Tal vez sea porque esa telebasura, como la comida basura, el periodismo basura o la política basura, se consume pero no se racionaliza, se disfruta (es un decir) con el estómago pero no se analiza con el cerebro. Tal vez. O quizá sea que como también sucede en otros ámbitos (qué se dice en las encuestas y qué se vota después, por ejemplo) la telebasura se goza en el salón de casa, se jalea bajo el amparo del semi-anonimato de las redes, se disfruta en las cenas con los amigos y en los corrillos del trabajo, pero no se defiende en serio en público, ni falta que le hace, posiblemente. Es un pecadillo, una distracción sin más repercusión, tampoco hay que exagerar, cuando uno llega a casa cansado después de un duro día no está para ver desgracias en la tele, que bastante tiene uno con lo suyo.
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¿Son, como indica Elizabeth, los ránking de audiencia (o las listas de las noticias más leídas en las webs de los diarios generalistas, o los hashtag de twitter, o los emoticonos de Facebook) un fiel indicativo de las prioridades y las preocupaciones de la opinión pública? Si fuera así, a veces sería un retrato deprimente; otras (la oleada de emoticonos llenos de lágrimas por la muerte de Aylan, por ejemplo) sería reconfortante. En ambos casos son un retrato parcial. Si algo es la conversación pública hoy, es variada y plural, difícil de medir en términos cuantitativos. Por eso es tan arriesgado hablar en nombre de la gente, así, a lo bruto. Ya solo escucharla requiere un enorme esfuerzo. Y no digamos entenderla y saber cuándo conviene hacerle caso y cuándo, la verdad, no es para tanto.
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