EDUCACIÓN

«No nos pueden expulsar del barrio»

Sergi Comellas, con sus dos hijas pequeñas, una de P-3 y otra de P-2.

Sergi Comellas, con sus dos hijas pequeñas, una de P-3 y otra de P-2. / CARLOS MONTAÑÉS

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Los consabidos tijeretazos gubernamentales destinados a capear la crisis hallan su cruz, como siempre, en los afectados por dichas medidas. En materia escolar, los problemas no dejan de florecer aunque la voluntad del Ayuntamiento de Barcelona sea la de apostar por la calidad educativa. Centros que cierran sus puertas por falta de recursos, equipamientos que se improvisan y no reúnen las condiciones adecuadas para poder albergar dignamente a sus escolares, saturación en las aulas, interminables listas de inscripciones que no podrán absorber los barrios son algunos de los ejemplos de las extendidas reclamaciones de muchos padres, que han cogido fuerza en los últimos tiempos.

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La comunidad educativa lamenta también la desaparición de las ayudas para libros o la disminución de las becas comedor. Un lúgubre panorama en donde las tarifas de matriculación no paran de subir y los escolares continúan por debajo de la media de la OCDE, según señala el informe Pisa. En la Sagrera, por ejemplo, como sucede en otras zonas de la ciudad, el descontento del barrio creció cuando el año pasado 52 familias se quedaron sin plaza para que sus hijos entrasen en las escuelas más próximas a sus hogares.

Como respuesta, Sergi Comellas junto con otros airados padres y la asociación de vecinos iniciaron un proceso de movilizaciones. «No pueden expulsar a las familias para siempre de su barrio», rezaba la carta abierta que envió Comellas al concejal de educación cuando se enteró de que su hija que comenzaba P-3 no tenía plaza en ninguna de las seis escuelas en las que la inscribió. «La solución de aumentar la ratio de 25 a 27 o hasta 30 alumnos va en detrimento de la enseñanza, así que pedí la creación de una línea extra como cojín para los niños que no tenían plaza», explica Comellas. Finalmente la opción se desestimó y ahora lleva a su hija a una escuela que se halla a media hora a pie de su casa. Sin embargo, dice que no desistirá hasta que su hija sea admitida. M. M.