Distopía comercial

Una tienda Hard Rock se suma a la aciaga oferta de suvenirs de la Sagrada Família de Barcelona

El establecimiento internacional vende camisetas desconcertantes y otros recuerdos inverosímiles de la capital catalana

Sagrada Família: una tienda de suvenirs obscenos y comida rápida por cada metro de altura del templo

Las líneas maestras del Hard Rock y la posición de los partidos ante el proyecto que provocó el 12-M

La camiseta más chocante del Hard Rock de Sagrada Família.

La camiseta más chocante del Hard Rock de Sagrada Família. / A. de San Juan

Carles Cols

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Dicen que desde que la multimillonaria tribu de los seminolas de Florida compró en 2007 la cadena internacional Hard Rock, el alma original con la que nació esta marca, a la que las grandes estrellas de la música, como si fuera un museo, donaban generosamente sus guitarras y otras piezas fetiche para que decoraran las paredes, se desvaneció. O fue poseída por un espíritu burlón, como se verá en este texto. Muy atrás quedó, tras aquella multimillonaria transacción empresarial, aquel día de los años 70 en que ‘manolenta’ Eric Clapton, cliente habitual de uno de los restaurantes de esta cadena, le regaló a los empleados del local una de sus guitarras Fender, que estos colgaron como si fuera la imagen de un santo, y a ese gesto se sumaron otras estrellas de la escena musical, a menudo muy canallas, de modo que Hard Rock se convirtió en una suerte de destino de peregrinación laica.

Acaba de abrir en una de las esquinas más cotizadas de los alrededores de la Sagrada Família una tienda Hard Rock, no un lugar de comidas, solo de eso que llaman ‘merchandising’. Dicho suave, no desentona con el resto de la oferta comercial del templo de Antoni Gaudí. Realmente parece que la tesis del espíritu burlón es la más plausible.

Por supuesto, en Google y en cualquier otro buscador de internet, manda aún, por estas latitudes y longitudes mediterráneas, toda la información referente al casino que Hard Rock pretende abrir en la Costa Daurada de Catalunya. Es natural. No en vano fue la puntilla que desplomó al anterior gobierno de la Generalitat. Pero esta nueva tienda, quién sabe, a lo mejor se hace un hueco en los buscadores por lo desopilante de su oferta.

Antigua estación de servicio

Ocupa los bajos de la antigua gasolinera de la avenida de Gaudí, que en la esquina de Marina con Provença, permitía repostar con vistas a la Sagrada Família. Tenía su qué. Al cerrarse primero al tráfico Marina entre València y Provença y limitarse después la circulación por la avenida, aquella estación de servicio comenzó a languidecer, pues llegar a ella podía ser laberíntico si no se conocía el lugar. Se sumó al final a la lista de cierres de este tipo de negocios en la ciudad. La nueva tienda abrió sus puertas hace pocos días. En los pisos superiores se trabaja aún para ultimar los detalles de lo que, en principio, parecen viviendas, aunque ningún cartel informa de ello.

Tienda Hard Rock recién abierta en la avenida Gaudí de Barcelona

Tienda Hard Rock recién abierta en la avenida Gaudí de Barcelona / Meritxell M. Pauné

Es un Hard Rock pequeño, nada que ver con el de la plaza de Catalunya, pero desde luego es gigante en osadía. Merece la pena, nada más entrar, girar la vista a la izquierda, junto al mostrador de los dependientes. En el resto del establecimiento lo que hay es lo habitual, camisetas y sudaderas con la marca de la empresa y, debajo, el nombre impreso de la ciudad, Barcelona. En esa primera esquina citada, junto a la caja registradora, sin embargo, reclama a gritos la atención un diseño que, de tan desconcertante que es, invita a sopesar la idea de que aquello tal vez sea un programa de cámara oculta y los clientes involuntarios concursantes de un ‘reality show’. Pues resulta que no.

Ni un solo Gaudí

En tipografía rojigualda se destaca el nombre del monumento del lugar, la Sagrada Família. La primera ‘a’ lleva incluso el escudo de España. Pero la silueta del templo no aparece ni por asomo. Debajo de las letras lo que hay es un ‘collage’ de edificios discutiblemente representativos de Barcelona, nueve como poco, ninguno de Gaudí. Ni las casas Milà y Batlló, con la pegada turística que tienen, están representadas. El principal protagonista de esa composición es el Palau Nacional de Montjuïc, por el que los barceloneses suelen sentir un ni fú ni fa digno de estudio. Frente a él se asoman, con chorros insulsos, las fuentes de Carles Buïgas y las cuatro columnas de Puig i Cadafalch, tal y como fueron repuestas en 2010.

La Torre Glòries, la Catedral, el Hotel Vela, el Arts, el edificio Mapfre de la Vila Olímpica… La retaguardia del Palau Nacional que representan esas obras no parece tener ningún mínimo común denominador. Menos aún si se tiene en cuenta que hasta hay un hueco para una obra de Santiago Calatrava, la torre de comunicaciones de Montjuïc, de la que la ciudad presumió bastante durante los Juegos Olímpicos, pero que ha caído en una suerte de ostracismo desde que las polémicas comenzaron a acompañar siempre a ese arquitecto.

En los alrededores de la Sagrada Família, las tiendas de suvenirs son 46, 47 si se añade a la lista la del Hard Rock. Es un paisaje que en ocasiones se compara con el que se encontró Jesús, según el Nuevo Testamento, cuando visitó el Templo de Jerusalén. Nada que ver. Lo que allí se encontró fueron cambistas de monedas y vendedores de ganado y palomas. Lo que se oferta en la mayoría de esas 46 tiendas de la Sagrada Família es una extensa muestra de humor políticamente incorrecto, cuando no directamente de mal gusto. En eso no cae, por lo menos, Hard Rock, aunque la camiseta citada es podría calificarse de porno arquitectónico.

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