Comienza la tala

Las protestas junto a Joan Miró crecen con el inicio de la tala, pese a la reducción de árboles sacrificados

El Govern arranca las obras para conectar las estaciones de Plaça Espanya y Gràcia de Ferrocarrils de la Generalitat

Una vecina de Joan Miró golpea en la valla con una maza de mortero.

Una vecina de Joan Miró golpea en la valla con una maza de mortero. / MANU MITRU

Carles Cols

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Crece día a día la protesta que cada mañana reúne a vecinos del parque de Joan Miró, quejosos de la tala de árboles que han comenzado a conllevar las obras de prolongación de los Ferrocarrils de la Generalitat. No habrá ahí ninguna estación. Tampoco pasará por debajo de esa zona verde ningún tren. El parque, sencillamente, ha sido elegido como el lugar más cómodo y barato para extraer la tierra que devorará la tuneladora. Crece día a día la protesta (y más que lo hará cuando terminen las vacaciones y, sobre todo, se retome el curso escolar) porque las manifestaciones vecinales han logrado lo que en un principio se negó desde la Generalitat que fuera posible. De los 178 árboles que inicialmente iban a talarse o trasplantarse, sd ha pasado a la mitad, 94, de los cuales 19 como poco echarán raíces en otro lugar.

Los vecinos, ha explicado uno de sus portavoces, Xavier Riu, están motivado por edos resultados, pero también algo enojados por las formas de la empresa constructora. Días atrás denunciaron los manifestantes que había comenzado la tala. Con gran indignación, desmedida incluso, los operarios, lo negaron. Andaban trajinando aquel día con trasplantes de palmeras. A bordo de los camiones, daban pena los ejemplares, pero iban camino de ser recolocadas en otros puntos del parque. A su manera, se insinuaba que la tala no estaba en el calendario inmediato. Menos de 24 horas después, algunos vecinos lograron grabar a un trabajador sierra eléctrica en mano seccionado un pino.

Un operarario, grabado por un vecino, mientras tala un árbol.

Los troncos cortados se acumulan ya detrás de las vallas y, al otro lado de ellas han querido explicar los vecinos la última hora. Entre otras novedades, han mostrado las conclusiones finales de dos ‘sindicatures de greuges’, la de la Generalitat y la municipal, que en uno de sus puntos reprochan a las administraciones la ligereza con la que han descartado las soluciones alternativas al proyecto. Pedían los vecinos que esas operaciones de extracción de tierras se realizaran a cubierto dentro de uno de los pabellones de la Fira. La distancia a la tuneladora sería la misma, pero se argumentó que encarecería el proyecto 16 millones de euros. No se acreditó ante los vecinos cómo se llegó a esa cifra y tampoco se puso en la balanza de forma clara el coste medioambiental de la tala.

Los manifestantes cuelgan carteles en la valla de las obras.

Los manifestantes cuelgan carteles en la valla de las obras. / MANU MITRU

Sobre esta última cuestión, Riu ha recordado que la Escola Joan Miró, adyacente al parque, ya es la que sufre una mayor contaminación de toda Catalunya. Al lado de una autopista no estaría mejor, ha asegurado. Lo que le espera durante los próximos tres a los alumnos y al equipo de docente es un plus de polvo en suspensión. Para paliarlo, acaba de decidirse que las vallas que rodearán la zona afectada sean finalmente de ocho metros de altura, estéticamente un horror, pero que algo harán. Para los manifestantes, incluso eso es un detalle de hasta qué punto el proyecto inicial fue concebido en un despacho de ingenieros sin tener del todo presente que ese es un barrios densamente poblado.

El solar que deja la tala, junto a la calle de la Diputació.

El solar que deja la tala, junto a la calle de la Diputació. / MANU MITRU

Se ha reducido notablemente el número de árboles afectados, han crecido las vallas y, ahora, el Ayuntamiento de Barcelona ha descubierto que la movilidad en sillas de ruedas de acceso al parque ha quedado también interrumpida y tendrá que habilitar una alternativa. Esas ‘sorpresas’ son las que a su manera mantienen activas las protestas. En Joan Miró los árboles que finalmente serán talados son poco más de 70, pero a lo largo del recorrido de la futura prolongación del tren suburbano han caído otros ejemplares, unos 30 en la calle de Urgell y varios más en la Gran Via, en este último caso para garantizar que las calzadas dedicadas al coche no mengüen.