Los retos de la convivencia en la calle

Un radar comienza a controlar la velocidad en el eje verde de Consell de Cent

La indisciplina viaria deteriora los ejes verdes del Eixample

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El radar, en el poste, a la izquierda de la imagen.

El radar, en el poste, a la izquierda de la imagen. / A. de S.

Carles Cols

Carles Cols

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Los ejes verdes de Barcelona ya tienen su primer radar de control de velocidad. Es distinto de cualquier otro radar. Es mudo. Es un simple panel cuadrado que ni siquiera se ilumina para informar de la velocidad del vehículo, como sí hacen, por ejemplo, los radares colocados en la ciudad cerca de las escuelas. Pasa bastante desapercibido ahí donde ha sido colocado, en lo alto de una farola, entre las calles de Casanova y Muntaner, justo delante de la salida del pasaje de Valeri Serra. Se función no es multar. Su misión es tener un retrato en cifras, en este caso de velocidad, de lo que pasa en los ejes verdes a diario, es decir, de lo obvio, que ya sea sobre ruedas de coche, moto, patinete y bicicleta, no todo el mundo respeta las normas de circulación.

Extrañamente, en los despachos municipales lo califican de radar pedagógico. La misma expresión empleó el concejal Jordi Valls cuando el pasado lunes por la noche hizo una fugaz referencia a su existencia durante la celebración del consejo de barrio de la Esquerra de l’Eixample. Sería pedagógico si aleccionara a quienes superan los 10 kilómetros por hora permitidos y les informara de la velocidad real a la que circulan. No lo hace. Quizá otro nombre sería más adecuado. Es más un termómetro que permitirá conocer con más precisión hasta qué punto las frecuentes quejas de los peatones se ajustan a la realidad.

Los ejes verdes, como cualquiera que los haya transitado ha podido comprobar, son todo lo contrario a un espacio compartimentado. Su diseño es el de una calle peatonal, pero en la que el tráfico, a motor o a pedales, está permitido con unas pocas restricciones. La velocidad es una de ellas. El volumen de peatones suele ser inversamente proporcional a la velocidad a la que circulan lo coches y las furgonetas. La gente no renuncia a caminar por lo que antes era el centro de la calzada, de modo que a los conductores no les queda otra que adaptarse. Cuando el número de la gente a pie es menor, por ejemplo, a primera hora de la mañana. La velocidad aumenta.

Un caso distinto es el de los patinetes y las bicicletas, en especial las de reparto de comida a domicilio. Raro es que vayan como máximo a 10 kilómetros por hora. Más raro es aún el hecho de que durante el primer año de vida de los ejes verdes no se haya llevado a cabo una intensa labor pedagógica con patrullas a pie. En los foros en los que los vecinos pueden trasladar sus quejas al ayuntamiento (plenos del distrito, audiencias públicas o en la ‘app’ Barcelona a la butxaca), hay un mínimo denominador común incuestionable: el resultado actual incomoda de un modo especial a la gente mayor, que se siente insegura. Es, pues, un gran problema.

Carga y descarga

El radar, a su manera, es la guinda del profundo chequeo al que han sido sometidos los ejes verdes durante las últimas semanas para evaluar qué aspectos son mejorables. Los protectores de los parterres han sobrevivido más mal que bien. ¿Es culpa de su diseño? ¿O lo es de las malas prácticas de quienes circulan y estacionan en esas calles? La carga y descarga es, de hecho una de las cuestiones más controvertidas y, según se mire, más singulares. Lo dijo un vecino de Consell de Cent el martes en el consejo de barrio. “¿De qué se quejan? Jamás lo han tenido tan fácil. Aparcan justo delante del lugar al que tienen que llevar la mercancía y, una vez allí, aprovechan para llevar paquetes en el carro hasta uno o dos calles más allá, mientras el vehículo sigue en mitad de la zona peatonal”.

El radar, al fondo, y en primer plano una mancha de aceite fruto de un largo estacionamiento.

El radar, al fondo, y en primer plano una mancha de aceite fruto de un largo estacionamiento. / A. de S.

Sugirió ese vecinos, acompañados por el asentimiento de buena parte de quienes llenaban el auditorio, que quizá habría que recuperar el modelo clásico, es decir, que es estacionamiento de las furgonetas sea en las esquinas disponibles más próximas y por un tiempo limitado.

Suele haber, en especial por las mañanas, una gran cantidad de vehículos parados en los ejes verdes, incluso turismos particulares. Y cuando se van, su presencia, en cierto modo, sigue ahí. Justo delante del radar recién colocado hay un gran mancha de aceite de motor, la prueba irrefutable de que algún vehículo estuvo estacionados ahí mucho más que un par de minutos. Esa huella difícilmente se borrará. El pavimento es poroso. De nuevo la pregunta es la misma. ¿La culpa es del pavimento?