Hasta el 14 de septiembre

La obra casi inédita de Francesc Català-Roca toma la Casa Golferichs

El amor de Català-Roca por Barcelona sale de imprenta en una obra póstuma

La Esquerra del Eixample sale en busca de fotos de su pasado

Halladas dos cajas perdidas de exquisitas fotos de Català-Roca

Andreu Català, hijo de Català-Roca, en la exposición.

Andreu Català, hijo de Català-Roca, en la exposición. / MANU MITRU

Carles Cols

Carles Cols

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Acaba de inaugurar la Casa Golferichs (Gran Via, 491) una exposición de fotografías prácticamente inéditas de Francesc Català-Roca, maestro con la cámara y maestro también en la sala de revelado, una doble condición de la que no todos los grandes nombres de esta disciplina artística pueden presumir. Hasta el 14 de septiembre se exhibirán en aquel singular chalet modernista de la esquina con Viladomat una veintena larga de las imágenes con las que Català-Roca retrató durante varios años lo que él llamaba la piel de Barcelona, o sea, nada que ver con lo más reconocible de su obra, sino todo lo contrario, un proyecto muy personal que quiso llevar a imprenta en vida, pero que no pudo hacerlo porque la muerte le sorprendió con solo 76 años de edad.

La fotografías, que se exponen de dos en dos, tal y como las emparejó en su día el propio Català-Roca, no son del todo inéditas por el simple hecho de que acaban de ser preciosamente  publicadas por Enciclopèdia Catalana y el Ayuntamiento de Barcelona, pero se trata de una edición cara, inevitablemente cara, así que la iniciativa de la Casa Golferichs es una ocasión estupenda para conocer esa faceta distinta, e incluso divertida e irónica, de aquel gran fotógrafo.

Dos visitantes comentan la exposición 'La pell de Barcelona'.

Dos visitantes comentan la exposición 'La pell de Barcelona'. / MANU MITRU

El lugar elegido para invitar al público a conocer este trabajo no podía ser otro. La Casa Golferichs es, entre muchas otras cosas, la sede del Espai de Fotografia Francesc Català-Roca, un equipamiento municipal en el que se imparten talleres para dominar distintas técnicas de retrato y que, además, dispone de un laboratorio propio para sus socios. A su manera, no solo se rinde homenaje a Català-Roca poniendo su nombre al equipamiento, sino que además se invita a los socios, poco o mucho, a seguir lo que fueron sus pasos profesionales. Con solo 13 años de edad, Català-Roca comenzó a trabajar el laboratorio de revelado de su padre, un fotógrafo bastante célebre en su tiempo, Pere Català Pic. Allí, bajo la luz de una bombilla roja y de la iluminación de la ampliadora hizo mucho más que aprender los trucos básicos de ese oficio. Directamente, sobresalió como pocos. Sus manos de adolescente fueron las que revelaron algunas de las obras maestras de Agustí Centelles e incluso suya es la huella química que hace que la famosa foto del miliciano abatido de Robert Capa tenga un aire fantasmal tan enigmático.

En una Barcelona inmobiliariamente como la de hoy, disponer de una pequeña habitación para el revelado de negativos y la copia de positivos es casi un imposible. Lo que oferta el Espai Català-Roca es precisamente eso, ser un poco Català-Roca, dominar de la a a la zeta los secretos de este oficio o, al menos, intentarlo.

Santa Maria del Pi y la Boqueria.

Santa Maria del Pi y la Boqueria. / FRANCESC CATALÀ-ROCA

Tiene la Casa Golferichs otro proyecto fotográfico bajo el paraguas de ese mismo espacio. Anda en busca de fotos antiguas de esa parte de la ciudad, la Esquerra de l’Eixample, la menos señorial de las barcelonas de Cerdà, quizá por eso menos retratada que otras. No está siendo un camino de rosas. Eso viene al caso porque en el fondo permite comprender desde otro punto de vista la obra que dejó en herencia Català-Roca. No solo la fotografió de la mejor de las maneras, sino que lo hizo, además, de forma abundante. De hecho, esa es el alma de ‘La pell de Barcelona’. En determinado momento, echó la vista a atrás y comenzó a emparejar detalles que un momento u otro había enfocado con su cámara. De repente, una brizna de hierba entre dos baldosas le recordaba aquella decoración floral de un esgrafiado modernista. O encontraba similitudes entre una publicidad en una fachada y el Pantocrátor del MNAC. O fotografiaba un día el gigantesco rosetón de Santa Maria del Pi y le encontraba enormes similitudes con esa manera tan especial en que los arenque se mostraban al público en las tiendas de pesca salada y en los mercados municipales, en cajas redondas.

Un anuncio en las calles de Barcelona, en 1989, confrontado al Pantocrátor de Sant Climent de Taüll.

Un anuncio en las calles de Barcelona, en 1989, confrontado al Pantocrátor de Sant Climent de Taüll. / FRANCESC CATALÀ-ROCA

La exposición , lo dicho, permanecerá abierta al público hasta el 14 de septiembre, y tendrá una jornada especial el próximo 17 de julio, con una mesa redonda en la que participarán Andreu Català, hijo del autor, Joan Ricart, editor del libro, y Maribel Mata, a cargo del Espai de Fotografia Català-Roca de la Casa Golferichs.