Esquerra de l'Eixample

Esquerdats, los 'castellers' que ensayan en la Modelo y que el domingo aspiran a liberarse

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Carles Cols

Carles Cols

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Esquerdats, jovencísima ‘colla castellera’ de la Esquerra de l’Eixample, pues tiene solo seis años de edad, se prepara en la Modelo para (habrá que pedir disculpas por el fácil juego de palabras) liberarse. Aspiran sus miembros a merecer el próximo domingo el título de Colla de 7, una medalla menor al lado de las que ya ostentan las ‘colles’ con más pedigrí de Catalunya, pero para ellos un paso importantísimo, porque significará que han completado en 12 ocasiones ya construcciones de siete pisos. El próximo domingo, a mediodía y en la confluencia de Entença con Provença, se han propuesto escalar a esa categoría. Llevan ya 11 ‘castells’ de siete plantas. Uno más y serán Colla de 7.

Durante el primer tercio del siglo XX, las construcciones al alcance hoy de los Esquerdats habrían causado admiración. Tras la edad de oro de esta afición durante el siglo XIX, llegó una decadencia que no pocos autores han relacionado directamente con la plaga vitivinícola de la filoxera. No estaban en las masías del Penedès o el Alt Casp para dedicar sobreesfuerzos a esta tradición tan arraigada en esas comarcas. Morían las vides y menguaban los ‘castells’. Lo que ocurre es que los Esquerdats son una ‘colla’ del siglo XXI, más que una edad de oro, de platino, y así sus logros podrían parecer menores, pero su caso merece ser evaluado, de momento, con otros parámetros.

Las rejas de la Modelo, con un uso no previsto cuando fueros instaladas.

Las rejas de la Modelo, con un uso no previsto cuando fueros instaladas. / Zowy Voeten

En primer lugar, porque a su corta edad, pues nacieron en 2018, hay que sumar el mérito de que la pandemia no arruinó su crecimiento. En abril de 2019 se atrevieron en Gavà con un ‘tres de sis’, pero sin éxito. En junio de ese mismo año, en el El Prat, lo consiguieron. El covid puso después a prueba su verdadera determinación. Ganaron ese pulso. En la Diada de Santa Eulàlia de 2020, al lado de las otras siete ‘colles’ de Barcelona, se hicieron merecedores por fin de presentarse ante la afición con una camisa ‘comme il faut’, en su caso, lila, porque hasta entonces los códigos de honor de los ‘castellers’ les obligaban a hacerlo con una de color blanco, algo así como de aspirante.

Varios 'esquerdats' aprovechan las columnas de la Modelo para practicar.

Varios 'esquerdats' aprovechan las columnas de la Modelo para practicar. / Zowy Voeten

Pero más allá de su progresión desde entonces, o sea, que hayan culminado ya 11 construcciones de siete pisos y que este próximo domingo reclamen el calor del público para lograr el número 12, a la trayectoria de los Esquerdats es posible acercarse desde otro punto de vista, porque, a su manera, reman contra la corriente de esta. En una Barcelona en la que el mercado inmobiliario amenaza con despersonalizar los barrios, el hecho de que un centenar de aficionados decidan dedicar dos días a la semana a entrenar ‘castells’ es, más allá de la afición por estas construcciones, una declaración de amor al hecho de tejer una red de vida social.

Ensayo en el patio de acceso a la Modelo.

Ensayo en el patio de acceso a la Modelo. / Zowy Voeten

A ello hay que añadir otro detalle no insignificante. La Esquerra de l’Eixample es demográficamente una Vilafranca del Penedès o, más aún, dos veces un Valls, por citar dos ciudades ‘castelleres’ inapelables. 40.000 vecinos viven en este barrio de Barcelona, muchos, es cierto, pero las condiciones en las que los Esquerdats intentan abrirse paso no son, ni de lejos, las de esas dos capitales de comarca, que disponen de locales para ensayar en los que no falta de nada. La ‘colla’ de la Esquerra de l’Eixample se acomoda como puede en la cárcel Modelo, un hándicap en cuanto a funcionalidad, pero, en honor a la verdad, un marco incomparable.

Varios miembros de la 'colla' entran en el corazón de la Modelo para guarecerse de la lluvia y proseguir el entreno.

Varios miembros de la 'colla' entran en el corazón de la Modelo para guarecerse de la lluvia y proseguir el entreno. / Zowy Voeten

El miércoles fue día de ensayo. La cita era en el patio que en su tiempo hacía de vestíbulo de la cárcel. El lugar tiene su qué. Las columnas que soportan el pasillo del primer piso para entrenar y para que los más pequeños trepen con una agilidad que pocas veces se ve en la vida urbana. La galería de fotos de Zowy Voeten que encabeza este artículo es de las que vale la pena disfrutar con paciencia. Con el cielo encapotado, la luz, dice, era perfecta para gozar como fotógrafo profesional. La guinda fue que comenzó a llover y la ‘colla’ se trasladó al interior del centro penitenciario, para plantar sus torres casi en mitad del panóptico, al lado de la antigua caseta de vigilancia de los reclusos. Aunque el lugar, lo dicho, no era el gimnasio ideal para esta tradición, las fotos se suman, como no, a ese monumental álbum de historias que han tenido lugar tras los muros de esa cárcel que nació en 1904, como indica su nombre, para ser modélica y que en 1906 ya fue escenario de un primer motín.