Acuerdo tras meses de pulso

El Taller Masriera será simultáneamente biblioteca y ateneo teatral de la Dreta de l'Eixample

El Taller Masriera renace como teatro con un Chéjov por sorpresa

FOTOGALERÍA: La última función del Taller Masriera

El Taller Masriera, en el 72 de la calle de Bailèn.

El Taller Masriera, en el 72 de la calle de Bailèn. / ELISENDA PONS

Carles Cols

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La moneda ha caído de canto. El Taller Masriera, el arquitectónicamente insólito templo de inspiración romana de la calle de Bailèn, será el nuevo hogar de la Biblioteca Sofía Barat y será también, al mismo tiempo, un ateneo de barrio que recuperará la actividad teatral que se desarrolló tras aquellas columnas durante los años 30 y 40. Será, pues, un dos en uno. El pulso que durante los últimos años han mantenido el Ayuntamiento de Barcelona y una plataforma vecinal de la Dreta de l’Eixample puede que finalice, de forma inesperada, en unas felices tablas.

Los responsables municipales sostenían que el uso más adecuado para ese edificio era ser cobijo de la biblioteca del barrio, que sufre notables estrecheces en su actual dirección postal de la calle de Girona. No solo era una apuesta segura, porque las bibliotecas municipales son una historia de éxito mayúsculo, sino que cabía incluso la posibilidad que, dada la extravagante fachada de la finca, pudiera cosecharse allí, aunque fuera a otra escala, una admiración como la que ha recolectado a nivel internacional la Biblioteca Gabriel García Márquez, en Sant Martí.

Los vecinos, en cambio, reclamaban al ayuntamiento, con independencia de su orientación política, que en Bailèn 70-72 no fuera conservador, que se atreviera a dar una oportunidad a una idea romántica y, quizá, de resultados agradablemente sorprendentes. El Taller Masriera, lo dicho, tras perder su función original de espacio dedicado a la pintura y otras artes manuales, tuvo una esplendorosa etapa como teatro, no solo de barrio, sino abierto incluso a compañías europeas. Siempre se sueleañadir en este tipo de recapitulaciones sobre el Teatro Studium, que es como se llamaba aquel escenario, pero por ahí pasó Gabriel García Lorca y se enamoró de la pasión con la que las clases más populares de la ciudad se adentraban en el mundo del teatro.

El teatro que cobija el Taller Masriera, durante una jornada del Open House.

El teatro que cobija el Taller Masriera, durante una jornada del Open House. / .

A los miembros de la Plataforma Taller Masriera hay que reconocerles, sin lugar a dudas, que mientras ha durado el pulso con las autoridades municipales, han empleado todas sus fuerzas, eso sí, siempre de la mejor de las maneras. El pasado diciembre, y como muestra un botón, aprovecharon la última jornada del año en que se abrían las puertas a las visitas programadas los fines de semana para, sin previo aviso, representar una breve obra de Chéjov sobre el escenario con un par de actores. Fue una travesura estupenda. Cuando los visitantes estaban a punto de finalizar la ruta por las entrañas del edificio y pasaban por la platea, el escenario cobró vida.

No hay que descartar que esa manera de reivindicar el uso teatral del taller hiciera mella en el concejal del distrito, Jordi Valls, que, según cuentan, tiene una confesa debilidad por la literatura rusa. Quizá aquello obró el milagro de que ahora la moneda haya caído de canto. ‘Se non è vero, è ben trovato’. Habría que añadir, aunque sea solo a modo de anécdota, a todas las aventuras que atesora esta finca.

El Taller Masriera, tal y como fue concebido.

E. Vilardell

¿Cuál es la última hora anunciada en el título? Que, aunque con una última cautela, los vecinos del barrio han bendecido la última propuesta que ha sido puesta sobre la mesa. El distrito ha implicado a todos los departamentos necesarios para encontrar una solución que haga compatibles ambos usos. Con una edificación da planta baja más cuatro pisos, la finca cobijara una biblioteca con una superficie útil de 1.200 metros cuadrados, un teatro de 475 y un espacio comunitario de 265. Para la actual Sofia Barat, eso supone duplicar los metros cuadrados de que dispone actualmente, más allá de las sinergias que pueda establecer con esa suerte de ateneo de alma teatral con el que compartirá techo. La prudencia con la que los vecinos celebran esta solución (tanta contención es la suya, que apenas han dado a conocer el preacuerdo) es que desean primero ver por escrito las bases del concurso arquitectónico del proyecto. En el calendario presentado por el distrito, lo ideal sería licitar el concurso el próximo julio y anunciar la resolución del mismo durante el primer semestre de 2025.

El Taller Masriera.

El Taller Masriera. / ÁLVARO MONGE

Esto último tiene su qué, porque permitirá comenzara a intuir cuál será el aspecto de este doble equipamiento público cuando finalicen las obras. El Taller Masriera ha sido a lo largo de sus 142 años de historia objeto de todo tipo de intervenciones, sobre todo añadidos que han eclipsado en parte su aspecto original. Los hermanos Masriera, Josep y Francesc, eran miembros de la burguesía de finales del XIX, suficientemente adinerados como para encargar la construcción de ese edificio sin ninguna aspiración rentista tan común en aquellos años de crecimiento de Eixample, pero por encima de eso era gentes viajadas y cultas. A su manera, aunque el aspecto del Taller Masriera parezca desde la calle una finca fuera de lugar, define muy bien el momento en que fue construida. De Italia llegaba la admiración que supuso el descubrimiento de Pompeya, en Barcelona se debatía qué hacer con las columnas del Templo de Augusto, que a punto estuvieron de terminar en una finca particular de Canet, y al hilo de todo eso, resurgían las obras de Vitrubio y Palladio como referentes de una manera de entender la arquitectura que había que reivindicar.

Todo eso y mucho más se explica en una recomendable exposición que actualmente acoge la Casa Elizalde (València, 302), comisariada a la perfección por Alexandra Laudo, y en la que, además de entrañables fotos de época incluso de la época inicial del edificio, destacan una serie de retratos de hoy en día realizados por Eugeni Bach. No hay ningún tipo de conexión oculta en el hecho de que la Casa Elizalde haya programado esta muestra con la circunstancia de que vecinos y munícipes se hayan puesto por fin de acuerdo. Es solo una coincidencia casual, pero muy oportuna, porque, a su manera, lo que Laudo hace con la exposición es, de forma implícita, dar la verdadera dimensión del pulso que ambas partes han mantenido desde hace más de un año sobre cuál debía ser el destino del edificio. Solo ocupa una sala de este centro cívico de la calle de València, pero es una visita que merecía la pena en entrada para tomar partido por una u otra solución y, ahora, para celebrar el desenlace.