Una penitencia pendiente

Una calle de Barcelona dedicada a un negrero y miles de infamias más en una web de historiadores

Un grupo de investigadores lanza un portal que da acceso a un fondo documental sobre el pasado esclavista de la ciudad y de España

Barcelona, esclava de su pasado negrero, comienza a pedir perdón

La conjura 'negreroinmobiliaria' de Barcelona

Ocho historiadores abren la luz sobre el incómodo pasado negrero de Catalunya

Antonio López, no solo un negrero

La calle de Xifré, de quien el nomenclátor de Barcelona destaca solo que fue "un hombre de negocios".

La calle de Xifré, de quien el nomenclátor de Barcelona destaca solo que fue "un hombre de negocios". / Zowy Voeten

Carles Cols

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Una docena de historiadores acaba de encender la luz del cuarto oscuro más incómodo de cualquier país, el de su pasado esclavista, una habitación que en otros países europeos, como el Reino Unido, Holanda y Francia, está perfectamente iluminada desde hace una decena de años como poco, pero que en España solo se ha explorado hasta ahora (por seguir con la metáfora) apenas con una linterna.

Coordinados por el profesor de Historia Contemporánea de la Universitat Pompeu Fabra Martín Rodrigo Alharilla, este grupo de investigadores ha creado ‘espanaesclavista.es’, una web que literalmente da acceso a un fondo documental de dimensiones y profundidades (podría decirse muy oportunamente) atlánticas y que con el tiempo, prometen, crecerá más y más. Los documentos disponibles y los portales internacionales para rastrear la infamia de algunos capitanes y armadores negreros son dos apartados sin duda fenomenales de la web, pero de entrada, lo primero que llama la atención es el mapa interactivo. Aparece destacada con 77 hitos, cómo no, Catalunya, y de ellos 31 corresponden a Barcelona, con direcciones postales del Eixample en las que nadie repara cuando pasea por delante que (por decirlo novelescamente) están manchadas de sangre, e incluso con al menos una calle de la ciudad dedicada a un incuestionable empresario de la esclavitud, Josep Xifré Casas.

La placa de la calle de Xifré, en la que se detallan de de forma incimpleta los méritos del homenajeado.

La placa de la calle de Xifré, en la que se detallan de de forma incimpleta los méritos del homenajeado. / Zowy Voeten

La web es (por fin, que falta hacía) un camino de migas con el que llegar a los artículos académicos publicados por esos historiadores, a escritos decimonónicos con los que en España se defendía los pros de la esclavitud cuando en medio mundo había sido ya abolida y, además, una puerta con la acceder a páginas web de otros países, como ‘slavevoyages’, donde han sido digitalizados miles de documentos con nombres de navíos con sus orígenes y destinos, cargas humanas a bordo, nombre de capitanes y circunstancias en las que la marina británica, que se arrogó la obligación de detener en alta mar ese tráfico de persona, abordó esas embarcaciones.

No es que en España esa información no exista. Explica Rodrigo Alharilla (por cierto, en su día, autor de una pormenorizada biografía de Antonio López, el ‘culpable’ que a su manera ha expiado los pecados de decenas de sus compatriotas) que en el Archivo Histórico Nacional hay 80 célebres cajas (famosas al menos entre los historiadores) que contienen la correspondencia diplomática y documentos varios de, por ejemplo, aquellos casos en los que la Armada británica tenía información fidedigna a través de espías de que habían sido desembarcados en Cuba tanto esclavos comprados en África y pedía información al respecto. Lo habitual, según el Martín Alharilla, era que la respuesta fuera que no había caso.

El monumento a Antonio López, junto a la tambien retirada escultura de la Victoria, en los almacenes municipales.

El monumento a Antonio López, junto a la tambien retirada escultura de la Victoria, en los almacenes municipales. / MANU MITRU

Esas 80 cajas no están digitalizadas. Solo eso ya es un síntoma de con qué retraso encara España esta recapitulación de su pasado. En Francia, por comparar, fue gracias a una ley promovida por el gobierno que ese tipo de información se puso al servicio de todo el público de forma fácil y diáfana a través de una fundación.

Con todo, en el caso de España en general y en el de Barcelona en particular, lo que ya ha emergido es mucho más que la punta del iceberg, pero solo gracias a las investigaciones impulsadas desde los departamentos de historia de las universidades y, de forma muy excepcional, hace tres años y sin timidez, por el Ayuntamiento de Barcelona en una jornadas organizadas por el Born Centre Cultural.

La esclavitud fue abolida en la España peninsular en 1837, pero en Cuba no lo fue hasta 1886, vamos, no hace ni 140 años ni siquiera, de ahí, según Rodrigo Alharilla, que un hándicap con el que se tiene que trabajar en el mundo académico es con el recelo de las grandes sagas familiares y empresariales a abrir sus archivos a los profesores.

Con todo, mucho ha quedado ya acreditado gracias al empeño de los historiadores. Queda patente en la web con decenas de episodios. Joan Forgàs Bayó, natural de Begur (Girona), emigró a Puerto Rico en 1838 y allí promovió varias haciendas de caña de azúcar en las que el trabajo era esclavo. Inmensamente rico, regresó a Barcelona y se hizo construir un palacete en el número 5 de la calle de Méndez Vigo, finca conocida en su época por la colección de aves exóticas del jardín y hoy en día porque, tras varios cambios de manos, es, en el corazón más noble del Eixample, la sede del Instituto Italiano de Barcelona.

El palacete del número 5 del pasaje de Mémndez Vigo, hogar del negrero Joan Forgàs.

El palacete del número 5 del pasaje de Mémndez Vigo, hogar del negrero Joan Forgàs. / Zowy Voeten

Que el edificio que da cobijo al restaurante 7 Portes y que fue el protagonista de la primera foto tomada en España, en 1839, lo levantó Josep Xifré gracias a sus negocios de La Habana no es ningún secreto a estas alturas. En Barcelona hasta se organizan rutas para conocer ese tipo de vestigios del esclavismo. En lo que no se repara tanto es en que Xifré no ha sido descabalgado nunca del nomenclátor de las calles de la ciudad. Tiene una dedicada justo en la frontera del Eixample. Se le recuerda genéricamente en la ficha del callejero como un “hombre de negocios”, y así se obvian dos datos fundamentales de su currículum. Primero, que en La Habana se enriqueció con una fábrica de curtidos en la que malvivían decenas de esclavos. Segundo, que entre 1823 y 1830 residió en Nueva York, donde fue uno de los socios de Peter Harmony & Co, una compañía dedicada al tráfico ilegal de personas de este a oeste del Atlántico. A modo de guinda, Rodrigo Alharilla añade una curiosidad. Incomprensiblemente tiene calle aún en Barcelona, pero también la tiene en La Habana.

Lo recomendable es sumergirse en la web y dejarse llevar por cualquiera de sus afluentes narrativos. Hay ahí, por ejemplo, un reciente estudio de la esclavitud desde el punto de vista económico, es decir, cuáles eran los beneficios de cada viaje en comparación con el capital invertido. Las ganancias podían ser del 200%. Con las ganancias que en 20 años de viajes obtuvo el capitán José Carbó, este se convirtió en el siglo XIX en dueño de varias fincas del Eixample y, en consecuencia, en un rico rentista que jamás volvió a trabajar.

Atrás quedan, pues, los tiempos en que Jordi Pujol se atrevía reñir a historiadores pioneros en este tipo de estudios, como Josep Maria Fradera, por remover ese pasado. Quedan algunas resistencias incomprensibles. A Jaume Torrents Serramalera se le elogia todavía en su Moià natal con unas palabras bien curiosas (“como buen catalán, era hombre de empresa”) y su retrato, al menos, ya no se exhibe con honores en el Museu Marítim de Barcelona (al contrario de como se informaba en una primera versión de esta noticia). En Vilassar de Mar, Pere Mas Roig es tenido por un marinero legendario y por eso uno de los ‘gegant’ de la ciudad está dedicado a su figura. La web, en este sentido, viene a ser una eficaz acetona con la que retirar todo ese esmalte embellecedor. Y el propósito, lo dicho, es que su contenido vaya creciendo.