Cita reivindicativa a medio gas

Los taurinos de Barcelona vuelven por un día a la Monumental sin toros pero con antitaurinos

Con los toros en el balcón

Celebración día Internacional de la Tauromaquia en La Monumental

Celebración día Internacional de la Tauromaquia en La Monumental / ADRIAN QUIROGA

Carles Cols

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La respuesta, antes de que alguien se lo pregunte, es sí. Los aficionados a la tauromaquia de Barcelona se han dado cita, huérfanos de tardes de toros desde hace ya 13 años, en la Monumental pasada media hora de las cinco de la tarde, en un encuentro para la nostalgia. Eran quizá unos 200 y, esta vez, con la suerte para ellos de que el acto ha sido en la arena, en mitad el ruedo, sin necesidad de saltar la valla como espontáneos, que vista su altura resulta evidente que requiere una cierta agilidad. Y sí, las respuesta es sí, a las puertas les han recibido los antitaurinos, bastantes menos, quizá unos 50, aunque con el megáfono parecía que fueran más.

Era una duda razonable. El Parlament (69 síes contra 59 noes) votó la abolición de las corridas en Catalunya y, aunque el Tribunal Supremo invalidó en 2016 aquella decisión, no han vuelto a estocarse toros en Catalunya desde entonces. La Monumental sigue en pie, pero no porque esos tiempos vayan a volver, sino porque patrimonialmente es un edificio inderrocable. La presencia de antitaurinos, lo dicho, ha sido una incógnita que muy pronto se ha despejado, pero, en honor a la verdad, una y otra parte se han respetado territorial y verbalmente. No ha habido incidentes. Sin ánimo de levantar ampollas, lo sucedido a las puertas de la plaza ha tenido algo de aquellos espectáculos de recreación histórica de tal o cual batalla entre romanos y cartagineses o entre prusianos y franceses, pero sin que a final, al terminar el espectáculo, se comparta barra en bar.

Celebración día Internacional de la Tauromaquia en La Monumental

Celebración día Internacional de la Tauromaquia en La Monumental / ADRIAN QUIROGA

Sin duda, la estrella

Dentro ya de la plaza, la principal estrella, a falta de toreros (y puede que incluso con ellos hubiera sido igual) ha sido el ganadero Victorino Martín, que podría haber elegido cualquier otra ciudad de España para celebrar el 16 de mayo como día recién elegido de la tauromaquia. “Es que aquí es donde hay que estar”, ha dicho brevemente mientras un no parar de asistentes se querían retratar con él.

El argumento de los taurinos es sobradamente conocido. Dicen que las corridas, pese a la muerte de un animal, son cultura. Venían preparados para sostener esa tesis. Se han recitado poemas de Mario Cabré, Màrius para los aficionados catalanes, torero, poeta y actor. A continuación, sin animal, por supuesto, se han representado algunas figuras con el capote. Quizá la entrega era máxima, pero la plaza, con las gradas vacías y parte de la arena ocupada por equipos de sonido para los espectáculos que allí se programan de vez en cuando, lucía realmente muy desangelada, nada que ver con los tiempos que en Barcelona había simultáneamente tres cosos taurinos, un caso inédito en España.

La Monumental sigue y seguirá en pie porque la normativa municipal así lo establece, pero quizá lo más taurino que queda en pie en la ciudad está al otro lado de la Gran Via, a una manzana de distancia. En cada uno de los techos de los balcones de una finca de varias plantas de altura sobreviven, más mal que bien, los estampados de un serie de fotografías de tardes de toros que en su día tomó Francesc Català-Roca. Apenas nadie se fija en ellas.