Una señal de salud

Un estriptís de corteza sin precedentes aqueja a los plátanos de Barcelona

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Cada día muere un plátano en Barcelona

Carles Cols

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Un estriptís sin precedentes, por integral, es decir, sin dejar nada a la imaginación, es el que están llevando a cabo estos días los plátanos de Barcelona, un especie que, aunque en declive numérico, son aún el árbol icónico de la ciudad. Sobre todo del Eixample. La escena es habitual estos días en muchas calles. Dentro y alrededor del alcorque se acumula la corteza que hasta hace bien poco vestía a los plátanos. La primera impresión es que, tal vez, algo preocupante sucede. ¿Están enfermos? Todo lo contrario, es un síntoma de vitalidad.

Bajo la corteza, el tronco de los plátanos de sombra destaca por su color crema claro, casi luminoso. Ha sido una suma de factores la que ha producido que este fenómeno. Cada año pierden corteza, pero no como en esta ocasión. El descortezado radical se debe, simple, llana y felizmente a que están creciendo. El inicio de la época de mayor insolación ha ido de la mano, este año, de unas lluvias que los plátanos han aprovechado para producir células nuevas. Ha sido una fiesta de la fotosíntesis que pasaba inadvertida a pie de calle, para los vecinos, hasta que los árboles han comenzado a desprenderse de la ropa del año pasado, que les venía de repente pequeña. Lo sucedido es diametralmente lo contrario de veranos pasados, cuando el estrés hídrico obligaba a los plátanos a perder hojas de forma masiva cuando más se necesitaba su sombra.

Un plátano de la calle de Muntaner.

Un plátano de la calle de Muntaner. / Manu Mitru

Esta súbita etapa crecedera de los plátanos tiene, no obstante, algo de versión botánica de canto del cisne. Omnipresentes en Barcelona antaño, su presencia es, porcentual y numéricamente, cada vez menos importante en la ciudad. La idea de plantar hileras de plátanos en la mayor parte de las calles terminó por revelarse como un monumental error de planificación. La enfermad de un árbol, aquejado de un hongo, podía expandirse con suma facilidad por toda la trama urbana, como al final sucedió. Es por eso que la estrategia del Instituto Municipal de Parques y Jardines pasa desde hace años por potenciar la introducción de nuevas especies vegetal y no reponer plátanos en caso de que mueran.

Un alcorque, lleno de corteza recién caída.

Un alcorque, lleno de corteza recién caída. / Manu Mitru

En el año 2000, por ejemplo, había censado casi 60.000 plátanos en la ciudad. Representaban entonces el 39,4% de la población arbórea de la ciudad. Solo 11 años más tarde, eran apenas 45.000, un descenso notable, de casi un plátano menos cada día de media. Pero porcentualmente el descenso fue mucho más acentuado. En esos 11 años, pasaron a ser el 22,2% de la masa forestal de la trama urbana. La razón es fácil de comprender. Crece a pasos agigantados el número de árboles de la ciudad, un 33% en una década, con la incorporación de cada vez más especies distintas, algunas de ellas realmente muy poco frecuentes, pero nunca se incorporan nuevos plátanos. El objetivo estratégico es que ninguna especie represente más del 15% del total.

Aunque nadie cuestiona su carácter de símbolo de la ciudad, pues durante décadas han caracterizado las calles de Barcelona, los plátanos se han vuelto impopulares por las molestias que causan sus frutos, que no son alergénicos, pero si extremadamente irritantes en los ojos y en la garganta.