Aniversario luctuoso

Refugios de la Guerra Civil, donde estaba prohibido hablar de política

Los tres días de bombardeos más crueles de la ciudad cumplen 85 años y la Modelo acoge un debate inédito a cuatro bandas con Berlín, Londres y París

25/02/2011. Barcelona. Fotos para distritos. El refugio en gracia de la guerra civil. Foto: Jonathan Grevsen

25/02/2011. Barcelona. Fotos para distritos. El refugio en gracia de la guerra civil. Foto: Jonathan Grevsen / Jonathan Grevsen

Carles Cols

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Las historias de los refugios de guerra de Barcelona son tan infinitas como su número, pues hasta la fecha se han localizado 1.322, pero el número no deja nunca de crecer. En ellos estaba prohibido fumar, pero más proscrito estaba aún hablar de política, porque aunque es cierto que su construcción dice mucho de la fraternidad con la que los vecinos arrimaron el hombro, la verdad es que la retaguardia barcelonesa fue un sindiós, no eclesiásticamente (eso, por supuesto), sino que lo fue de venganzas y traiciones, de puñales por la espalda entre camaradas. Pues eso, que ahí abajo, mientras sonaban las sirenas, no se hablaba de política. Se cumplen justo estos días 85 años de las tres jornadas de bombardeos más terribles de la Guerra Civil, 16, 17 y 18 de marzo de 1938, y, en una cita intelectual sin precedentes, se celebran en la Modelo esta semana unas jornadas sobre los refugios, no solo sobre los de Barcelona, sino también sobre los Berlín, Londres y París, una puesta en común mucho más que interesante. Incluso sorprendente.

Se ha recordado mil veces que Winston Churchill (como dijo Christopher Hitchens, “ese príncipe saltarín del oportunismo”) preparó a los ingleses para la Segunda Guerra Mundial con Barcelona como ejemplo de resistencia, pero a la hora de la verdad, la experiencia de la capital catalana era vista con una cierta displicencia por dos razones, porque un caballero británico jamás rehuye la mirada del enemigo, y porque ese idea de ponerse a resguardo bajo tierra sin distinción de clase le parecía a los lores demasiado comunista. Así lo explica el historiador Xavier Domènech, comisario de la exposición que a finales de marzo se inaugurará en una de las galerías de la misma Modelo, en la que brillará (eso prometen) una inédita mirada fotográfica en gran formato a cargo de Ana Sánchez, comisaria también de esa muestra.

Refugio del sindicato de la construcción de la CNT, durante la Guerra Civil, en el número 38 de la calle de Bailén.

Refugio del sindicato de la construcción de la CNT, durante la Guerra Civil, en el número 38 de la calle de Bailén. / ANA SÁNCHEZ

Fue a las 10 y ocho minutes del 16 de marzo cuando hace 85 comenzaron aquellas bárbaras tres jornadas de bombardeo. Los aviones italianos partían de Mallorca, a menos de media hora de vuelo, y eran casi indetectables si volaban bajo y buscaban primero la costa del Garraf. Las montañas del litoral, hasta llegar a Montjuïc, eran como un gran biombo que permitía a los aviadores de Mussolini ser casi en fantasmas, hasta que ya era tarde.

“Mallorca era como un gran portaviones anclado frente a Barcelona y aquellos bombardeos tenían algo incluso de experimental”, explica Domènech.  Ya no se trataba, como en febrero de 1937, fecha del primer ataque, de cañonear al tuntún desde un destructor, que apuntó al centro y causó destrozos en Gràcia, sino que el propósito era que las bombas lanzadas desde los aviones impactaran directamente sobre la moral y el estado de ánimo de la población. Tan experimentales eran aquellos bombardeos que por eso se fotografiaban los objetivos antes, durante y después de las explosiones.

17 de marzo de 1938: la fuerza aérea italiana causó una masacre en la confluencia de la Gran Via con la calle de Balmes, que desató una ola de indignación mundial.

17 de marzo de 1938: la fuerza aérea italiana causó una masacre en la confluencia de la Gran Via con la calle de Balmes, que desató una ola de indignación mundial. / Forze Armate Italiane

Era la primera vez en la historia que la población civil era atacada desde un avión de forma sistemática, con un ¨’martellamento diluito nel tempo’¨, según palabras del propio Mussolini, o sea, algo así como golpear con una cadencia a la que desde tierra no se le veía el final. Hasta podría decirse que Italia fue una adelantada a su época en este sentido. En noviembre de 1911, el teniente Giulio Gavotti se colgó la primera medalla de la historia por esta ‘modernidad’. Italia estaba en entonces en guerra contra los restos del Imperio Otomano y, en una batalla en suelo libio, Gavotti se montó en un biplano con varias bombas sujetas entre las piernas. Cuando sobrevolaba una posición turca, las soltó a mano. La noticia dio la vuelta al mundo, al menos al mundo de las academias militares, pero aquello era algo artesanal al lado de la industrialización del bombardeo al que se sometió a Barcelona tres décadas más tarde, donde  se podría decirse que se sublimó la estrategia del terror cuando se consideró interesante repetir blanco, como en Sant Felip Neri, para atacar a las víctimas cuando iban al rescate de las del primer bombardeo.

Refugio de la sociedad cultural y deportiva La Lira de Sant Andreu.

Refugio de la sociedad cultural y deportiva La Lira de Sant Andreu. / ANA SÁNCHEZ

La exposición que se inaugurará a final de mes y, sobre todo, las jornadas internacionales que este jueves y viernes se celebran en la Modelo no ofrecen una mirada a vista de pájaro sino todo lo contrario, desde la perspectiva contraria, desde los refugios y, en lo que interesa mucho desde la perspectiva barcelonesa, desde la memoria. Ahí, las diferencias entre ciudades son enormes e invitan a Barcelona a la reflexión. En el impresionante Imperial War Museum es posible acomodarse en una angosta sala para experimentar sensorialmente como se percibían los ‘blitz’ alemanes sobre la población. Suele ser un éxito de público. En Berlín quitan el hipo las catedralicias dimensiones de su gran refugio de guerra, casi un barrio subterráneo, menos meritorio si se tiene recuerda que fue construido con mano de obra esclava, pero también forma parte de cualquier visita realmente completa que se quiera realizar a la capital alemana. En Barcelona, los refugios son, de entrada, un bien que despierta una curiosidad esencialmente local, pero sobre todo han sido durante demasiado tiempo un olvido colectivo, no porque no se supiera de su existencia, sino porque se renunció a reconocer lo que significaron.

En julio de 1936, Barcelona fue, cara al mundo, la primera ocasión en que el fascismo en auge en Europa no alcanzaba una de sus metas. Fue su primer fracaso. En parte por eso hubo después tal ensañamiento, explica Domènch. Que el golpe de Estado naufragara en Barcelona fue, eso, un golpe, pero lo remarcable es lo que sucedió después, que ya en septiembre, mucho antes de que cayeran las primeras bombas, se comenzó a organizar la defensa pasiva antiaérea, se inspeccionaron sótanos por si eran adecuados, se instalaron sirenas, se decidieron puntos de observación…, un ejercicio de anticipación que no iba desencaminado y que, aunque no decantó la guerra en un sentido distinto al conocido, salvó vidas. ¿Cuántas? No es posible poner un número. Tan solo hay la certeza de que nadie murió en un refugio, ni siquiera por una discusión sobre política.

Cuatro meses redondas sin precedentes

‘Refugios. Ciudadanía, memoria y subsuelo en Europa’. Bajo ese título reúne Barcelona durante dos días, en la sala de actos de la Modelo, un conjunto de voces expertas en la materia. Es una cita sin precedentes, con mesas rerdondas, como la inaugural, que reúne a Wieland, responsable del Berlin Story Bunker, Gilles Thomas, especialista en el subsuelo de París, donde un refugio hizo las veces de cuartel general de la resistencia, Carme Miró, arqueóloga barcelonesa y exploradora de la red de refugios que planificó el franquismo tras la Guerra Civil, y Ana Laura Bertero Mastrangelo, arquitecta y autoridad en la materia.

Otras tres mesas redondas más trataran la misma cuestión a lo largo de los dos días, por ejemplo, con Josep Maria Contel, miembro del Taller d’Història de Gràcia y al que la ciudad le debe el hallazgo del refugio perdido del Palau de la Generalitat.

Y durante la apertura y clausura de las jornadas estarán Xavier Domènech y Ana Sánchez, como anticipo de la exposición que se presentará al público a final mes, en la que Sánchez expondrá una cuarentena de imágenes de gran tamaño y cuidadísimo revelado a las que ha dedicado dos años de trabajo.