La precampaña electoral

Barcelona Distrito Federal pide devolver Consell de Cent a los conductores

Bajo el título '¿Tiene sentido deconstruir Barcelona?', la asociación celebra un acto para denostar las 'superilles' y predecir enormes males si no se revierten

Fotos de l'acte 'Té sentit deconstruir Barcelona? En defensa del Pla Cerdà'. Amb Josep Miró Ardèvol, Ramón García-Bragado i Cristian Bardají

Fotos de l'acte 'Té sentit deconstruir Barcelona? En defensa del Pla Cerdà'. Amb Josep Miró Ardèvol, Ramón García-Bragado i Cristian Bardají / Manu Mitru

C. C.

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Aunque con menos poder de convocatoria que el Cercle d’Economia, la asociación Barcelona Distrito Federal (BDF) ha celebrado su propia mesa redonda para formular públicamente la misma petición que a mediados de diciembre planteó Josep Antoni Acebillo: que se devuelva la calle de Consell de Cent a los coches. Acebillo se lo reclamó en el Cercle d’Economia al alcaldable Xavier Trias (lo tenía sentado justo enfrente) y, en esta ocasión, los ponentes que han reclamado que se reviertan las obras han sido otros, aunque con muy parecidos argumentos: Josep Miró Ardèvol, exconcejal de CiU en el Ayuntamiento de Barcelona, Ramón García Bragado, teniente de alcalde socialista en una etapa posterior, y Cristian Bardají, directivo del RACC.

A solo tres meses de las elecciones y en contra de lo sucedido en anteriores citas con las urnas, contaminadas por la tensión de la política catalana, se debate sobre proyectos de la ciudad, con vehemencia a veces, pero se posicionan las partes (candidatos, lobis, vecinos, plataformas...) sobre cosas literalmente palpables, como los ejes verdes y las ‘superilles’. BDF ha dicho la suya en un acto algo desangelado (ni medio auditorio ha llenado, apenas unas 30 personas), con un título inequívoco, ‘¿Tiene sentido deconstruir Barcelona?’.

García Bragado, responsable del urbanismo municipal con Joan Clos, ya intervino en diciembre en el acto del Cercle d’Economia. Entonces le eclipsó el verbo torrencial de Acebillo. Como abogado que es ha repetido en esencia su tesis, que desde el punto de vista administrativo los trámites para realizar las obras en curso en cuatro calles del Eixample para peatonalizarlas casi íntegramente son defectuosos en las formas. Entre 10 y 15 recursos están presentados contra los ejes verdes, pero la justicia ha desestimado paralizar las obras como reclamaban, entre otros, García Bragado.

Malas artes

El antiguo teniente de alcalde, paradójicamente, vive en Consell de Cent, una calle en la que no consta la presencia de pancartas de protestas en los balcones en contra de las obras y tampoco se puede dar fe de una oposición por parte de los comerciantes, que más bien opinan que se verán beneficiados, pero pese a esas circunstancias considera que el proyecto es, además de incorrecto jurídicamente, un despropósito. En su opinión, el equipo de gobierno actual pretende reducir el volumen de tráfico en la ciudad por la vía de fomentar la congestión en sus calles, para que cada día más conductores desistan de utilizar el coche.

Bardají, en nombre del RACC, ha compartido esa sospecha y ha argumentado que cualquier estrategia de reducción del tráfico que consista en reducir el número de carriles en la ciudad no puede llevarse a cabo si antes no se mejoran las prestaciones del transporte público, sobre todo el interurbano. Ninguno de los tres ponentes, por cierto, está a favor de la conexión de las dos tramas del tranvía metropolitano a través de la Diagonal.

En un cierto momento de su intervención, el representante del RACC ha venido a sugerir que el Eixample no es propiedad de quienes lo habitan, o que como mínimo no lo es más que de quienes cada día sufren atascos en los accesos a la ciudad.

La intervención más pormenorizada, sin embargo, ha sido la de Miró Ardèvol, ingeniero agrónomo de formación y, desde hace un par de décadas como mínimo, militante del ala más fundamentalista del cristianismo catalán. Tal vez por eso su intervención ha sido la más apocalíptica. También, es cierto, la más ordenada. Ha reseñado 20 motivos para estar en contra de las ‘superilles’.

Ha calificado la decisión de impulsarlas de “chiste de quien gobierna”. Ha defendido que el plan Cerdà si una gran virtud tiene es que mitiga las diferencias sociales y que las reformas como la de Sant Antoni las acentúan. Ha pronosticado que el mantenimiento de los ejes verdes será caro. Ha anunciado la futura proliferación de botellones. También, en ese ‘crescendo’ apocalíptico, ha predecido que calles como Consell de Cent, Rocafort, Borrell y Girona serán tomadas por los indigentes para dormir. Caerá la productividad, ha añadido. El ayuntamiento se verá en la necesidad de regular cada vez más, a través de planes de usos, la economía de la ciudad. No ha llegado a decir que soviéticamente, pero casi. Ha expresado, en resumen, una oposición tan taxativa que ha considerado que el único remedio posible será revertir la situación, con matices urbanísticos si hace falta, no necesariamente con la misma configuración de las calles anterior a Ada Colau, pero sí abriendo de nuevo al tráfico de coches calles como Consell de Cent.