La 'little Rumanía' en Calella que construye el Camp Nou: "Esto es una cárcel"

Un reportaje de
Elisenda Colell (textos)
y Manu Mitru (imágenes)

Desde principios de marzo, unos 300 obreros rumanos han llegado a Catalunya para construir el nuevo estadio del Barça con un contrato de tres meses. Pocos agotan el periodo. Muchos solo desean escapar.


Durante tres meses, EL PERIÓDICO ha seguido de cerca las condiciones de estos trabajadores. Algunos denuncian extorsiones e impagos. Su gran oportunidad laboral se convierte en pesadilla. "Es una cárcel", relatan.

La dura rutina diaria

Los centenares de trabajadores rumanos están alojados en un macrohotel de Calella (Maresme) pagado por la subcontrata que les ha traído a Catalunya. Algunos dicen que han tenido que asumir de su bolsillo el vuelo de ida. No han visto ni un euro.

Su día empieza a las cinco de la mañana. Desayunan en el hotel y se disponen a ir a Barcelona a trabajar.

Las cuadrillas viajan en cuatro autocares privados, que les dejan en el Camp Nou hacia las siete de la mañana.

Su jornada laboral empieza a las ocho y termina entre las seis y las siete de la tarde, con una pausa de hora y media para almorzar. Los sábados trabajan seis horas.

La mayoría son albañiles que ayudan en la construcción de muros, pero también hay encofradores especializados.

Cuando terminan, exhaustos, esperan los autobuses para regresar al hotel de Calella.

En los vehículos, abarrotados, a los trabajadores les espera más de una hora de trayecto hasta Calella.

Llegan a Calella alrededor de las ocho de la tarde.

Tras llegar a la habitación, es el momento para asearse, lavar la ropa y las botas, tenderla en los balcones...

...y apurar la hora de cierre del supermercado para comprar la cena, siempre fría. Poco margen hay para reponerse al cansancio y la resignación.

Porque al principio todo era euforia...

Razvan, Constantín, Claudio, Andrei, Valentín y Petrisor acababan de llegar a Calella para empezar a trabajar en el estadio. Era el 10 de abril.

Ilusionados, se bañaban en el mar entre las pausas del curso de riesgos laborales que les impartían en el hotel.

"Cobraremos 2.000 euros al mes, en nuestro país no pasamos de los 700", agradecían.

"Mañana firmaremos el contrato y empezaremos el trabajo, es una gran oportunidad", se alegraban.

...pero los días pasaban sin contrato a la vista...

...y estalló la decepción

El dinero para cubrir sus gastos aquí empieza a terminarse. "Estoy perdiendo dinero", se queja Valentín, albañil de 45 años.

Algunos compañeros de cuadrilla se encuentran en la misma situación.

El trabajo no acaba, pero sí sus ahorros y su entusiasmo. "Nos controlan cada paso que damos", explica además G., otro empleado.

Algunos trabajadores acumulan semanas de impagos. "Nos dicen que nos pagarán mañana, pero mañana nunca llega".

Grupos de obreros rumanos se han negado a trabajar al menos en tres ocasiones hasta que no les pagaran su salario. El jueves 11 de abril, empleados de la subcontrata Eurobau protestaron dentro del Camp Nou.

En otros casos, los Mossos han tenido que intervenir, como ocurrió en marzo.

El 26 de abril, un hombre fue detenido por fraude documental. Sus documentos no concordaban con ningún contrato vigente.

Los obreros consiguen el trabajo en Rumanía a través del boca oreja. Muchos viven en el mismo pueblo, otros son de la capital. Dos de ellos, y bajo anonimato, explican que les prometieron ganar 11 euros la hora, pero un intermediario se queda parte del sueldo por haber logrado la mano de obra.

Estos obreros explican a EL PERIÓDICO que los impagos son constantes. Les prometieron pagarles cada dos semanas. Tras 17 días y varias peticiones de cobro, solo les han dado dinero para cubrir sus necesidades básicas. "No nos dan ninguna seguridad de que nos vayan a pagar".

Budeanu Ionel, Adrián Tinica y Cobzaru Marín son empleados de Eurobau que, tras reclamar sus salarios y obtener nula respuesta, decidieron dar la cara en EL PERIÓDICO. Dicen que las protestas se resuelven con dinero en efectivo o con billetes de regreso a Rumanía.

Tras 17 días de trabajo, fueron expulsados de las obras el 6 de junio por reclamar su salario. Denunciaron su caso ante Inspecció de Treball, que constató que operaban sin contrato y sin ser dados de alta en la Seguridad Social. "Solo pedimos el mismo derecho que los trabajadores españoles".

La solución, escapar a Rumanía

Las videollamadas con las familias van a más. Los obreros piden dinero prestado para comprar vuelos de regreso a casa.

"No quiero problemas, solo quiero escapar de aquí y volver con mi familia", decía un trabajador a finales de mayo.

"No vale la pena seguir trabajando", expresa Ionel. Es un sentir mayoritario a las pocas semanas de empezar a trabajar en las obras por parte de los empleados rumanos. El problema es siempre el dinero. Si no cobran, para muchos es imposible regresar a casa.

Los tres empleados denunciantes piden a las autoridades que intervengan. Temen que, tras la expulsión del recinto de las obras, se queden en la calle. Y se muestran preocupados por los obreros que vengan a reemplazarles.

"Nos obligan a trabajar para recuperar nuestro dinero, como un prisionero o un esclavo", cuentan los trabajadores, que ven cómo día tras día el dinero prometido no llega a sus bolsillos. "Esto es peor que una cárcel", dicen.

Regreso amargo

Tras las protestas, muchos trabajadores críticos han sido devueltos a Rumanía sin dilaciones. Otros lo hacen tras conseguir el dinero para regresar.

"No quiero volver a trabajar aquí", lamentaban al unísono tres empleados rumanos del Camp Nou el 8 de junio camino del aeropuerto para volar hacia su país.

Quienes denuncian sus condiciones laborales reciben amenazas, denuncian Tinica, Ionel y Marín. Tienen prohibido hablar con prensa y con la policía.

Tras denunciar su caso, Adrián Tinica expresa su principal temor. No es quedarse en la calle. "Tengo miedo que hagan daño a nuestras familias", dice este padre de seis hijos.

Enrique Marco, otro trabajador rumano, fue expulsado de las obras por reclamar su salario el 4 de junio. Sus compañeros David Florin Marcu y Florin Postelnicescu durmieron esa noche en un parque en Calella.

"Se aprovechan para obligarnos a seguir trabajando y, si nos vamos, nos quedamos sin dinero", se quejan trabajadores de forma anónima tras los impagos.

Al fin, Enrique Marco, David Florin Marcu y Florin Postelnicescu se marchan tras conseguir el dinero para pagar los vuelos de regreso.

El 5 de junio embarcaron en el aeropuerto del Prat. Otros regresan a Bucarest en autobús en una travesía por Europa de tres días.

"Para nosotros la pesadilla ya termina. No hemos recuperado el dinero, pero al menos hemos salido de aquí, volvemos a ser libres", se felicitaban.

Tinica, Ionel y Marín, los únicos que por ahora han denunciado su caso a la Generalitat, lograron que sus jefes les pagaran 120 euros para costear el viaje de vuelta en autobús. "Espero que esto sirva para que los que vengan después no tengan que sufrir lo mismo", dice su último mensaje de whatsapp a este diario. 

Hoy, ninguno de ellos ha cobrado aún el dinero prometido.

Un reportaje de EL PERIÓDICO

Textos:
Elisenda Colell
Imágenes:
Manu Mitru
Diseño e infografías:
Ramon Curto
Coordinación:
Rafa Julve