Venta de pescado en Bolivia

“Vieja Pescanova” cierra su único proyecto a los cuatro años con pérdidas de 2,2 millones

La antigua matriz, sin actividad y que paga a sus cuatro consejeros 110.000 euros anuales, deteriora íntegros sus préstamos para montar un negocio de venta de pescado en Bolivia

Instalación de una plataformapara cría de truchas en el lagoTiticaca.

Instalación de una plataformapara cría de truchas en el lagoTiticaca. / FDV

Lara Graña

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Con algo más de 12 millones de habitantes, Bolivia es uno de los países con menor consumo per capita de pescado en todo el mundo. Apenas supera los dos kilos por persona y año, pese a los distintos planes gubernamentales y privados por aprovechar las potencialidades de espacios como el lago Titicaca, promocionar las ventas interiores y convertirse en una economía autoabastecida de esta proteína. En efecto, el Gobierno de Luis Arce puso en marcha en 2022 el Programa Nacional para el Desarrollo de la Pesca y la Acuicultura Sostenible, dotado con casi 40 millones de dólares y a ejecutar hasta 2025, aunque de momento no ha revertido el escaso tirón del pescado entre los bolivianos.

Pese a todo, el andino fue el país elegido por la otrora cabecera de la mayor multinacional pesquera española, Pescanova SA (vieja Pescanova), para probar suerte en el negocio. “Embarcando rumbo a Bolivia para dar el pistoletazo de salida a nuestras operaciones. Un paso más para volver a hacer grande Pescanova”, publicaba en 2020 el todavía presidente de esta empresa, Luis Malo de Molina. Sí hubo embarque, pero el barco encalló: el único negocio iniciado por la vieja matriz desde que traspasó sus activos a Nueva Pescanova (en 2015) ha cerrado.

Después del macroconcurso de acreedores de la pesquera, y cuando la banca asumió la tarea de pilotar su resurrección, toda la parte generadora del negocio fue transferida a Nueva Pescanova. La SA quedó como accionista de la anterior, en un porcentaje que hoy se reduce a un 0,34%. Aunque tardó unos años en decidirse –lo hizo en 2019–, la vieja matriz anunció un proyecto para independizarse económicamente de la multinacional de Chapela y generar ingresos por sí misma. Disponía, en teoría, de capacidad económica para arrancar: cada año Nueva Pescanova debe ingresarle 255.000 euros a la SA, actualizables con el IPC. Así, creó una sociedad limitada (Gestión de Participaciones Ría de Vigo) con la que invirtió en dos empresas de Bolivia: Buhoservice y Gambabol. El objeto de negocio de la primera distaba mucho, al menos a priori, de ser una palanca de crecimiento en el mercado de la pesca: importación de toda clase de vehículos motorizados, montacargas, furgones, etc. El de la segunda sí se asemejaba más: “Somos una empresa seria y responsable –decía en su perfil de Facebook–, dedicada a la importación, distribución y comercialización de productos de la más alta calidad”. No funcionó ninguna.

Las pérdidas

Como consta en el informe semestral de Pescanova SA, ha tenido que deteriorar íntegramente todos los préstamos que fue concediendo a su filial, que finalmente ha optado por cerrar. “Se acordó su disolución voluntaria por no poder cumplir su objeto social”, plasma la memoria de la cotizada, tras constatar que Gestión de Participaciones Ría de Vigo ya no valía nada. El dinero que había transferido al otro lado del Atlántico se destinó a “un negocio de venta de productos del mar en Bolivia activos, existencias, sueldos, y gastos corrientes en la compra de activos materiales y mercadería para su posterior venta”, abunda el documento remitido a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV). En concreto, las pérdidas rozan los 2,2 millones de euros solo teniendo en cuenta los préstamos asignados en 2022 (1,680 millones de euros) y los que se aprobaron en 2020 y 2021 (por otros 511.977 euros más).

El fracaso del proyecto boliviano no ha impedido a la empresa seguir anunciando a los inversores que está trabajando en “una nueva fase”. En su literalidad, y con fecha del 20 de julio, anunció vía CNMV –único canal de interlocución con los socios– que “el consejo de administración pretende dar comienzo a una nueva fase de la compañía, la cual ha de recuperar su actividad propia y dejar de ser exclusivamente una sociedad de mera tenencia de su participación en Nueva Pescanova”. Es un copia y pega de media docena de informes semestrales anteriores, cuando su aventura en los Andes sí continuaba respirando.

Los cuatro consejeros de la vieja Pescanova son Luis Malo de Molina (presidente), Juan Manuel Ginzo, Alejandro Fernández Zugazabeitia y Leopoldo Fernández Zugazabeitia (secretario consejero).De acuerdo a la información también remitida al supervisor bursátil, el presidente es el mejor retribuido, con 60.000 euros devengados en el ejercicio 2023, frente a los 25.000 de Alejandro Fernández y Ginzo. Este último llegó a ingresar en concepto de sueldo 100.000 euros anuales. El cuarto integrante de este órgano de gestión, Leopoldo Fernández, percibe un euro. No consta en la memoria corporativa ninguna participación en Pescanova SA a nombre de ninguno de ellos.

Suscríbete para seguir leyendo