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Talgo y las empresas estratégicas

Existe el riesgo de que el Ejecutivo considere estratégica casi cualquier operación

Cabecera de un tren Avril, desarrollado por Talgo

Cabecera de un tren Avril, desarrollado por Talgo / Talgo

 Si definir claramente qué es una empresa estratégica no está entre las tareas más inmediatas del Gobierno, debería estarlo. El ejemplo más urgente es el caso Talgo. Recapitulemos. Su principal accionista, el fondo Trilantic, quiere vender. Y Talgo necesita un socio que aporte, sobre todo, fábricas para dar salida a su cartera de pedidos. Aparece un comprador. Un grupo húngaro (país miembro de la UE), que lanza una opa por el 100% a 5 euros por acción. El Gobierno se opone. Sospecha que el grupo húngaro está relacionado con Putin.

A partir de aquí, el desorden. Los CAF, Siemens, Alstom…, socios en teoría naturales, no están interesados en entrar en Talgo. El Gobierno se pone el traje de banco de inversión para encontrar un inversor. Dos meses después encuentra a Skoda Transportation, una escisión del grupo automovilístico del mismo nombre. Pero Skoda ofrece una integración, no dinero a los accionistas. Los húngaros denuncian la operación a la CNMV. Y así hasta ahora...

El caso de Talgo no es el único en el que el Gobierno ha intervenido de forma más o menos directa en una situación concreta de una empresa. También lo ha hecho en Telefónica y en Naturgy, ambas con el capital árabe entrando o a las puertas. Es cierto que en el mundo económico se extiende la idea de que España no puede afrontar estas situaciones con ingenuidad. En otros momentos hubo multinacionales europeas que tomaron compañías españolas, cosa que no sucedió de forma recíproca. Y esta ingenuidad chirría aún más en la situación actual, en la que la invasión de Ucrania demostró que la autonomía económica es un pilar necesario de la seguridad global. Pero también es cierto que existe el riesgo de que el Ejecutivo considere estratégica casi cualquier operación y se caiga en un exceso de intervencionismo perjudicial para el crecimiento económico. Y mientras, a Talgo se le acaba el tiempo.