Sector primario
Tomates, lechugas y alcachofas pierden terrenos en Catalunya
Guía alimentaria del mes de julio: el tomate y las sopas frías
Guía alimentaria del mes de enero: las alcachofas del Baix Llobregat
Guía alimentaria del mes de junio: llega la patata nueva
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Esteban recoge alcachofas en su huerto de Sant Boi, que luego irán directas al negocio que tienen en el mercado de Galvany. / JORDI OTIX
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María Jesús Ibáñez
Periodista
Redactora en EL PERIÓDICO DE CATALUNYA desde el año 2002. Especialista en Alimentación.
Catalunya ha perdido, en los últimos 20 años, más de la mitad de la superficie que dedicaba al cultivo de productos de huerta, como alcachofas, tomates, lechugas o calabacines... Y en este tiempo, para poder satisfacer la demanda de los consumidores, ha tenido que traer de fuera, especialmente de comunidades como Murcia, Andalucía o Navarra, más verduras que nunca. El dato, conocido en el primer Congreso de la Huerta en Catalunya, que se ha celebrado esta semana en Castelldefels (Baix Llobregat), da que pensar. En un momento en el que la Unión Europea es cada vez más insistente con que se promueva el consumo de proximidad, sostenible y de kilómetro cero y en un momento también en el que cada vez se consumen más productos hortícolas, ¿cómo es posible que el sector haya perdido rentabilidad y se esté quedando sin relevo generacional?
"Es sustancial que Catalunya vuelva a tener una actividad de huerta potente, que lo que ahora se ve como una carga se convierta en una oportunidad profesional para los jóvenes. Y eso pasa, entre otras cosas, porque la ciudadanía valore los productos locales", proclamó el secretario de Alimentació de la Generalitat, Carmel Mòdol, en la inauguración de las sesiones del congreso. "Mientras plataformas distribuidoras de aquí cierran acuerdos comerciales para traer productos de huerta del otro lado del mundo, en Catalunya hemos pasado de las 18.000 hectáreas que se destinaban a estos cultivos hace dos décadas a menos de 9.000 hectáreas", lamentó Mòdol.
Presión inmobiliaria
La mayoría de los terrenos que han dejado de destinarse a huerta -un sector que además está muy atomizado- han sido víctimas de la presión urbanística. En otros casos, como ocurre con el abandono agrario en general, ese suelo ha pasado a convertirse en baldío, en el que crece la vegetación de modo incontrolado, lo que contribuye a que crezca la masa de bosque y, con ella, el riesgo de incendios en verano.
Las mayores extensiones dedicadas actualmente a esta actividad se encuentran alrededor de la ciudad de Barcelona (en las comarcas del Maresme y el Baix Llobregat), en la zona periurbana de la ciudad de Lleida, en el entorno de la de Tarragona (Tarragonès y Baix Camp) y en el delta del Ebro. En 2018, estas fincas produjeron 245.000 toneladas de productos frescos. Los principales fueron tomates, cebollas, lechugas, patatas y pepinos, pero la lista llega hasta 35 variedades de verduras distintas.
Comer producto local
Además de una necesaria modernización y la incorporación de nuevos sistemas de cultivo, la huerta catalana necesita "de un apoyo decidido de las administraciones públicas en la promoción del producto local, una implicación que ahora es aún pobre, pero que está cambiando", indicó, por su parte, Elisenda Guillaumes, directora general de Agricultura i Ramaderia de la Generalitat. Guillaumes fue la encargada de presentar el plan director de la huerta de Catalunya, elaborado en 2020 y del que ya se han desplegado, según afirmó, un tercio de las medidas en él incluidas.
Entre otros datos, el informe evidencia que la producción local de pepinos y lechugas cubre más del 90% de la demanda que hacen los hogares catalanes. Por el contrario, las patatas y las zanahorias cultivadas aquí apenas cubren el 10% del consumo, lo que lleva a tener que comprar fuera de Catalunya el volumen restante. El caso más extremo es, según el plan director, el de los espárragos, que vienen en su inmensa mayoría de otros lugares.
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