Los bares del Covid

"Confío en mi clientela para que me ayude a remontar"

Guillem Tapia

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La Bodega J.Cala es uno de esos bares en los que, a partir de cierta hora del mediodía durante los fines de semana, literalmente no se cabe. El establecimiento dispone de 60 metros cuadrados, pero el espacio que pueden ocupar los clientes apenas llega a un tercio de esta superficie. Sábados y domingos a la hora del vermut es cuando el local alcanza el pico de actividad, con alrededor de 50 clientes al mismo tiempo en la taberna. Si en el futuro se aplican medidas de distanciamiento social estrictas como las que se están barruntando, el número de personas a las que se permitirá entrar al local simultáneamente se podrá contar con los dedos de las manos.

“A no ser que instale cabinas telefónicas para separar a la gente no se me ocurre otra manera de cumplir con las normas de las que se está hablando”, comenta con sorna Juan Antonio González, propietario del negocio. En un local de las características del de la Bodega J. Cala, en el que no hay mesas y el único punto de apoyo para dejar las bebidas son unos pocos metros de barra y un par de barriles, las mamparas de metacrilato para distanciar a los usuarios no son viables. “Sinceramente no se cuál es la solución, eso lo debe decidir el Gobierno, pero las medidas deben tomarse tan solo por un breve periodo de tiempo. De otro modo nos será muy difícil sobrevivir”.

Juan confía en retomar la actividad a partir del mes de junio. Pero hasta que llegue el momento de volver a levantar la persiana, toca resistir. “Con el propietario del local hemos ajustado un poco el precio del alquiler para los próximos meses y vamos tirando de ahorros para pagar la renta. A parte de eso, somos afortunados de no tener muchos más gastos fijos”, señala el tabernero. ¿Valora la posibilidad de solicitar algún crédito con el aval público del ICO? “El otro día nos llamaron del banco para ofrecernos esta opción, pero de momento no lo necesitamos”.

La fidelidad de la clientela

La Bodega J. Cala sita en el Poblenou, una de las zonas de moda de Barcelona. No obstante, el local que ocupa en el extremo Besós de la calle Pere IV, está situado en una de las áreas poco concurridas del barrio. “¡Me alegro de que todos mis clientes sean de aquí!”, proclama Juan. La afirmación del hostelero no es por chovinismo, sino porque confía en recuperar a su público habitual tan pronto como se levante el confinamiento y pueda reabrir. Otros establecimientos, más dependientes del turismo, quizás tardarán más en reponerse.

El hecho de ser un negocio familiar -en la bodega tan solo trabajan Juan y su mujer Rosa- también ha facilitado las cosas y ha permitido que no se tuviera que llevar a cabo ningún ajuste de plantilla. Cuando la peor parte de la emergencia sanitaria pase y la gente pueda volver a los bares, el hostelero confía en que “su otra familia”, la que está al otro lado de la barra, le ayude a remontar.