EL FIN DE LA CARRERA CONTRARRELOJ PARA ELEVAR EL TECHO DE LA DEUDA
EEUU juega con fuego
Ricardo Mir de Francia
Periodista
Especialista en política internacional y reportero. Fue corresponsal en Washington durante una década, donde cubrió las presidencias de Obama, Trump y los inicios de Biden. Antes estuvo otros seis años en Oriente Medio. Licenciado en Periodismo por la Pompeu Fabra y con estudios de posgrado en Derecho Internacional, se ocupa actualmente de la guerra en Ucrania. Interesado también en temas de investigación, geopolítica de la energía, cambio climático y economía.
RICARDO MIR DE FRANCIA
Ni siquiera con un pacto en la mano, EEUU pudo ahorrarle a su población y al mundo las últimas dosis de suspense. El Congreso aprobó anoche (madrugada en España) el acuerdo que le permitirá aumentar el techo del endeudamiento y evitar a partir de mañana una suspensión de pagos que podría haber abocado a la mayor economía del mundo a una durísima recesión con réplicas planetarias. Los votos a favor de 174 republicanos y 95 demócratas bastaron para rubricar el acuerdo, después de una intensa jornada en la que el liderazgo de ambos partidos tuvo que esforzarse para convencer a los muchos escépticos de un plan que no ha satisfecho a nadie.
El acuerdo tendrá que ser ratificado hoy en el Senado, donde no se esperan sorpresas. Una vez superado el trámite, el Estado podrá afrontar sus deudas sin sobresaltos hasta el 2013, a cambio de un severo plan de ajuste para reducir el déficit en al menos 2.1 billones de dólares durante la próxima década, según el análisis de la Oficina de Presupuestos del Congreso. La incertidumbre se mantuvo hasta el último momento por las reticencias de los extremos de ambos partidos a apoyar el plan. Un total de 66 republicanos y 95 demócratas votaron en contra.
LA SALUD DE LA ECONOMÍA / «La derecha está decepcionada. La izquierda está decepcionada. El centro está decepcionado», dijo ayer el líder de los demócratas en el Senado, Harry Reid, para explicar el sentimiento generalizado entre los pasillos del hemiciclo. «Pero este es un acuerdo significativo que protegerá a largo plazo la salud de nuestra economía», dijo.
La mayoría de economistas, sin embargo, advierten que los efectos a corto plazo serán muy dolorosos. EEUU apenas crece, su desempleo supera el 9% y el consumo está estancado. «Con una economía muy débil, los recortes del gasto la debilitarán todavía más», dijo ayer Mohamed el Erian, director ejecutivo de Pimco, el mayor inversor en deuda pública del mundo. La Casa Blanca insistió en que el grueso de los recortes no se empezarán a aplicar hasta el 2013, aunque sólo la primera fase del ajuste reducirá el gasto público a unos niveles que no se veían desde los años 50. Al drenaje del Estado hay que añadir los recortes en marcha en decenas de estados y municipalidades.
La frustración en el seno demócrata era ayer evidente, especialmente en el sector más progresista, que considera que el acuerdo se pliega a las demandas republicanas. «Esto es un bocadillo azucarado de Satán», dijo el congresista Emanuel Cleaver. En las bases muchos piensan que el presidente, Barack Obama, ha hecho demasiadas concesiones, al renunciar a asegurarse una subida de impuestos para los ricos y las grandes empresas, al aceptar más recortes de gastos de los que posiblemente pueda tolerar la economía o al dejar abierta la posibilidad de que el ajuste se cebe en una segunda fase con la educación, la sanidad o el transporte.
Obama dijo el domingo que no es este el acuerdo que le hubiera gustado, pero sirve para «evitar la suspensión de pagos y cerrar la crisis que Washington ha impuesto al resto del país». En realidad, no ha tenido muchas opciones. Los republicanos se cerraron en banda a todas sus propuestas, bajo la aparente premisa de que una suspensión de pagos impediría su reelección. Especialmente suicida ¿algunos demócratas lo llama «extorsión»-- ha sido la actitud del sector republicano del Tea Party, opuesto a aumentar siquiera el techo de la deuda.
«Hemos negociacio con terroristas, que han hecho imposible que podamos gastar dinero», dijo ayer refiriéndose al Tea Party el vicepresidente Joe Biden. Además, la amenaza de las agencias de calificación para rebajar la solvencia de la deuda de EEUU ha pendido sobre la Casa Blanca y el Tesoro durante toda la negociación. De hecho, sigue en pie, teniendo en cuenta que Standard¿s and Poor advirtió que el recorte del déficit debía alcanzar los 4 billones de dólares.
Tampoco los republicanos pueden celebrar una victoria absoluta. Ni siquiera a corto plazo. La insurrección interna del Tea Party, que ha logrado escorar a su favor la propuesta final, ha dejado muy debilitado a su líder en el Congreso, John
Boehner. Pero como este les dijo a los suyos, la propuesta final se «acerca mucho al marco con el que hemos trabajado». No hay más impuestos ni más gastos, aunque sí más recortes en Defensa de lo que les hubiera gustado.
En el pleno de ayer se produjo la reaparición de la congresista demócrata Gabrielle Giffords, que en enero fue herida en la cabeza de un disparo. La Cámara se puso en pie aplaudiendo para recibirla.
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