Graça Machel: "Si luchamos, lo que parece un muro insalvabable caerá"

Viuda de Nelson Mandela y Samora Machel, trabaja desde hace décadas por los derechos de mujeres y niños. Ella no es 'señora de': ella es Mamá África

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IMMA MUÑOZ / GIRONA

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La entrevista a Graça Machel (Mozambique, 1945) viene con condiciones: no se le puede preguntar por sus matrimonios con Samora Machel, el hombre que rubricó la independencia de Mozambique en 1975 y presidió el país hasta que un extraño accidente de avión acabó con su vida en 1986, y Nelson Mandela. Hasta en tres ocasiones lo oímos: en el momento de cerrar la cita, durante la rueda de prensa ofrecida a los periodistas que cubrían su presencia en el Fòrum Impulsa de la Fundació Princesa de Girona, y, ya en la sala donde Machel nos espera, cinco segundos y tres metros antes de llegar a ella.

"No se le pueden preguntar cuestiones personales", advierte, amable pero firme, su 'asesora especial' (así la acredita la tarjeta que nos entrega). "Defina 'personales'. ¿Puedo preguntarle dónde vive ahora, por ejemplo?". Ella oye la conversación y se acerca. "Bueno, no hay para tanto –sonríe, mirando a su colaboradora–. Lo que ocurre es que a mí me gusta hablar de mi trabajo, que es lo que yo puedo aportar. Entiendo el interés que despierta Mandela en todo el mundo, pero yo no soy la encargada de su legado. Su legado no es mío y no puedo llevarlo sola: es de los millones de personas que se han identificado con su vida y sus valores".

Los argumentos de Machel tienen su lógica –y más si les añadimos que maldita la gracia que debe de hacerle a una mujer como ella, que lucha desde niña por derribar los obstáculos con los que se encuentran las mujeres por el mero hecho de serlo, que se la entreviste en calidad de "señora de"–, pero es inevitable que los ecos de mil preguntas sobre Mandela (y alguna sobre Samora Machel) resuenen en la cabeza del periodista. Ya surgirá la ocasión de colarlas. De momento, contentémosla preguntándole por la fundación a la que a día de hoy consagra buena parte de sus desvelos: la Graça Machel Trust.

Lidera usted una macrofundación que lucha por los derechos de las mujeres y los niños. ¿En qué se concreta esa lucha?

Lidera usted una macrofundación que lucha por los derechos de las mujeres y los niños. ¿En qué se concreta esa lucha?

Tenemos presencia en muchos países (desarrollamos proyectos de acceso femenino al mundo financiero en 16; negocios agrarios, en media docena, y participamos en 10 redes de mujeres empresarias del continente), pero no somos una organización grande, sino pequeña. Lo que ocurre es que hacemos de catalizador: ponemos en contacto a las pequeñas redes que se crean en las distintas comunidades para que configuren una mayor. El trabajo, en realidad, lo hacen las mujeres que forman parte de ellas. Nosotros solo lo amplificamos para que su impacto llegue a más gente. Por eso, aunque somos una organización pequeña, nuestro trabajo es muy extenso.

¿Y consiste en...?

Eliminar los obstáculos estructurales que impiden que las mujeres tengan acceso a la tierra, al capital, a poder desarrollar sus negocios. Con formación, desde poder ir a la escuela hasta beneficiarse de un programa de becas para que las que ya están estudiando y no tienen recursos puedan cursar másteres o doctorados. Interviniendo en el debate público y haciendo propuestas legislativas que defiendan sus derechos: leyes de igualdad, de acceso a la propiedad de la tierra, de prohibición del matrimonio infantil... Y también con programas de nutrición. El 43% de los niños africanos están en riesgo de no poder tener un desarrollo normal porque, en una etapa crucial de su formación, los mil días que van de la concepción a los dos primeros años de vida, no han tenido la alimentación adecuada. Y ese no es solo un tema de salud: también es un tema de despilfarro del capital humano de África en los próximos 5, 10, 50 años.

Graça Machel es un torrente de energía. Su presencia impone por todo lo que uno sabe que ha vivido, que ha luchado, que ha conseguido, pero también porque es como la quintaesencia de la madre africana del imaginario colectivo: mullida y protectora, pero también poderosa y exigente. Ha dado muestras de ello durante la rueda de prensa: como Machel comprende el español lo suficiente como para entender las preguntas que se le formulan en esta lengua y también la traducción que el intérprete hace de sus respuestas, durante el encuentro con los periodistas ha intervenido en más de una ocasión para corregirle. Detalles sin importancia, pequeños matices, pero lo suficiente para poner de manifiesto el rigor con el que afronta su trabajo.

Nada escapa a su control: las miradas furtivas de esta periodista al reloj y al cuestionario tuvieron como respuesta golpecitos en la carpeta, toquecitos en el brazo y alguna mirada inquisitiva. ¿Dejes de maestra? Posiblemente. No en vano, lo fue durante años en su país, antes de colgarse el fusil junto a sus compañeros del Frente de Liberación de Mozambique, al que se unió en 1973, para emanciparse del yugo portugués. Obtenida la independencia, su entonces marido y presidente del nuevo Estado, Samora Machel, la nombró ministra de Educación. Empuñando esta cartera, logró que la tasa de alumnos matriculados en las escuelas primarias del país pasara del 40% al 90% en el caso de los chicos, y al 75% en el de las chicas.

Ella había ido a la escuela contra pronóstico: hija de campesinos pobres, huérfana ya antes de nacer, fue la resolución de su madre para cumplir la promesa que había formulado a su marido de que sus hijas recibirían educación la que venció al determinismo. A los 6 años pisó el colegio, y a fuerza de tesón, capacidad y becas se licenció en Filología Alemana en Portugal. De vuelta a la colonia, ejerció de maestra. Y el resto de su vida, hasta el día de hoy, se reparte entre los libros de historia y los libros de honor de las múltiples instituciones internacionales en las que colabora.

Además de trabajar en su fundación, es miembro de varias agencias de la ONU, se reúne con líderes africanos, con dirigentes de instituciones financieras. ¿Su lucha no tiene descanso?

[Sonora risotada] Mi equipo a veces se queja de que le aprieto demasiado las tuercas. Los retos que tenemos por delante son ingentes, y yo sigo teniendo mucha energía, como puede ver, pero empiezo a asumir que no sé durante cuánto tiempo, así que pienso en mis obligaciones incluso cuando descanso.

Los grandes problemas del mundo (hambre, desigualdad, violencia contra mujeres y niños) ¿no se resuelven porque no hay voluntad política?

Sí y no. Tenemos que ir con cuidado y no generalizar. Hay líderes políticos que los están combatiendo de verdad. Lo que no hay es un movimiento global que lo haga. Por lo tanto, los resultados son dispares. Hay que mirarlo país por país.

Se arranca entonces Machel con una frase que utiliza a menudo y que remite, de nuevo, a su vocación docente: "Déjeme que le ponga un ejemplo". Pone varios: el progreso que ha hecho Ruanda en los últimos 20 años –"Dígame, ¿qué sabe del país más allá de la lucha entre hutus y tutsis?", interpela–, que cuenta con "la mayor representación de mujeres en todos los niveles (político, judicial, económico, científico) del mundo" y una informatización completa de la administración; los avances en igualdad y educación de Senegal, y cómo Etiopía ha sacado de la hambruna a millones de personas. Y concluye Machel: "Es importante que Occidente mire a África no como si fuera un país, sino como 54 países distintos. A algunos les está yendo muy bien y a otros, no, pero hay que reconocer que hay un proceso de transformación del continente, complejo, pero rebosante de energía para el cambio. África, por ejemplo, es el lugar que más está progresando en cuanto al uso de teléfonos móviles: no solo para la comunicación, también para transferir dinero, sobre todo a zonas rurales. Están pasando muchas cosas positivas que los medios occidentales no están contando".

¿Por qué?

Porque su idea de África la representan los inmigrantes que llegan en las pateras, los niños que sufren malaria, las mujeres que mueren en el parto... Y todo eso ocurre y es terrible y hay que seguir combatiéndolo, pero no es representativo del todo. Occidente tiene una visión muy estrecha de las cosas. Hay que viajar más. Sería muy positivo que más periodistas visitaran África, porque así podrían ver el cambio y hablar directamente con su gente. Y todavía sería mejor que fueran mujeres quienes lo hicieran, porque las mujeres miramos distinto.

¿El reto de las mujeres de Occidente que llegan a los puestos de decisión es conservar esa mirada? Solo hay que ver a Cristine Lagarde o Angela Merkel, tan alejadas de los valores que se atribuyen al liderazgo femenino...

Yo creo que las mujeres tenemos que unirnos para institucionalizar una vía que nos permita comunicarnos con esas mujeres que están en puestos de poder, para que no olviden cuáles son los verdaderos retos, las prioridades. Ellas han de entender que han llegado hasta ahí por la lucha de millones y millones de mujeres, que su éxito no es por mérito personal, sino colectivo. Muchas, cuando llegan tan alto, tal vez por lo que las rodea, no representan a las mujeres de base, ni tienen en cuenta las cuestiones de género, porque, simplemente, ya no las sufren de forma cotidiana.

¿Los hombres se resisten a perder cuotas de poder frente a las mujeres?

Yo creo que no tiene sentido plantear la lucha por la igualdad en términos de "ellos" y "nosotras". Hay que tender puentes.

Y no solo entre hombres y mujeres en lucha por el bien común: también entre países, entre religiones, entre culturas. "Estamos viviendo una paradoja: sabemos lo que ocurre en cada parte del mundo en segundos, y eso hace que nos acerquemos unos a otros, pero al tiempo ese acercamiento hace que descubramos diferencias que nos llegan como amenazas. ¿Cómo resolver eso? Intentando comprender a quien tenemos delante, e interiorizando que la dignidad humana nunca ha de ser una amenaza. La familia humana ha de generar reglas de colaboración y no de explotación, y el siglo XXI es el momento de lograrlo", dice con esa voz grave que reviste aún de mayor solemnidad un discurso envolvente. Imposible no querer saber más sobre ella. ¿Quién quiere preguntar ya por Mandela?

Y cuando usted le dice cosas como estas a los Clinton [su fundación la premió en el 2014], ¿qué le responden ellos?

Bill Clinton está haciendo más por el mundo hoy que cuando era presidente. ¿Sabe por qué? Porque aprendió lecciones de lo que el sistema hacía para evitar que él utilizara su talento y sus capacidades. Y, ahora que no está en ese espacio limitador, los utiliza al máximo. Él intervino en las negociaciones para que los retrovirales genéricos llegaran a los países que los necesitaban. También Bill Gates invierte parte de su dinero en promover la salud. Si hoy estamos cerca de la vacuna de la malaria que está desarrollando Pedro Alonso en Mozambique es también gracias al apoyo de su fundación.

"Espacio limitador"... ¿Tal vez porque ha conocido usted la política desde dentro no quiere volver?

[Carcajada] Yo no voy a volver a la política, eso es cierto, pero no quiero desincentivar que la gente lo haga. Yo entré en política demasiado joven, y me cansé. Me cansé y me dije: es mejor continuar en el frente social. Pero hay que implicarse políticamente. Usted debería hacerlo. Piénselo: quiero que se anime y entre en política.

Se acabó el tiempo. Menos mal, porque Graça Machel, Mama, como la llama su entorno, es capaz de convencer a cualquiera para que intente cambiar la pluma por el escaño. ¿Valdría la pena? "Solo tiene que pensar en las cosas que eran imposibles en el pasado y que han ocurrido, que han cambiado. Un ejemplo: hoy en África hay millones de chicas estudiando, también en la universidad. En muchos países, más que chicos. Tenemos dos presidentas y muchas ministras, y la Unión Africana la dirige una mujer, sudafricana, por cierto. Y, si continuamos luchando, incluso lo que hoy parece un muro insalvable caerá".